Tokio Hotel Uruguay
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 El eco de tu voz

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Raquelín
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Raquelín

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MensajeTema: Re: El eco de tu voz   El eco de tu voz - Página 2 Icon_minitimeMiér Mar 31, 2010 7:22 am

capi de hoy dedicado a mi Geo *0* (sí, fijo qe se entera de qe se lo dedico xD)

CAPÍTULO 8

Él me miró sin mediar palabra unos segundos. Después alargó una mano hasta aferrar la mía entre sus dedos y me atrajo hacia sí para cerrar la puerta. Me mantuvo la mirada mientras yo me apoyaba en la puerta a mis espaldas, cohibida por la intensidad de sus ojos.
Poco a poco fue haciendo que sus brazos me envolvieran en un estrecho abrazo, todavía sin decir nada. Ni siquiera un ‘hola’. Nada. Y ahí estábamos, en la entrada de su habitación de hotel, él abrazado a mí y yo sin saber muy bien cómo reaccionar.
No cesaba de repetirme una y otra vez que Bill tan sólo era uno del montón. Un chico corriente, quizás mil veces más guapo que cualquier otro, pero corriente al fin y al cabo.
Me besó el pelo con delicadeza, y se separó unos centímetros de mí sin llegar a soltarme las manos.
-Gracias- escuché que susurraba sin una pizca de jovialidad en su rostro.
Ahora que lo miraba bien, parecía demacrado.
Su delgadez no me había parecido nunca tan mortecina como en ese momento. Podía ver unas profundas ojeras bajo sus ojos, ribeteados de rojo, posiblemente de haber llorado mucho. Los huesos de su mandíbula parecían ahora querer salir de la delicada piel que los cubría, notaba cómo le temblaban las manos sujetando las mías, y temí que se desmayara ahí mismo.
-¿Te encuentras bien?- pregunté con cautela sin levantar la voz.
Él se mantuvo en el más absoluto silencio durante a penas unos segundos que a mí me parecieron horas, para después hablar lentamente.
-Lo cierto es que no. No debo tener muy buen aspecto, ¿verdad?- vi cómo se asomaba una sonrisa.
Aunque aquello no era ni la sombra de lo que eran sus bonitas sonrisas verdaderas.
Yo actué por instinto, sin saber si aquello estaría bien o no, pero no por eso dejé de hacerlo. Le pasé un brazo por la cintura y lo acompañé hacia la única cama en el centro de la habitación. Me detuve a observar maravillada lo bonita que era, toda decorada con muebles blancos excepto el cabeceo de la cama, de una madera oscura.
Bill se sentó en el borde, y yo me mantuve de pie en frente suyo, hundiéndome en la profundidad de sus ojos. A penas podía pensar en otra cosa, y mi seguridad y determinación en cuanto a la normalidad de Bill había pasado a la historia.
-¿Necesitas algo?- pregunté suavemente-. No has comido nada, ¿no?
Negó con la cabeza sin apartar los ojos de mi cara.
-¿Quieres que salga y te compre algo? puedo ir a…
-No- dijo con voz ronca-. No, gracias.
-Pero tienes que comer algo... mírate, pareces enfermo.
-Estoy bien, de verdad- intentó sonreír, pero su intento pudo calificarse de patético.
-No me vas a engañar, Bill Kaulitz.
Suspiró fuertemente y me acarició la mejilla con gesto ausente. Asintió conforme y se acercó al teléfono que había en la mesilla.
Yo le miraba mientras hablaba en alemán con alguien del servicio del hotel.
-He pedido algo de comida al servicio de habitaciones- me explicó cuando colgó-. Traerán algo para ti también.
-Oh… pero yo ya he cenado.
-Ya lo sabía- se encogió de hombros-. Pensé que igual te apetecería. Si no lo quieres, puedes dejártelo, no pasa nada.
Me quedé callada sin saber qué responder. Seguramente, tampoco había nada que responder, y el silencio no se tornó incómodo. Él tiró de mi brazo e hizo que me acercara a él. Se apoyó en el cabecero de la cama y me sentó entre sus piernas, dándole la espalda, para después rodearme con los brazos. Apoyé la cabeza en su hombro y suspiré.
-¿Vas a contarme qué te ocurre?- pregunté al cabo de unos segundos.
Su abrazo se tensó un instante.
-No tiene importancia.
-Claro que la tiene- me detuve unos segundos para meditar antes de comenzar a hablar-. Todo el mundo cree que eres una persona fuerte y decidida, que eres feliz y lo tienes todo. Eres guapo, famoso y tienes una voz preciosa que encantaría hasta a una piedra. Pero no eres feliz. Todo eso es genial si puedes disfrutar, pero no sirve de nada cuando estás solo ¿verdad?- no esperé respuesta y proseguí-. Poca gente te conoce. Dices que se lo cuentas todo a Tom, pero pondría una mano en el fuego a que no es así. A veces es complicado decir lo que piensas y faltan palabras para expresarlo. Por eso eres músico, porque parece que con las canciones puedes dar forma a los sentimientos. Eso está muy bien. Sin embargo no es suficiente. Sólo necesitas alguien que esté a tu lado- me revolví en sus brazos y lo encaré de frente, mirando cómo sus ojos me miraban atónitos-. Alguien que te abrace cuando lo necesitas.
Sin pensarlo un segundo, alargué mis brazos y lo estreché fuertemente, haciendo que, de algún modo, viera que no estaba solo. No tardé mucho en sentir cómo sus hombros se convulsionaban en un llanto silencioso, y noté cómo sus lágrimas se escurrían por su mejilla hasta morir en mi cuello.
La situación me superaba por completo. Me vino a la mente una de esas entrevistas en las que Bill sonreía tanto y aseguraba lo feliz que era, y después lo comparé con lo que veía. Él había ayudado a sus compañeros de grupo, a su hermano, había cantado canciones alegres y había sonreído cuando lo único que necesitaba era que alguien se diese cuenta de lo que le ocurría. Pedía ayuda a gritos, y nadie los había escuchado hasta ahora.
Quizás porque era demasiado fácil contentarse pensando que él era feliz así, percatándose de lo que realmente le ocurría. Pero es más fácil girar la cara y fingir no darse cuenta. Y estaba segura de que él también se daba cuenta de eso.
-Tú no estás solo, Bill- traté de verbalizar lo que pensaba-. Tienes a tu hermano que te adora, tienes a Georg y a Gustav que te quieren muchísimo. No pienses que ellos no pueden escucharte, porque estoy segura de que se preocupan por ti. A lo mejor tienen miedo de ver realmente todo lo que sufres, y por eso prefieren esperar a que tú, por ti mismo, pidas ayuda. Estoy segura de que tú no pedirías ayuda ni en un millón de años.
-Te he pedido ayuda a ti- murmuró en mi oído. Después prosiguió dejándolo atrás-. ¿También te tengo a ti?
Esa era la pregunta que había temido. ¿Me tenía? sin duda yo estaba allí esa noche, cuando nadie más tenía tiempo para el pobre Bill. Era yo quien había intentado ver más allá de la gruesa coraza que envolvía su alma. Y aún así, no sabía si estaba a su lado.
Me mordí el labio inferior.
-No lo sé, Bill. Lo que pasó anoche… lo cambia todo.
Se separó bruscamente de mí apartándome de un empujón y se levantó de la cama de un salto, repentinamente ceñudo.
No dijo nada, de nuevo. Empezó a caminar por la habitación sin rumbo fijo. De vez en cuando le pegaba una patada a la maleta vacía del rincón, o entraba y salía del baño.
Por mi parte me aovillé en la misma posición en la que estaba, de espaldas a él. Rodeé las rodillas con los brazos y enterré la cabeza en el hueco, cerrando los ojos con fuerza.
Tenía que estropearlo todo. No yo, sino él. Estábamos bien, estábamos siendo sinceros. Pero se puso de nuevo de ese humor que tanto detestaba. Ya casi no me daba miedo. Ahora solo me causaba indiferencia. Cuando se le pasara, quizás – y sólo quizás – le pediría explicaciones.
Unos golpes y una voz masculina al otro lado de la puerta rompieron el momento. Yo no me moví un dedo, pero Bill sí que fue a abrir la puerta. Oí cómo entraba el hombre del servicio de habitaciones, y seguí sin levantar la cabeza. Posiblemente se preguntaba qué hacía Bill Kaulitz con una chica tan extraña en la habitación de su hotel.
Dejaron los platos sobre alguna superficie y el chico se largó. Oí el suave golpecito de la puerta al cerrarse.
No sentí los pasos de Bill acercarse, pero sí que pude oler su dulce perfume a unos pocos centímetros de mí. Me abrazó por la espalda y me besó el cuello, que hizo que se me erizara el pelo. Alcé la cabeza, pero no le vi porque estaba sentado detrás de mí.
-Como vuelvas a hacer algo así, te juro que me largaré, y no volverás a verme en tu vida- amenacé con los dientes apretados y las lágrimas a punto de desbordarse-. Esta vez va muy en serio, Bill. Si vuelvo a levantarme y no recuerdo lo que ha pasado, olvídate de mí para siempre- esperé unos segundos, conteniendo la respiración y reuniendo fuerzas-. Y como vuelvas a intentar acostarte conmigo sin mi permiso, te aseguro que no pararé hasta hundirte.
Él no dijo nada. Tampoco quería observar su reacción, así que respiré con fuerza y deshice mi postura.
-Bueno, ¿qué has pedido?- le pregunté sonriendo, como si lo que acababa de decir se tratase de un comentario del color de las cortinas.
Pero él no lo pasó por alto. Intentó seguir mi humor, pero le costó mucho más de lo que le costaba para hacer una entrevista. Supuse que sería complicado para él, y sobre todo para mí. No podía mirarlo sin dejar de recordar lo que me había hecho. Sin embargo le había prometido a Tom empezar de cero, y eso haría.
Bill había pedido una hamburguesa del tamaño de una vaca entera, y con un montón de patatas fritas, que se zampó en un periquete. Para mí no había nada de eso. Levantó la tapa de uno de los dos platitos que quedaban, y sonreí al ver una pequeña porción de tarta de chocolate. Me reí interiormente al ver que él se había pedido un trocito de pastel de frutas, recordando que no le gustaba el chocolate.
A penas hablamos durante la cena, sólo para comentar ciertos asuntos sin importancia. Él no parecía tener muchas ganas de hablar después de lo que había sucedido, y yo no quería forzarlo. Cuando terminamos, él sacó los platos sucios al pasillo y volvió a entrar.
Yo miré mi reloj y me di cuenta de lo tardísimo que era.
-¡Ostras!- exclamé-. Bill, me tengo que ir ya. Me encantaría quedarme un rato más, pero Noe me espera en el hotel, y no quiero que se preocupe.
Él hizo un pequeño puchero y se acercó a mí peligrosamente. Me apreté contra la pared que había al lado de la cama, y él se apoyó en las manos situadas al lado de mis hombros, mirándome de frente.
-¿No quieres quedarte un rato más?- preguntó suavemente, intentando sonar seductor, aunque fue un intento fallido, ya que la tristeza seguía empañando cualquier otro sentimiento en su voz-. Puedes quedarte toda la noche, no pasará nada- me aseguró.
-No debería, Bill- dije deseando quedarme-. Noe me espera y…
-Llámala y dile que estás aquí- me propuso.
Me lo pensé unos segundos. Él sabía que yo aceptaría y yo también, así que no le di demasiadas vueltas. Le sonreí y él me devolvió una sonrisa torva.
-No tengo pijama- dije sintiéndome estúpida una milésima de segundo después de hablar.
Bill se separó de mí y se dirigió al armario repleto de ropa y complementos. Seguramente había pedido más perchas de las que realmente correspondían a su diminuto armario. Sacó una camiseta extremadamente enorme. Decir que le quedaría tres tallas grande sería quedarme muy corta. Era verde, parecía de jugador de baloncesto, con un gran 19 en la parte delantera.
-Es de Tom- me informó-. A penas se la puso una mañana, y se cambió en mi cuarto. Pero no está sucia ni nada, puedes usarla para dormir- sugirió.
-¿Por qué me das la de Tom?- pregunté extrañada.
-Porque las mías son apretadas. Tú tienes… eh… y bueno, estarías incómoda.
Me hizo gracia su avergonzada referencia a mis pechos y sonreí, cogiendo la camiseta – más bien el camisón – y dirigiéndome al baño para ponérmela y aprovechar para llamar a mi prima, quien no cesó de hacer bromas a cerca de mis noches en el hotel de Bill.
No me quité la ropa interior, pues no me sentiría cómoda. Además, la camiseta era tan grande que se abría por todas partes y sería muy embarazoso levantarme con la prenda movida del sitio y se me viera algo. Mi pudor hacia ese tipo de cosas era quizás exagerado, pues él ya me había visto desnuda, pero yo seguía con mi convicción.
Salí del baño mientras él se estaba quitando la camiseta negra que llevaba para ponerse una de color blanco. La estructura de su espalda me llamó la atención. Era enclenque pero podía ver cómo algunos músculos sobresalían más que otros. Si no fuera tan delgado podía ser incluso modelo.
Me privó de la vista de su cuerpo poniéndose la otra camiseta, y se giró sin haberse dado cuenta de que yo lo observaba.
Los dos observábamos al otro con cierta incomodidad, pero no por eso dejamos de hacerlo. Se cubría la parte inferior con unos bóxers apretados de color granate que dejaban poco espacio a la imaginación, y con las piernas desnudas, sorprendentemente depiladas. Aunque, conociendo a Bill como lo conocía, lo extraño hubiera sido que no se depilara.
En realidad, eso de él me agradó. Indicaba que se cuidaba la imagen más de lo que pensaba, y siempre me había gustado eso en los hombres. Un chico descuidado que no se preocupa por cómo va no podía tener demasiado futuro conmigo.
-Te sienta bien- comentó mi atuendo-. Mejor que a Tom.
-Gracias- acepté el cumplido.
Intenté analizarme, y vi cómo la camiseta me llegaba hasta las rodillas. Debía tener un aspecto ridículo.
Él se metió en la cama, invitándome a mí también. Una vez dentro nos cubrió con la manta hasta las orejas y yo me encogí para entrar pronto en calor. No hizo demasiada falta, ya que Bill no tardó en abrazarme y quedarse profundamente dormido aferrando mi cintura entre sus manos. Yo no pude dormir con tanta facilidad, pero él había tenido un día moralmente agotador. Debía estar exhausto, y lo dejé tranquilo.
Parecía un ángel ahí acostado, con la cara apoyada con suavidad en las almohadas blancas, la boca entreabierta y el pelo alborotado.
Suspiré profundamente, y un olor que no era el de Bill llegó a mis fosas nasales. El olor de Tom.
Me alarmé un instante, hasta recordar que llevaba su camiseta. Olía a esa colonia de hombre que había olido las pocas veces que había estado tan cerca de él como para percatarme.
Pero ni aun así, con el olor de Tom en la mente, recordé que habíamos quedado en mi hotel la mañana siguiente. Estaba demasiado bien con Bill como para recordarlo.
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MensajeTema: Re: El eco de tu voz   El eco de tu voz - Página 2 Icon_minitimeMiér Mar 31, 2010 12:15 pm

esta buenisimooo!! el capi


q envidia le tengo q durmio con bill


kien pudieraa
jeje


subi otro capi prontoo

besoss
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>Mari<

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MensajeTema: Re: El eco de tu voz   El eco de tu voz - Página 2 Icon_minitimeMiér Mar 31, 2010 2:40 pm

GRACIAS!!!!!!!!!! juro q me iba a dar un ataq si no leia otro capitulo!!!!
esta muuuuuy bueno!!!! es super atrapant, no puedo parar de leerlo!!!!!!
xfa seguilo pronto!!!!!
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Caperuci
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MensajeTema: Re: El eco de tu voz   El eco de tu voz - Página 2 Icon_minitimeSáb Abr 03, 2010 8:11 pm

Genial!
No pertenezco al foro pero entro cada tanto a ver las noticias.
Me ha encantado
Segui escribiendo, lo haces de maravilla.
Espero leer el próximo capitulo.
besotes Very Happy
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Raquelín

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MensajeTema: Re: El eco de tu voz   El eco de tu voz - Página 2 Icon_minitimeDom Abr 04, 2010 2:20 pm

CAPÍTULO 9

Algo me despertó de buena mañana. Un sonido extraño, como un zumbido. Gruñí y me revolví.
Qué faena, había algo en mi cama y no me dejaba moverme bien. Seguramente el cojín, que se había girado y ahora me estorbaba. Intenté empujarlo. El cojín también gruñó.
Fruncí el ceño y abrí los ojos, decidida a echar al cojín de la cama y a hacer que fuese lo que fuese el zumbido me dejase en paz.
Arg. A penas me podía mover. Llevaba una especie de camisón horrendo y de poliéster la mar de incómodo. Pegué un pequeño bote para ponerlo al sitio e intentar despertarme del todo.
Menos mal, el zumbido paró.
Volví a cerrar los ojos y a tratar de dormir.
El maldito zumbido volvió a escucharse.
Le pegué una buena patada de frustración a la almohada, que lanzó un alarido. Me sobresalté y me levanté de golpe a por el móvil que vibraba en el bolsillo de mis pantalones, disculpándome a un Bill durmiente al que había pateado.
¿Tom? ¿Qué narices podía querer Tom a las nueve y media de la mañana?
Mierda. Mierda, mierda, y mil veces mierda.
Descolgué y me metí al baño.
-¿Hola?- saludé susurrando tan bajito que no supe si me entendería.
-¿Dónde te has metido?- preguntó confuso.
-Joder, Tom, lo siento, me he dormido- mustié.
-Es igual, ¿puedo subir a tu habitación? Me estoy helando, y puedo esperarte ahí.
-Uhm… no estoy en mi habitación.
-¿Y dónde narices…?- se paró a meditar-. Oh, vale. Capto, capto. Pues… eh… lo dejamos para otro día, ¿no?
-¡No! no, espera… ¿puedes volver a tu hotel? Estaré en el hall en un periquete, no me cuesta nada.
-De acuerdo. Yo voy en mi coche, así que estaré ahí en diez minutos.
-Genial, hasta ahora.
¿Genial? ¿Cómo que genial?
Miré a mi alrededor. Había dos pares de toallas. ¿Bill consideraría una falta de respeto que usara sus toallas? No, seguro que no. O al menos eso esperaba.
Salí del baño a por la ropa del día anterior y lo entré al aseo para cambiarme enseguida.
Realmente, creo que jamás me di una ducha tan rápida ni con tanto cuidao para no despertar a Bill, quien dormía apaciblemente en su cama. La presión del agua era tan débil que me desesperaba. Afortunadamente, Bill tenía de todo en la bañera, así que le cogí champú, gel y suavizante, tratando que no se diera cuenta.
Salí escopeteada y me vestí a tirones prácticamente. Los tacones no iban a ayudar a que Bill no se despertara, así que los dejé al lado de la puerta para ponérmelos al salir. Cogí el móvil y un par de cosas más que me había dejado, me peiné con un cepillo que había en el baño, sacudí la cabeza y me dirigí a la puerta.
Me disponía a salir cuando algo me detuvo.
No iba a irme dejando a Bill ahí sin decirle nada. Se lo merecía, pero había decidido empezar de cero.
No había ni papel ni boli por ningún sitio, y no iba a ponerme a buscar nada. No tenía tiempo, así que entré en el baño y escribí en el espejo empañado por el agua.

He tenido que irme corriendo. Me ha llamado Noe. Llámame cuando te despiertes. Un beso.

Un poco soso, pero no había para más. Volví hacia la puerta, pero me detuve de nuevo. Me mordí el labio observando desde la entrada el bulto de mantas que era Bill en ese momento. Me acerqué a él. Rodeé la cama y me agaché hasta que estuve a la altura de sus ojos. Tenía el pelo revuelto encima de la cara, pero lo aparté con sumo cuidado para presionar mis labios contra los suyos delicadamente y que no se despertara. Él murmuró en sueños y sonrió de forma casi imperceptible.
Lo miré unos segundos, sospesando la idea de plantar a Tom y quedarme con ese nuevo Bill al que tanto adoraba, pero no era una buena idea. Así que volví hacia la entrada, cogí la camiseta que había usado como pijama, los tacones, y salí de la habitación intentando por todos los medios no dar un portazo.
Cuando estuve bien alejada de su puerta, me puse los zapatos y eché a andar.
Efectivamente, Tom me esperaba en un sillón escondido bajo mil capas de ropa en el hall. Varias personas cuchicheaban a su alrededor, y él se revolvía incómodo. Sonrió aliviado al verme, y vino hacia mí. Me dio dos besos y me condujo de nuevo hacia el ascensor.
-¿Dónde vamos?- pregunté extrañada al ver que no salíamos a la calle.
-Al garaje. Iremos en mi coche.
-¿Por qué lo tienes aquí?
-Porque vine desde Berlín con él. Tenemos nuestra casa allí, y tampoco está tan lejos. Me gusta conducir solo, a parte de que los demás también cogieron sus coches. Está bien estar juntos durante las giras, pero hay veces que necesitas espacio.
Asentí y le sonreí. A mí también me gustaba conducir sola. Y de noche, cuando a penas había gente en la carretera.
-¿Y por qué vamos ahora en coche?
-Ayer tuvimos un pequeño problema- se rascó la nuca mientras salíamos del ascensor y echaba a andar hacia una puerta que accionó con la tarjeta de su habitación-. La camarera de la coctelería era fan nuestra y llamó a medio Hamburgo para contárselo. Tuvimos que largarnos bien aprisa del lugar. Ahora todo el mundo sabe que estamos aquí, y será un royo si alguien te ve con nosotros. Más que nada porque las fans se vuelven muy celosas. No todas, claro. Pero hay muchas histéricas que no soportan que nos relacionemos con otras chicas, y se meterían contigo.
Nos paramos frente a un enorme cochazo de color negro. Me brillaron los ojos al verlo. A su lado estaba el coche de Bill, que comparándolo con el de Tom parecía el coche de la Barbie.
Escalé hasta el asiento del copiloto y él encendió el coche, que rugió como un tanque.
-Bueno, y ¿qué tiene que ver eso con dónde vamos ahora?
-Saldremos de la ciudad, si te parece bien.
-¿Como?
-Sí, hay un bar a las afueras donde podemos hablar sin problemas. Los dueños son amigos míos.
-Ya, todo el mundo es amigo tuyo- comenté.
Él echó a reír y se centró en la conducción. Hablamos un poco de todo. Me preguntó por mi vida, y yo por la suya. Lo cierto es que me sorprendió. Contra todo pronóstico, tenía los pies en la tierra. Tenía un aspecto dejado y desinteresado, pero no lo era para nada. Cuando yo hablaba, él escuchaba atentamente. Incluso se sorprendió cuando me dijo que tenía pensado irme a vivir a Inglaterra una temporada.
-Uau, ¿no te da miedo?- preguntó admirado.
-¿Miedo? ¿Por qué iba a tener miedo?
-No sé, vas a un país extraño, no conoces a nadie, tienes que buscarte la vida… debe ser horrible.
-Tú lo llevas bastante bien- observé.
-No es lo mismo.
-Ah, ¿no?
-No. Yo tengo el alimento asegurado. Sé que allá donde vaya voy a tener una cama donde dormir y un plato del que comer. Pero tú no. Además, yo tengo a mi hermano y a mis amigos, y siempre ayuda tener compañía en un sitio extraño.
-¿Sabes? Así no ayudas.
Ambos nos reímos.
-En realidad son cosas que ya pensé en su momento. Pero si no me lanzo ahora, ¿cuándo lo haré? ¿Entiendes lo que quiero decir? Es una oportunidad que no tendré si me caso y tengo hijos, y…
-¿Quieres casarte y tener hijos?- preguntó desviándose completamente del tema.
-Ahora, evidentemente, no. No me hace demasiada gracia, pero no sé si en un futuro cambiaré de idea. Los niños no me gustan demasiado.
-Ya, entiendo. A mí eso del matrimonio me echa para atrás- comentó mirando al frente sin pensarlo demasiado-. Y, puedes matarme si quieres, pero tampoco creo en el amor verdadero.
Sopesé sus palabras observando su rostro. Se parecía demasiado a Bill, pero era más dulce que su gemelo. Tenía las facciones más limpias, más suaves, y eso inspiraba confianza. Se giró unos segundos y sonrió al ver que lo miraba. Yo aparté la vista de su cara.
-Yo no sé si creo en el amor- dije siguiendo la conversación.
-Conozco mis razones, pero ¿cuáles son las tuyas?
-Para empezar, el amor consiste en que tienes una media naranja, o algo así, ¿no?- asintió-. ¿Y por qué vas a tener que encontrar a tu media naranja que, por lo general y por casualidades de la vida, vive en tu mismo país, en tu misma ciudad, y, si me apuras, en tu barrio?
-Hay gente que no encuentra nunca el amor- se encogió de hombros.
-Lo sé, pero hay gente, muchos, que se casan con compañeros de instituto, o de trabajo. A lo mejor tu media naranja es un esquimal, o es un indio, o vete tú a saber. Puede que encuentres a alguien en tu círculo de amigos, o en tu vida diaria, o donde sea que satisfaga tus necesidades, pero nunca estarás seguro de que es tu media naranja.
-Hay gente que piensa así. Bill, por ejemplo.
-Bueno, Bill vive en su propio mundo.
-Eso es cierto- se rió.
-Y a parte de eso… Seguro que habrás oído que lo importante es el interior, ¿a que sí?
-A diario.
-Hay mucha gente que dice que el físico no importa, que sólo cuentan los sentimientos.
Él asintió con la cabeza.
-Si fuese así, nos casaríamos con hombres y mujeres sin importar el sexo. Porque, al fin y al cabo, si lo que cuenta es el interior, puedes enamorarte indistintamente.
-Eso es un poco duro.
-Pero cierto.
-¿Eres bisexual?
-Yo no he dicho eso.
-Entonces, ¿lo niegas?
-No.
-Aclárate.
-Lo que quiero decir es que, hoy por hoy, no me atraen las mujeres. Pero ¿quién sabe? Hay un dicho en España que dice: “nunca digas ‘de esta agua no beberé’”.
-Yo no me voy a liar con un tío en mi vida.
-Que tú sepas.
-Estoy bastante convencido- se paró a pensar un momento-. Creo que lo que quieres decir es que le das importancia al físico, ¿no?
-Exacto. Sé que suena superficial, pero me parece algo bastante básico. El sexo forma parte de las relaciones, y si una persona no te atrae sexualmente es difícil, al menos para mí, mantener una relación normal.
-Eso es verdad- me dio la razón-. La mayoría de personas no lo ven así.
-La mayoría de personas no tienen ni idea- contesté riéndome.
El trayecto en coche no duró mucho más. Seguimos debatiendo los pros y contras del tema del que hablábamos hasta que llegamos a una pequeña cafetería en un barrio de las afueras.
No se veía mal lugar, aunque el cielo encapotado lo hacía que todo pareciese lúgubre. Los árboles deshojados se mecían siniestramente, alineados en las aceras que rodeaban los pequeños adosados, todos iguales.
Entramos en el local casi vacío, para dirigirnos a la zona más alejada de la puerta tras un tabique desde el que no se veía la entrada. Al pasar, Tom saludó al camarero, quien vino enseguida a tomar nota de lo que queríamos. Yo pedí un café – de las pocas cosas que sabía decir en alemán – y él un vaso de leche con cacao.
-¿Qué tal con Bill ayer?- preguntó una vez tuvimos en frente los desayunos.
Entonces supe que las charlas agradables se habían terminado.
-No estuvo mal. La verdad es que parecía un chico completamente distinto. Me preocupé por él.
-¿Porque era distinto?
-No, porque se veía muy deprimido. No sé, Tom, deberías hablar con él más a menudo- él apartó la vista tratando de no darse por aludido-. Lo digo muy en serio. Ayer estaba yo con él para que no se sintiera solo, pero yo me voy el domingo, no voy a estar aquí para siempre- me miró con lástima-. ¿Cuánto tiempo hace que no hablas con él?
-Esta mañana- trató de salirse por la tangente.
-Hablar con él seriamente.
Tardó unos segundos en contestar.
-Mucho tiempo- murmuró.
-Exacto. ¿Cómo quieres que no busque consuelo en gente que a penas conoce, como yo misma, si su propio hermano no le escucha?
-No es mi culpa- trató de excusarse-. Él es demasiado sensible, demasiado… no sé, supongo que hay facetas suyas con las que no soy compatible.
-¿Y tú crees que a él le hace gracia que tú vayas pavoneándote de cuánto ligas?
Se quedó callado mirándose las manos sobre la mesa.
-Tú mismo dijiste ayer que él siempre estaba ahí cuando surgía un problema, siempre intentaba ayudar a su manera. Pero no obtiene nada a cambio. Tu hermano necesita ayuda, tu ayuda. No me necesita a mí.
-¿Y qué le pasa?
-Se siente solo. Simple y llanamente.
-¿Solo? Tiene a miles de fans a sus pies, no sé cómo se puede sentir solo- negó con la cabeza, intentando comprender.
-¡Te lo estoy diciendo! La compañía de las fans no es ni un trocito pequeño de la cuarta parte de compañía y apoyo que necesita Bill. Es muy sensible, tú mismo lo has dicho, y está acostumbrado a tenerte a su lado. Lo que pasa es que te has cansado de ayudarle, y no está bien.
-¡Eh! Yo no me he cansado de mi hermano- se enfadó.
-Ah, ¿no? ¿Y cómo es que ayer dejasteis a Bill llorando en su cuarto y os fuisteis a emborracharos? ¿Eh? ¿Qué nombre tiene eso? ¡Te has cansado de intentar hacer que se siente bien, porque tiene una mente demasiado complicada para tu única neurona!- dije fuera de mis casillas-. Pues te voy a decir una cosa bien clara- dije señalándolo con un dedo-. Bill no se merece tener un hermano tan estúpido como el que tiene.
-Te estás pasando- murmuró entre dientes, recordándome al Bill al que tanto temía. Pero Tom no me daba miedo en absoluto. Tenían auras distintas-. Eras tú la que pensaba que Bill era un mierda hasta que hablé contigo.
-Pero cambié de idea al verlo ayer. Sois complementarios, Tom- traté que comprendiera-. Lo que tú tienes de chulo, él lo tiene de sensible. No esperes que cambie porque a ti no te venga bien que él sea así.
-No lo entiendes- dijo en voz baja-. Estar con Bill día a día es muy duro. Con sus cambios de humor y todo eso. Es tan persuasivo…- añadió en voz tan baja que no estuve segura de haberlo escuchado bien. Después se aclaró la garganta y prosiguió a voz normal-. No hemos sido nosotros quienes le hemos dado la espalda. Ha sido él solito el que se ha ido metiendo en su propio mundo.
-Entonces, me estás diciendo que es su culpa.
-¡No!- sacudió la cabeza con frustración.
-Entonces no lo entiendo- comenté pegando un sorbo de mi café.
-Da igual, dejemos el tema- gruñó enfurruñado-. Mañana hablaré con Bill, si eso te contenta.
-Hoy.
-Hoy hablaré con Bill.




***


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MensajeTema: Re: El eco de tu voz   El eco de tu voz - Página 2 Icon_minitimeLun Abr 05, 2010 10:01 am

de mas el capi
me encata tu fic

subi otro prontooo xfaaa Smile
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>Mari<

>Mari<


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MensajeTema: Re: El eco de tu voz   El eco de tu voz - Página 2 Icon_minitimeDom Abr 11, 2010 1:15 pm

hacia mil años q no podia entrar!!!
me estaba muriendo de la angustia!!!!!
esta d+, me volvi adicta a el fic, jajajja!!!
subi capi pronto!!!!
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Raquelín

Raquelín


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MensajeTema: Re: El eco de tu voz   El eco de tu voz - Página 2 Icon_minitimeDom Abr 11, 2010 5:36 pm

hoy 2 capis, por la espera *.*

CAPÍTULO 10

Tom no volvió a nombrar a su hermano el resto de la mañana. Decidimos quedarnos allí hasta bien entrado el mediodía, ya que era bastante agradable y tranquilo. Además nadie se percataba de nuestra presencia, lo cual venía bien cuando se trataba de un famoso perseguido como Tom.
Estuvo contándome anécdotas de fans con inventiva para llegar hasta ellos, y yo le iba contestando con otras historias que había oído por ahí.
-¿Conoces a este grupo que se disolvió hace unos años? Se llamaban Busted- negó-. Bueno, pues a mí me gustaban cuando era un poco más pequeña. No fueron mis ‘Tokio Hotel’, pero hubo una temporada que me dio fuerte con ellos. El caso es que una vez leí que a James Bourne se le coló una fan en casa y la pilló espiándole mientras se duchaba.
Rompió a reír de esa forma tan natural que me encantaba.
-Espero que nunca me pase algo así. ¿Te imaginas? Yo durmiendo en pelotas, y de repente me despierto y veo que una rubia impresionante me está violando- hizo cara de disgusto muy mal ensayado.
-Pobre Tom- me reí.
-Una vez leí algo de una mujer que se dormía cuando lo hacía con su marido- dijo divertido.
-Es que a veces sois muy malos- traté de defenderla-. Aburridos, es la palabra.
-Pensé que era una leyenda urbana- dijo con un hilo de voz-. ¿En serio os dormís?- preguntó seriamente preocupado.
Lo miré para asegurarme de que no estaba de broma, y al ver que lo decía completamente en serio, estallé en carcajadas.
-Eres tonto- hizo un puchero igual al de su hermano-. ¿Dónde leíste eso?
-En la consulta el dentista. Era una revista de esas de mujeres, no me acuerdo del nombre. ¿Tú las lees?
-Depende. Antes leía revistas para adolescentes, pero ya cansan. Ahora soy más de la Vogue.
-Oh, menudo estilazo- se mofó.
-Es interesante, y hay muchos vestidos bonitos- me encogí de hombros.
-Yo leo el Playboy.
-¿Lees? ¿O miras?
-Es verdad, yo miro el Playboy.
Sonrió, pero no como si lo que hubiera dicho fuera broma ni muchísimo menos, sino como si se sintiera orgulloso de ello.
-¿Y es lo único que lees o miras?- pregunté desinteresadamente mientras pegaba un bocadito uno de los croissants que nos habíamos pedido para almorzar algo.
-No, leo algunos libros también, sobre todo si estamos de gira. En el autobús hay veces que, simplemente, te apetece meterte en un mundo a parte, separarte del resto de la humanidad. Cuando leo algo, si me gusta, me hundo en el libro, y eso me ayuda a desconectar.
Me asombré de lo serio y maduro que pareció de momento.
-¿Y qué libros son?
-Pues… anoche me terminé el último de la saga de Crepúsculo, seguro que has oído hablar de él.
-Sí, también me lo leí hace un tiempo. ¿Ha salido ya en alemán?
-No, me lo compré en inglés- sonrió triunfante.
-Yo también- admití-. Estaba muy intrigada, y no podía esperar hasta que lo sacaran en español, así que lo encargué en inglés.
-¿Te han gustado en general?
-Lo cierto es que no me ha gustado el final- resumí.
-No, a mí tampoco.
-Además, Bella me cae mal- dije refiriéndome a la protagonista.
-¿Por qué? ¡Pobrecita!
-Porque es estúpida.
-Oh, seguro que estás enamorada de Edward y tienes celos- se burló.
-No, idiota, pero hace sufrir a Jacob demasiado. Él sí que me da pena. Prefiero a Jake antes que al vampiro.
-Yo no. Jake me cae mal.
-Vale, no vamos a discutir ese tema- me reí, preguntándome qué había impulsado a Tom, el gran macho de Tokio Hotel, a leerse unas novelas de ese estilo, pero supuse que se lo habrían recomendado, y si lees el primero, tienes que leerte el resto. Era demasiado adictiva.
-¿Qué otros libros lees?- preguntó siguiendo con el tema de la lectura.
-Últimamente no tengo mucho tiempo, con las clases y todo. Pero este verano me he leído ‘Cumbres Borrascosas’ en inglés, porque tarde o temprano me lo harán leer para la clase de literatura, con trabajo incluido, y será mejor que vaya con una idea aproximada de lo que voy a encontrarme.
-No me lo he leído- confesó-. ¿Está bien?
-Me encantó. De hecho hay párrafos que los he memorizado.
-No me lo creo- me pinchó.
Levanté la nariz con dignidad teatral, tomé aire y comencé a recitar mi fragmento favorito de la obra en versión original:
- Mi amor por Linton es como… las hojas de los árboles. Con el tiempo cambiará. Como el invierno cambia los árboles. Mi amor por Heathcliff es… es como las rocas eternas bajo la tierra. Algo que no vemos, pero necesario. Nelly, yo soy Heathcliff. Sin él, estoy muerta.
Tardó unos segundos en procesar la información y traducir aproximadamente las palabras enrevesadas, hasta que sonrió.
-Impresionante- me halagó-. Muy bonito.
-No es bonito- me reí.
-Sí que lo es.
-No, no lo es.
-Sí.
-No.
-Entonces, ¿por qué te gusta?
-Tienes que leerte el libro para entenderlo- escurrí el bulto.
-Eres imposible- suspiró frustrado-. Vale, me leeré el libro en tu honor.
Sonreí satisfecha y me quedé mirándolo con expresión ausente, sin pensar nada en particular. Él también me miraba, pero con un gesto más pensativo, intentando desentramar algo que había dicho o hecho.
-¿Qué?- pregunté incómoda, apartando la vista.
Negó y apartó la vista con gesto serio. Giró la cabeza y una rasta se deslizó desde su hombro hasta balancearse a unos centímetros de su camiseta. Su camiseta.
-¡Ah!- dio un respingo y me miró-. Esta noche te he cogido algo prestado- comenté girándome a por el bolso.
-Ah, ¿sí?
-Ajá. Toma.
Le di su camiseta arrugada y la miró confuso.
-La he usado para dormir- expliqué.
Levantó una ceja.
-Sí, es que no llevaba pijama, y claro, no iba a ponerme una de las de Bill porque son incómodas, así que me dio esta.
-Uhm… es verdad, el otro día me dijo que no le gustaba esa camiseta y no dejó de atosigarme hasta que me cambié y le di la camiseta. La tenía secuestrada porque se supone que es fea- suspiró-. No es la más bonita, pero es mi preferida.
Bill no iba muy desencaminado, pero tampoco era para quitarle a su pobre hermano la prenda.
-¿La quieres?
-¿Perdón?
-Te la regalo- ofreció.
-¿Cómo me vas a regalar tu camiseta favorita?
-Ya encontraré una que me guste más.
-No puedo aceptarla.
-Yo no la quiero.
-Claro que la quieres, es tu camiseta.
-Ahora es tuya.
-No es mía, es tuya.
-Si no la coges, la dejaré aquí y la harán trapos.
Respiré hondo y solté el aire de forma sonora.
-Está bien- terminé cediendo. Cogí la camiseta de su mano y la dejé encima de la mesa, justo en frente de mí-. Pero no me la voy a poner por la calle.
-¿Por qué?- preguntó como si fuera imposible que yo me pusiera eso y no pasar como una tarada.
-Tom, me va diez tallas grandes, por lo menos. Voy ridícula con esto.
-Seguro que no es verdad. Estarás adorable- dijo sonriendo burlonamente.
-Parezco un saco de patatas.
-¿Y yo qué parezco? Te recuerdo que yo llevo eso todos los días.
-Pues… déjame pensar… un saco de patatas.
-Muy graciosa.
Pese al sarcasmo, terminó por acompañar a mis risas.
-En fin… creo que debería volver al hotel, dar señales de vida, y todo eso. Además quiero cambiarme de ropa, que aún llevo la de ayer.
-Vale, te llevo yo. ¿Quieres que quedemos para comer? ¿O vas a ir con tu prima?
-Creo… creo que voy a llamar a Bill. Le he dejado una nota antes de salir diciéndome que me llamara, pero no estoy muy segura de que lo haya visto, porque no me ha llamado- dije comprobando el teléfono para asegurarme.
-Igual se ha entretenido con nuestro manager, o se ha ido de compras.
-Podrías acompañarlo tú- le sugerí.
-¿De compras con Bill? No, creo que no.
Levanté una ceja.
-Me gusta ir de compras solo- se excusó-. Bill es demasiado meticuloso para estas cosas. Me pone demasiado nervioso y al final acabamos peleados.
-Como quieras. Pero que no se te olvide hablar con él nada más lo veas.
Puso los ojos en blanco, dando a entender que era una pesada de narices.

No tardamos en pagar e irnos de vuelta al centro. Me dejó en mi hotel sin bajar del coche y subí hasta la habitación, desde donde llamé a Bill para averiguar si estaba bien o necesitaba algo de compañía.
-Estoy bastante bien, gracias- respondió con una voz algo más animada que el día anterior-. Siento no haberte llamado antes, pero David me ha despertado para decirme que hablara con los demás. Parece ser que las fans han descubierto dónde nos alojamos y esto se va a poner difícil.
-¿Y para eso te despierta?
-Es para que esté preparado. Hay veces que llaman a la puerta, o se presentan en tu habitación, y miles de cosas. Es un tema un poco peliagudo.
-Sí, tiene sentido. Entonces, ¿qué vas a hacer hoy?
-Quería irme de compras, pero será un poco difícil por las fans y eso, pero iré discreto para que no me reconozcan. ¿Te apetece venir conmigo?
-Claro- acepté demasiado rápido sin tener en cuenta los avisos de Tom.
-Fantástico- su voz pareció más jovial-. ¿Paso a recogerte después de comer? ¿A las dos?
-¿Tan pronto?
-Así no hay tanta gente en la calle.
-Ah, evidente. Vale, pues a las dos.
-Quedamos donde la otra vez, ¿vale? Por si me descubren, que no me vean alrededor de tu hotel.
-Como quieras.
-Un beso, ¡adiós!
En ese instante, Noemi salió del cuarto de baño, envuelta en una inmensa toalla blanca y con otra enroscada en la cabeza.
-¿Ya estás ligando?- comentó mientras se acercaba a su maleta y comenzaba a seleccionar las prendas que iba a ponerse-. Voy a dejar algo de ropa para que la lave el servicio de habitaciones. ¿Tú quieres dejar algo?- preguntó olvidándose de su primer comentario.
-¿Eso no es caro?
-Mi madre lo incluyó en el precio. Dice que no le gusta demasiado pegarse la paliza de planchar todo de golpe cuando vuelvo.
-Tu madre no plancha- me reí.
-Bueno, ya la conoces- se rió también, negando con la cabeza.
-Entonces… casi que voy a dejar algo de ropa.
Saqué de la bolsa de supermercado toda la ropa sucia que tenía y la metí junto a la de Noe en un cestito que había en el baño.
-¿Dónde te apetece comer?- pregunté cuando ya había acabado de arreglarse.
-Es pronto aún. Sólo son las doce y media.
-Es que he quedado con Bill a las dos para ir de compras.
-Uou. Eso debe ser divertido.
-Puedes venir, si quieres- dije sin estar muy segura de lo que decía.
-No, prefiero quedar con Cindy y Amara
-¿Y quiénes son?
-Las chicas que conocí en la Fan Party.
-Osea… que prefieres irte con ellas a ir de compras con tu cantante favorito.
-Bah. Ya estuve desayunando con ellos. Creo que con eso me basta.
-¿Y no te hace tilín Gustav?
-Es mucho más mayor que yo. Además, él es alemán, músico, yo española, estudiante. No hay futuro, y aunque lo hubiera… Oh, lo siento- dijo al ver la cara que estaba poniendo-. Lo de Bill puede ser distinto- balbuceó-. Él tiene tu edad, sois compatibles, y…- se quedó sin argumentos.
-Déjalo, es igual. No sé ni siquiera yo lo que voy a hacer.
-No estás haciendo nada malo.
Me quedé callada, sin saber qué responder. Finalmente, decidí que no había nada que decir a eso, y cambié de tema.
-Entonces, ¿dónde comemos?
-Aquí mismo, en el hotel, ¿no?- se encogió de hombros.
-Vale, pues vamos a ver si la cocina está abierta ya.
Por fortuna sí era así. Yo no comí demasiado, no me apetecía. El pequeño lapsus de Noemi me había dado en qué pensar, para variar. Comí una ensalada de pollo y algo de pescado para segundo, pero no tomé postre. Por el contrario, mi prima se hartó de comer.
Despues de que ella se subiera a hacerse una siesta monumental, yo decidí que ya iba siendo hora de ir tirando hacia donde había quedado con Bill.
Llegué temprano, así que me dediqué a pasearme arriba y abajo por la acera hasta que escuché el claxon de su coche que, ya puestos, empezaba a ser un sonido familiar.
Subí en su coche y le sonreí de forma cálida. Él me miró con ojos turbios pero tratando de enmascarar lo que realmente deseaba, que posiblemente era quedarse en su hotel con una gran tarrina de helado de chocolate viendo una película romántica. Ah, no. Que no le gustaba el chocolate.
De repente, hizo algo que no esperaba. Apoyó una mano en mi nuca y me atrajo hacia su cuerpo, hasta que nuestros labios se juntaron. Claro, tenía algo de sentido, ya que se suponía que estábamos juntos, o algo parecido, ¿no? Sí, algo parecido.
Se separó de mí y sonrió, esta vez de forma más tranquila.
-No has echado a correr- dijo con voz calmada.
-Muy observador por tu parte.
-Eso dicen.
Arrancó el coche y yo me quedé plantada como una acelga, mirándole, sintiéndome muy estúpida. En algún momento mientras conducía pareció empezar a disgustarle el silencio, y decidió romperlo hablando con esa voz que no me gustaba. Sonaba postiza.
-He pensado que podríamos ir a mi tienda favorita a mirar algún bolso, y después hay una zapatería que es mi favorita y tengo muchos puntos descuentos acumulados, igual me compro algo allí también. Si quieres podemos pasar por Channel, que hace poco han inaugurado una tienda aquí y puedes mirarte algo.
-Yo es que soy más de Zara, ¿sabes?
-¿Qué es ‘Zara’?
-Uhm, déjalo. Pero no vamos a ir a Channel.
-¿Por qué?
-Porque es caro. Muy caro.
-No tanto.
-No tanto para ti.
Negué con la cabeza, dando por finalizada nuestra conversación.

CAPÍTULO 11

En cuanto entramos en la primera tienda, entendí a Tom. Yo no era una fanática de las tiendas, pero tampoco me disgustaban. Bill se paraba en frente de unos pantalones y los observaba tan meticulosamente que me sacaba de quicio. Los miraba, primero de lejos, luego se acercaba, los miraba desde distintas perspectivas y después los cogía. Los toqueteaba un rato para saber si le gustaba el tejido, y si era así, lo cogía y se lo llevaba al probador. Cuando se lo ponía salía mirándose el trasero en el espejo, murmurando que no tenía culo.
-¿Qué te parecen estos?- preguntó cuando salió del probador con unos vaqueros lavados a la piedra que le sentaban de miedo.
-Te quedan muy bien- respondí sin hacer justicia de su verdadero aspecto.
-¿No me hacen mucha bolsa por esta zona?- dijo señalando la parte alta del muslo.
-No, creo que así serán más cómodos- me encogí de hombros-. ¿No vas a probarte ninguna camiseta?
-Hoy, no. he venido a por unos pantalones para la próxima gala. Aunque puedo mirarme alguna camiseta, o algún chaleco para ponerme algo nuevo, que siempre está bien. Además necesito unas botas.
-¿Cuándo es la gala?
-No lo sé- suspiró frustrado volviendo a entrar al probador-. Me voy a quedar los pantalones- anunció desde dentro.
-¿Cómo no vas a saber cuándo tienes tu próxima gala?
-Tengo tantas fechas entre conciertos, galas y apariciones en televisión que a penas recuerdo el día de mi cumpleaños.
-Oh, entiendo. ¿Vas a cogerte algo más?
-No, sólo los pantalones en esta tienda.
-¿Y luego?
-A la zapatería. Después ya habremos terminado y podemos ir donde tú quieras.
-Vale- me mostré de acuerdo.
Pagó una cantidad indecente de dinero por aquellos pantalones, además de una sonrisa y un autógrafo para todas las dependientas de la tienda.
-Debe ser duro, ¿no?- pregunté mientras salíamos a la calle con los guardaespaldas siguiéndonos discretamente.
-¿El qué?
Cada dos pasos, Bill se paraba a firmar algún autógrafo o posar para fotos. Él lo hacía con una sonrisa que parecía estremecedoramente real. Lo curioso era que ninguna de las chicas se paraba a chillar como locas, o intentar raptarlo, o cosas por el estilo. Y tampoco se fijaron en mí, cosa que me gustó bastante.
-Ser famoso.
-Depende del día. Hay veces que es un subidón de autoestima. Otras veces es horrible no tener vida privada. Me gusta más ser un egocéntrico- sonrió a la cámara de un móvil y siguió adelante-… que estar deprimido todo el día. Por eso soy así. Voy guardándomelo todo dentro, y después pasa lo que pasa- no me miró mientras hablaba, lo cual me molestó bastante-. Ya hemos llegado- señaló una tienda y entró, dejando a la gente de la calle seguir su ritmo de vida.
Nada más entrar, se dirigió a paso ligero hasta la parte más honda del local, dejando a la dependienta atónita. Yo le sonreí tímidamente al pasar y correteé hasta llegar a donde estaba Bill.
Él estaba delante de una estantería llena de botas de estilo gótico, y las miraba con interés.
-¿Te gusta alguna?
-¿Por qué has sido tan frío antes, en la calle?- le pregunté sin rodeos, ignorando su mundana pregunta.
Suspiró sin apartar las pupilas del calzado.
-Porque no quiero que piensen que tienes nada que ver conmigo.
Retrocedí un paso, mirándolo asqueada.
-¿Te avergüenzas de mí?
Levantó una veja y entonces me miró de lado.
-Boba- sonrió y me atrajo hacia sí hasta que pudo rodearme a la perfección con ambos brazos-. No me avergüenzo de ti. Simplemente, no quiero que lo pases mal. ¿Te imaginas que empiezan a aparecer fotos tuyas por la red como si fueras mi novia? No quiero que te ocurra eso.
Acto seguido, estampó sus labios contra los míos y yo enrojecí al instante, reprendiéndome por ser tan sumamente desconfiada.
En cuanto se separó, me pasó un dedo por la cara con suavidad y se volvió hacia el estante que teníamos delante.
-Antes de tu pequeño ataque, te estaba preguntando a cerca de estas magníficas botas- siguió con voz cantarina, aparentando que nada había pasado.
-Creo que son demasiado estrambóticas para ti- confesé.
-Yo soy estrambótico.
-Pero no tanto. Son demasiado enormes, y tú tienes las piernas delgadas. Mira, estas de aquí te quedarían mejor.
Proseguimos sopesando pros y contras, hasta que se decidió por unas color negro bastante bonitas, y no tan extravagantes. Algo más glamuroso, por ponerle un nombre.
Él dejó la caja con las botas en el mostrador para cogerlas después, y se dirigió hacia el calzado femenino. Estuvo paseándose de arriba a bajo mirando botas, sandalias y tacones hasta que se giró y me preguntó por mi número.
-No necesito zapatos- respondí con rapidez.
-No te he preguntado eso.
-No quiero zapatos.
-Sí quieres zapatos.
-No.
-Todo el mundo quiere zapatos.
-Yo, no.
-Quiero regalarte unos zapatos.
-No lo vas a hacer.
Frunció el ceño y se acercó a mí. Hizo que me sentara y me cogió un pie, luchando contra mis intentos de zafarme, que no surgieron efecto. Observó la talla en la suela de mis deportivas y sonrió triunfante. Después cogió varias muestras y se fue cara a la dependienta, diciendo algo en alemán. Supuse que le estaba pidiendo mi número.
-¿Te gustan?- preguntó cuado la chica entró en el almacén.
-Me alegro de que mi voto cuente- refunfuñé.
-Qué gruñona eres- sonrió y se sentó a mi lado, enseñándome una bota y tres tacones-. Son bonitos, ¿a que sí?
-La verdad es que sí- suspiré.
Evidentemente, se salió con la suya. Terminó por comprarme las botas que había elegido. Lo cierto es que me gustaron muchísimo. Eran altísimas, hasta la rodilla, con tacón ancho y punta redonda. Se abrochaban con cremallera lateral, y desde la suela hasta la parte más alta subían unos adornos bordados en el cuero con motivos florales de color azul.
Salimos de la tienda los dos bien contentos, y llegamos hasta su coche, esta vez menos agobiados.
-¿Qué quieres hacer ahora?
-Podrías darme una ruta turística en coche por Hamburgo- sugerí.
-Buena idea- sonrió y puso en marcha el coche para sacarlo del parking donde lo había aparcado.
De cerca nos seguía una furgoneta negra con los chicos de seguridad, y me recordó a esa película de Hilary Duff en la cual la chica protagonista se pasea por Roma en la vespa de un cantante famoso en Italia y los sigue un guardaespaldas en un descapotable. Que, ya puestos, podrían hacer un trueque y quedarse ellos con el descapotable, ¿no? Bueno, volví al momento presente para, una vez más, sumergirme en la belleza del rostro de Bill mientras hablaba, señalaba edificios históricos aquí y allá y no le escuchaba.

Como era de esperar, llegamos al hotel bastante tarde. Habíamos estado un par de horas en las tiendas, y después varias más por ahí con el coche. Llegué y lo único que me apetecía era tumbarme.
-¿Vas a quedarte un rato?- pregunté cuando detuvo el coche en la puerta principal.
-Puedo venir un rato contigo. Pero tendré que dejar el coche y venir andando.
-No te molestes, si no quieres- añadí con rapidez.
-Quiero quedarme más contigo.
-En ese caso, me parece bien- sonreí.
-¿Te veo en un rato?
Asentí contenta y me giré para abrir la puerta del coche, pero me detuvo con una mano e hizo que le diera un beso. Volví a quedarme traspuesta.
-Creo que me va a costar acostumbrarme a esto- admití atropelladamente.
Él soltó una carcajada y yo salí del coche con una débil sonrisa en los labios y mi bolsa con las botas bien agarrada en la mano.
Una vez estuve en mi habitación saludé a Noemi, quien también acababa de llegar.
-¿Vas a salir esta noche?- pregunté al ver que estaba pintándose.
-Sí. Hemos conocido a unos chavales que son de aquí y saben dónde hay buenos sitios para salir de marcha.
-Pues ten cuidado- me vi obligada a decir.
-Siempre tengo cuidado- dijo con voz cansina.
Mientras hablábamos, decidí llamar a mis amigas para ver qué tal andaba la cosa por España, y lo único que recibí a cambio fue un ‘ves al ordenador ahora mismo’ y poco más. Suspiré y entré en el baño, donde mi prima estaba terminando de hacerse la raya del ojo.
-Tengo que bajar a los ordenadores- le dije-. ¿Te importa quedarte por si sube Bill y no estoy?
-¿Va a venir?- vi cómo se sonrojaba bajo la capa de maquillaje.
-Sí.
-Vale. Y no tengo que salir hasta dentro de una hora o así.
-De acuerdo. Pues, si no nos vemos, que te lo pases bien.
-Lo mismo digo- añadió con rintintín.
Cerré la puerta y bajé hasta la sala donde estaban los ordenadores. Había varios hombres de negocios hablando por teléfono a velocidades inauditas a tiempo que iban y venían por páginas web.
Yo me senté en uno libre y esperé hasta que se encendió. Una vez enchufé la mensajería instantánea, Belén empezó a hablarme.

B: Estoy en casa con Isabel, y hemos empezado a buscar cosas de los tipejos estos por los foros y eso, y mira lo que hemos encontrado.

Me pasaron un link con un foro en el que tuve que registrarme. Estaba en alemán, por lo que no entendí nada. Pero las fotos sí las entendía perfectamente. En ellas se podía ver perfectamente mi cara en la cena con los chicos la noche anterior, además rodeada por un círculo rojo. Había varias de la cena, además de una de mi abrazo con Tom a la salida del restaurante. Si seguía mirando, me veía a mí misma dándole la mano a Bill por la calle el día que fuimos a la cafetería, y... oh, mierda.
Había unas cuantas de ese mismo día. Las que habían ido haciendo a Bill por la calle, y yo salía de fondo, con la mirada baja, pero con ese maldito círculo rojo y una flecha señalándome.
-¿Qué cojones…?- murmuré con el ceño fruncido.
Y después, la peor. Se veía muy mal, pero se veía. Éramos Bill y yo en la tienda, él abrazándome mientras me besaba.

R: ¿Qué narices es esto?
B: Es el foro oficial alemán. No te hemos pasado el español, porque entonces lo entiendes y es peor.
R: ¿Qué dicen?
B: Que eres una puta. Pero bueno, eso ya lo sabíamos e__e’
R: No tiene gracia.
B: Es verdad. Ha sido Isabel, que me roba el teclado.
R: Isabel es tonta.
B: Y Raquel más.
R: Parecemos mongolas.
B: Habla por ti misma.
R: Volviendo a hablar de temas serios, me voy a meter en un lío.
B: ¿Te has liado también con el de rastas?
R: No, sólo era un abrazo de despedida.
B: Pues no lo parece.
R: Lo es.
B: No se lo van a tomar así.
R: Me da igual. Estoy segura de que Bill sabe que no estoy liada con Tom, y es lo único que me importa.
B: No te estarás pillando…
R: Eso no tiene nada que ver. No lo conocéis.
B: ¿De verdad te importa lo que pueda pensar ese?
R: Claro que sí.
B: Es idiota. Y eso lo decimos las dos
R: ¡No lo conocéis!
B: Da igual. Él es un estúpido, y tú más por ir con él.
R: Es un chico genial.
B: Es una tía.
R: Y tú gilipollas.


Fueron mis últimas palabras antes de apagar el programa, cerrar internet y apagar el ordenador. Subí malhumorada hasta mi habitación e intenté cerrar de un portazo la puerta, pero tenía un sistema anti portazo que frustró mi intento. Lancé mi suéter hacia la habitación y entré en el baño, furiosa y cabreada. En mi bolsillo, el móvil no dejaba de vibrar pidiendo mi atención. Seguramente serían Isabel y Belén, pero las ignoré por completo. Paseaba por el pequeño cubículo frenéticamente, hasta que me detuvieron unos golpecitos en la puerta.
-Raquel- era mi prima-. ¿Estás bien?
-No- gruñí.
-Pues te dejo con tu mal humor y me voy, ¿vale? Bill ya está aquí.
-¿Ya?
-Sí, lleva aquí unos minutos.
-Genial- mascullé.
-Te veo luego, ¡adiós!
No respondí a su despedida. Simplemente me senté en el borde de la bañera y apoyé la cabeza en una mano, murmurando maleficios contra todo aquel que se atreviera a llamar ‘chica’ al ser más perfecto sobre la tierra.
Nadie tenía derecho a juzgar lo que hacía o dejaba de hacer, y mucho menos alguien que no lo conocía.
Me levanté y volví a pasear.
Vale que tenía sus pequeños defectos, pero ¿quién no? Además todo el asunto de las fotos…
-¡JODER!- grité y le pegué una patada furiosa a la bañera, y lo único que conseguí fue hacerme daño en el pie.
-¿Raquel?- pidió suavemente una voz a la otra parte de la puerta.
-No estoy en casa- refunfuñé.
-¿Qué te pasa?- prosiguió él.
-Estoy enfadada.
-Me he percatado.
No contesté.
-¿Me abres?
Dejé ir un suspiro y me acerqué a la puerta para abrirla de un tirón.
-¿Quieres hablar conmigo?- preguntó abriendo los brazos, invitándome a un abrazo.
Asentí y me acerqué a él para que me abrazara. Me besó el pelo mientras pasaba las manos por mi espalda, a tiempo que yo dejaba libres unas cuantas lágrimas de furia.
Me llevó hasta las camas y se sentó junto a mí, mirándome con atención.
-Hay fotos… hay… nos han visto besándonos en la zapatería y… hay un montón de fotos mías en el foro oficial alemán, y…
-¡Joder!- esta vez fue él quien salió de sus casillas y le pegó un puñetazo a la cama, que se hundió con virulencia bajo su puño-. Siempre tienen que joderlo todo.
Respiraba entrecortadamente, con las aletas de la nariz dilatadas y una mirada furiosa. Lo envolví entre mis brazos y traté de serenarlo, alarmada por su violenta reacción.
-¿Estás bien?- pregunté nerviosa.
-Eso tendría que preguntártelo yo.
-Yo estoy bien. En realidad, me da igual. Es a ti a quien afecta esto.
-¿Y por qué estás enfadada?
-Pues porque tengo unas amigas que no entienden nada. Ellas te odian, no sé por qué. Dicen que eres idiota, y yo más por estar contigo.
-Bueno, hay mucha gente que opina que soy idiota- trató de quitarle peso.
-La gente normal me da igual. Pero son mis amigas, ¿entiendes? Se supone que deben apoyarme y esas cosas.
-No le des demasiadas vueltas- intentó tranquilizarme-. Mañana será otro día, y veré qué puedo hacer con el tema de las fotos. El caso es que llevamos una temporada pensando algo, y lo tengo que hablar con Andreas.
-¿Quién es Andreas?
-Es nuestro mejor amigo, y el jefe de nuestro club de fans. Hace un tiempo que nos propuso prohibir que se publicaran fotos nuestras en foros oficiales que fueran de tipo paparazzi, y creo que es el momento.
-¿Qué?
-Sí, hablaré con el resto del grupo y con nuestro manager, pero creo que es lo mejor.
-Van a sacar las fotos igualmente.
-Ya, pero no en las páginas oficiales.
-Me odiarán.
-No van a saber que es por tu causa- me aseguró.
-Además, ¿qué vamos a hacer ahora que saben que estamos liados?
-En eso decides tú.
-¿Cómo?
-Si quieres que lo desmienta, lo desmentiré. Si quieres que diga que estamos juntos, eso haré.
Me mordí el labio y lo medité unos segundos antes de contestar.
-Creo… creo que será mejor que lo desmientas.
Hizo una mueca de tristeza.
-¿Qué pasa?
-¿Por qué quieres que lo desmienta?
-Porque nos conocemos desde hace muy poco, Bill. No sé cuáles son tus planes, pero los míos son volver a mi ciudad, que está a miles de kilómetros de ti, y seguir con mi vida. No puedo dejar mis estudios para venir a vivir contigo, ni nada por el estilo- traté de sonar lo más delicada posible, pero aun así eran palabras duras.
-Yo no quiero que te vayas- murmuró.
-Pero tiene que ser así.
-Lo entiendo. Lo que pasa es que no me gusta. Entonces, cuando te vayas, ¿todo se terminará?
-¿Tú quieres que se termine?
-No.
-Entonces no se terminará. Queda poco para vacaciones de navidad. Después está Pascua, las fiestas de mi ciudad, verano… simplemente hace falta paciencia.
-Así no suena tan mal.
-Claro que no.
-Ya tuve que romper una relación hace años por la distancia.
-Las cosas han cambiado. Tú eres más maduro que antes, ¿no?
-Sí.
-Y piensas de manera diferente.
-También.
-Pues entonces no te preocupes. Además, ¿nosotros estamos manteniendo una relación?- pregunté estupefacta.
-No lo sé- se sinceró.
-Creo que estamos en una fase de exploración- afirmé sonriendo de lado.
-Suena mal- arrugó el morro.
-No somos novios.
-No.
-Pero tampoco es un royo de una noche. Es algo entre medias. Creo que ‘fase de exploración’ es un buen nombre.
-Es un nombre muy feo.
-No tiene que ser bonito, ¿no?
-También es verdad.
Sonrió y se echó hacia detrás haciendo que yo también lo hiciera. Le pasé un brazo por el pecho y me acurruqué contra él.
-Por cierto- recordé de pronto.
-¿Sí?
-No he besado a Tom en mi vida.
-Eso espero- noté cómo su pecho se movía con su risa-. ¿Por qué lo dices?
-Anoche no cené con mi prima- sólo hubo silencio por su parte-. Cuando me llamaste estaba con Tom, Georg y Gustav cenando en una pizzería de al lado de tu hotel.
-¿Por qué no me lo dijiste?
-Porque pensé que te lo tomarías mal- noté cómo se alteraba su respiración y se le aceleraba el pulso. Cerré los ojos-. Siempre te enfadas, y tenía miedo de que te cabrearas conmigo. Pero sólo querían ser amables, de verdad. Si no hubiera sido por tu hermano, no hubiera ido a tu habitación anoche.
-No te acerques a mi hermano- gruñó entre dientes. Yo me encogí-. Es un manipulador, egoísta y sólo mira por su propio bien. No te aportará nada bueno.
-Pero si fue muy amable conmigo y…
-Tom no es bueno con las chicas- dijo controlando su voz al ver cómo me asustaba ante su genio-. Es malo. No vuelvas a pasar tanto tiempo con él si no quieres que te haga daño de verdad.
-¿Cómo lo sabes?- susurré con un hilo de voz.
-Puedo llegar a ser muy persuasivo si quiero. Sé que esta mañana te has ido para estar con él.
-Bill, lo siento mucho, pero él sólo…
-También sé lo que le has dicho de mí- añadió esta vez con miel en la voz. Hizo que alzara la cara para mirarle-. Gracias por intentar que mi hermano vuelva a comportarse como tal. Pero me temo que nuestra relación ha pasado a ser la de compañeros de grupo.
-No me parece bien. Si los dos cooperáis…
-No. Él… bueno. A él no le parece bien que tú estés aquí. Es decir, ya sabes que tengo un pequeño secreto, ¿a que sí?- sonrió juguetonamente.
-Lo sé.
-Él no está de acuerdo.
-Oh, vaya. ¿Por qué?
-No seas inocente, Raquel- pidió-. Él cree que le gustas.
-¿Cree que le gusto?
-Lo único que le pasa es que es envidioso. Como yo te tengo a ti, él también quiere. Siempre ha sido así, y más ahora que nos hemos distanciado.
-Pues vaya- suspiré y volví esconder mi cara contra su costado-. Me había caído bien.
-Puede llegar a ser muy simpático, si quiere.
-Podrías darle una oportunidad.
-Él sabe que le quiero, y que cuando quiera puede llamar a mi puerta y yo estaré ahí. Sólo le falta dar el paso.
-Será cuestión de tiempo.
-Eso espero. En realidad le echo de menos, pese a que lo veo todos los días.
-Es lógico.
-¿Os han sacado alguna foto juntos?- preguntó desviando levemente el tema.
-Sí, anoche, mientras nos despedíamos. Él me había pedido que te diese otra oportunidad, así que cuando le dije que había quedado contigo se alegró, y me dio un abrazo cuando nos despedíamos. En la foto se nos ve abrazados.
-No estoy muy seguro de querer verla.
Me encogí de hombros.
-Imagínate que eres tú. Lo único que tienes que hacer es ponerle tu pelo.
Se rió en silencio y nos quedamos callados unos segundos hasta que suspiró con fuerza.
-Creo que debería irme- rezongó.
-¿Por qué?- alcé la cabeza y lo miré con ojos tristes.
-Me temo que tengo que hablar con Tom.
-No os peleéis por mi culpa- pedí en un arrebato de egocentrismo.
-No vamos a pelearnos- me aseguró-. Simplemente voy a hablar con él. De hermano a hermano.
-En ese caso, eres libre de irte- aparté el brazo que lo mantenía junto a mí y se levantó de la cama con un ágil movimiento.
-¿Podré verte mañana?- pregunté esperanzada.
-Claro. Llámame cuando te despiertes.
Se acercó y me besó largo rato hasta que pareció estar satisfecho.
En cuanto se fue, me puse el pijama y me acosté, adorando a este nuevo Bill que no se enfadaba, que trataba de complacerme y que no se volvía loco. Me dormí pensando en Bill, dejando en un segundo plano lo que me había dicho de Tom. Aunque, tanto si le gustaba al rubio como si no, yo tenía a Bill. Mi idiota. Mi andrógino. Mi Bill.
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MensajeTema: Re: El eco de tu voz   El eco de tu voz - Página 2 Icon_minitimeLun Abr 12, 2010 12:00 am

aawww q boniitoo!!, me encanto!!
subi mas caps, esta muy lindo!!! Wink
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MensajeTema: Re: El eco de tu voz   El eco de tu voz - Página 2 Icon_minitimeVie Abr 16, 2010 12:39 pm

a full los capis

pero xfaaa subi masssss
q me estoy volviendo loca x saber como sigueee

Smile
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>Mari<

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MensajeTema: Re: El eco de tu voz   El eco de tu voz - Página 2 Icon_minitimeVie Abr 16, 2010 6:20 pm

creo q esta demas decir q me encanta, todos se dieron cuenta q soy adicta al fic!!!!
me mato la puerta con su sistema anti portazo, jajajaja!!!!
subi capi pronto!!!
küssitos!
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Raquelín

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MensajeTema: Re: El eco de tu voz   El eco de tu voz - Página 2 Icon_minitimeLun Abr 19, 2010 3:54 pm

CAPÍTULO 12

La mañana del jueves amaneció lluviosa. Me desperté cuando oí cómo algo se movía a mi lado y me desperecé haciendo un sonido agudo.
-¿Noemi?- pregunté soñolienta.
-Buenas noches- murmuró la chica dejándose caer en la cama.
Seguramente llegaría ahora de una noche de fiesta, y no estaría para interrogatorios, así que miré la hora en el móvil.
Uau, las ocho de la mañana. Debía estar haciéndome vieja, yo no aguantaba hasta esas horas. Me levanté y me puse lo primero que pillé para bajar a desayunar. Me hubiera duchado antes, pero no había cenado nada, y tenía un hambre voraz.
Una vez estuve en la cafetería, me tomé un crêppe de chocolate. De hecho, tenía una cantidad indecente de chocolate caliente, pero necesitaba azúcar con urgencia. Además, estaba empezando a tomarme el día con optimismo. Cuando se empieza un día con chocolate, no puede acabar mal, ¿no?
Mientras esperaba a mi vaso de leche caliente, llamé a Bill para ver si vivía o Tom y él se habían matado la noche anterior. Por muy descabellado que pareciera en mi mente en un primer momento, no pude reprimir un suspiro de alivio cuando escuché su voz soñolienta a la otra parte del teléfono.
-Buenos días- saludé con voz suave.
-Buenos… -su saludo se interrumpió con un bostezo-. Buenos días.
-¿Estas durmiendo?
-Estaba.
-Lo siento.
-No pasa nada. Tengo una entrevista en directo a medio día, y cuanto antes me despierte, más tiempo tendré para arreglarme.
-Uhm…
Silencio incómodo durante el cual me dediqué a recordar que no dejaba de ser un famoso más, con sus compromisos mediáticos y todo ese rollo.
-¿Tienes la tarde libre?- se apresuró a decir cuando el silencio se hizo demasiado largo.
-Sí, claro.
-Entonces, ¿puedo verte después de la entrevista?
-Vale. ¿En qué canal es la entrevista?
-En el Viva TV, a la una.
-…No tengo ni idea de lo que es, pero vale- me reí.
-Te llamo cuando pueda quedar, ¿vale?
-Sí.
-Nos vemos esta…-bostezo-… tarde.
-Un beso, adiós.
-Ciao.
Colgó, y juraría que no iba a levantarse y se quedaría durmiendo, pero eso ya era su problema.
Terminé de atiborrarme de chocolate, tomándome mi tiempo, y fui a levantarme de la mesa donde estaba, pero volvió a sonarme el móvil. Me planteé si cogerlo o no al ver el nombre de Tom en la pantalla, pero pensé que quizás Bill se había dejado el móvil en la habitación, o cualquier cosa.
-¿Bill?
-¿Sigues sin aprenderte nuestros nombres?- rió una voz grave al otro lado.
-Ah… hola, Tom. ¿Qué haces despierto a estas horas?
-Suenas desilusionada- comentó-. Me he despertado para mover a Bill de la cama. Pero cuesta mucho.
-Sí, es que Bill es una masa mórbida- dije sin entusiasmo en tono sarcástico en mi idioma.
-¿Qué?- preguntó totalmente descolocado.
-Déjalo estar. ¿Qué quieres?
-Preguntarte por qué estas despierta.
-Primero: ¿qué te importa? Segundo: ¿cómo lo sabes?
-Uau, qué humor. ¿Te ha bajado la regla?
-Muy gracioso, Tom.
A él sí que le iba a bajar yo la idiotez de una leche.
-Me importa porque me canso de esperar a que Bill se duche. Le cuesta una eternidad y he empezado a cotillear su móvil. He visto que le has llamado esta mañana y me ha apetecido llamarte.
-Mira qué bien.
“Encima de cerdo, cotilla” pensé para mis adentros.
-¿Pasa algo?
-¿A mí? No.
-Estás rara.
-No me conoces lo suficiente como para saber si estoy rara, Tom- respondí mordazmente.
-Se te ha pegado el humor de Bill, ¿eh?
-¿Por qué no te vas a jugar un ratito a los Pokémon?
-Ah, vale, ayer hablaste con mi hermano, ¿verdad?- dijo con voz frustrada al cabo de unos segundos.
-Déjame en paz.
-Ya te ha comido la cabeza sobre mí.
-Voy a colgar…- dije entonando una musiquita infantil.
En ese instante se oyó una voz de fondo unida al corte en la respiración de Tom, y algo que sonó a palabrota, pero que no entendí debido a que estaba en alemán. Aunque, a decir verdad, cualquier conversación normal en alemán me sonaba a palabrotas.
-¿Raquel?- se oyó una voz más suave pero crispada.
-Hola, Bill- saludé contenta de volver a hablar con él.
-Siento lo de Tom. No le hagas caso, ya sabes cómo es.
-Sí, ya lo sé. Es idiota.
-No te volverá a molestar más, de verdad- sus palabras tenían un trasfondo de amenaza, seguramente dirigida a Tom, que no me molestaron en absoluto.
Me dio tiempo a escuchar unas palabras con pinta de ser de todo menos halagos antes de que se cortara la comunicación.
Ahora sí que llegué a levantarme y subir hasta mi habitación. En la habitación, Noemi dormitaba como una marmota con la boca entreabierta y un pie colgando de un lado de la cama. Sospesé la posibilidad de tirarle un cubo de hielos encima para gastarle una broma, pero ni tenía cubo, ni hielos, y quizás se enfadaría un poco si lo hiciera. Sólo un poco.
Me pasé un buen rato pegando vueltas por la habitación, aburrida. Como era de esperar, mi prima no daba señales de estar viva, tan solo el suave sonido de su respiración, así que me bajé a los ordenadores un rato para hacer tiempo hasta la hora de comer.
Una vez allí actualicé mi blog con una foto de Hamburgo que vi por internet y un comentario breve y conciso. Después de colgar la foto me dediqué a leer lo de la entrada anterior, con una foto mía con gafas de sol, y vi que había varios de gente que me dedicaba un buen viaje. Tan sólo admitía comentarios de aquellos a quienes tenía en favoritos, así que ascenderían a un total de diez, la inmensa mayoría de Belén e Isabel diciendo pavadas. Me mordí el labio pensando en nuestra última conversación, pero no me paré a pensar demasiado en ella.
El último comentario fue el que me dejó descolocada. Era de una chica mejicana, amiga de Noemi, con quien había hablado una vez por mensajería instantánea y le había dado mi blog. De vez en cuando comentábamos nuestras fotos, pero nada más allá de un “qué mona estás” o “me encanta el texto”.
Lo que me llamó la atención fue lo breve y conciso que era. Un link de una página web y un simple: “¿Eres tú?” dos espacios más abajo.
Luché contra la tentación de abrir el link y confirmar que medio mundo sabía que había estado con Bill, pero no logré mantener mi posición más de un par de segundos, y cliqué cerrando los ojos, como si fuera una película de miedo.
De nuevo, tuve que registrarme para entrar a un foro, esta vez el español. Pasé por alto las advertencias de mis amigas de no pasarme por ese foro, pero la curiosidad pudo conmigo. Inmediatamente se cargó una web con las fotos que ya había visto en el foro alemán. Los comentarios no eran muy duros, la verdad. Algunos decían que querían matarme, pero no me lo tomé en serio porque, al fin y al cabo, era lógico que estuviesen alteradas. Otras, por el contrario, sólo decían que tuvieran calma, que los chicos podían hacer con su vida lo que quisieran, y que esperaran a que Bill dijera algo a cerca de la foto de nuestro beso.
Seguí cotilleando fotos, sobre todo de Bill, y me envié un correo a mí misma con las que más me gustaban para poder tenerlas en Castellón si después no las encontraba. Entré en la mayoría de posts y fui mirando fotos de todos excepto de Tom, al que no quería ver ni en pintura.
Me reía con las ocurrencias de la mayoría de las chicas, hasta que me cansé de ver fotos y me metí en otros subforos para enterarme de las vidas de los chicos. Evidentemente, ahí estaba. A los gemelos no les gustaba el chocolate, Gustav era alérgico a más de un millón de cosas… ahora la pizza vegetariana que se tomó con nosotros cobró más sentido. La mayoría de las chicas adoraban a Bill por sus ojos, su pelo, su sonrisa… pero sobre todo por su voz. Me pareció tan normal…
Recordé cómo me miraba a mí, con esa mirada enigmática que cautivaría hasta a una planta, como un encantador de serpientes embruja a una cobra.
Sacudí la cabeza para dejar de poner cara de colgada, y seguí buscando entre los archivos del sistema. Me llamó la atención un post con el título de ‘¿el nuevo rollo de Bill?’
Abrí los ojos como platos al ver el link a mi blog en internet, y lo primero que hice fue volver a mi página y cerrarlo. ¿Cómo podrían ser así? ¿Y quién narices me había reconocido? Automáticamente me vinieron a la cabeza los nombres de mis amigas, pero los deseché enseguida. Después, estaba claro. La chica mejicana. Me acordé de su familia y después mandé un mensaje personal a una de las administradoras del foro, pidiéndole por favor que borrara ese mensaje, y que no dejara que se publicaran más, porque aquello no tenía ni pies ni cabeza. Además me aseguré de no decir nada que le diera a pensar que yo era la chica de las fotos.
Quizás hubiera exagerado un poco, pero lo mejor sería callar y dejar que la administradora, si tenía un mínimo de sesera, me hiciera un favor quitara el maldito post. Sólo esperaba que no se hubiera filtrado por ahí, aunque, de todas formas, ya lo había borrado, así que no habría problemas.
Malhumorada como estaba, tan sólo esperé que Bill no se diera cuenta de esto. Estaba segura de que le entraría uno de sus ataques, y prefería no estar presente cuando eso ocurriera. Me levanté después de verificar que casi era la hora de comer, así que fui tirando hacia la habitación para coger una chaqueta y buscar un restaurante.
No di demasiada vuelta, ya que había uno en la misma acera. Era un poco cutre, pero sobraba. Comí verduras hervidas que a penas sabían a nada, pero tampoco tenía demasiada hambre. Quizás podría llamar a Bill para que quedáramos cuanto antes, porque me aburría como nunca.
Cogí el móvil y le llamé, pero estaba apagado. Y no iba a llamar a Tom. Así que me aguanté y me dediqué a mirar a mi alrededor para cotillear. En una esquina había una televisión que parecía a punto de desmontarse emitiendo anuncios. Me quedé mirando embobada la televisión, cuando entraron unas chicas sofocadas. Miraron la tele y corrieron hasta la barra para pedirse algo. Después señalaron la tele y dijeron algo, de lo que tan sólo pillé ‘Viva TV’.
¿’Viva TV’? qué nombre más raro.
Pegué un pequeño salto en mi silla al recordar el canal de la entrevista de Bill, y me revolví nerviosa cuando el hombre de la barra cambió a otro canal donde hablaba una chica rubia a una velocidad sobrehumana. Las chicas del restaurante profirieron un pequeño grito de emoción y corrieron a pegar las narices en la televisión.
Yo me quedé absorta viendo la esplendorosa sonrisa de Bill cegar la cámara, con un maquillaje al que no estaba acostumbrada. Para mí, ver a Bill maquillado era extraño. Su cara no parecía suya. Él estaba perfecto sin maquillaje, con su fina tez blanca como el mármol, sus enormes ojos marrones limpios y puros… la sinceridad con la que sus ojos hablaban era indescriptible, pero parecía querer ocultarla bajo esa máscara sonriente que no se le parecía. ¿Cómo debía sentirse?
La entrevistadora comenzó con las preguntas, pero no entendía ni media palabra, así que me acerqué a las chichas.
-Perdonad- llamé su atención en inglés. Dos de ellas se giraron, el resto pasaron de mí-. Soy inglesa- mentí por si las moscas-. ¿Podéis traducirme lo que dicen?
La única que seguí prestándome atención asintió y volvió a mirar la televisión.
-Christine- supuse que se refería a la rubia despampanante con escote que les estaba entrevistando- le ha preguntado a cerca del nuevo disco, y Tom le ha dicho que saldrá sobre marzo del mes que viene…- generalizó.
Se sucedieron las preguntas de su nuevo disco, que si habrán sorpresas- las chicas se sobresaltaron-, que si gira mundial, que si patatín que si patatán. Personalmente, me daba igual su vida musical, pero fingí que me importaba para no levantar sospechas. En teoría yo era una fan.
-…Ahora ella le ha preguntado a Bill a cerca de unas fotos que han empezado a difundirse por la red. Mira, son esas de ahí- señaló la tele que había detrás de Bill.
Los cuatro miembros del grupo se giraron para verlas.
-Tom dice que es una amiga, y que la foto en la que salen abrazados sólo es un abrazo de despedida- continuó la alemana-. Y Bill dice que la foto con el beso tan sólo fue un desliz, pero que sólo son amigos.
La entrevista derivó a temas personales de los que se zafaron como pudieron. La mentira que Bill estaba contando era cada vez más grande: que si nos conocimos en uno de sus viajes a Ibiza y estuvimos juntos mientras ellos estuvieron en la isla, que si nos reencontramos en la Fan Party y surgió la chispa- bueno, eso era cierto-, pero que habíamos decidido quedar como amigos.
Una vez la entrevista terminó, las chicas comenzaron a decir cosas entre ellas poniendo malas caras. La única que me había hecho caso me dijo que estaban disgustadas por lo de la chica esa, y yo empecé a soltar improperios contra mí misma, por aquello de sentirme integrada. Cuando ellas se pidieron una mesa para comer, yo pagué mi comida y salí escopeteada del local. Una de ellas se había tirado más de un minuto mirándome con ojos entrecerrados.
En el hotel nada había cambiado. Noemi seguía durmiendo a pierna suelta, y yo me tumbé en mi cama hecha- seguramente las limpiadoras habían fingido que Noemi no existía y habían limpiado de todas formas.
Bill me llamó unos cuantos minutos después. Me dijo que ya estaban de vuelta en el hotel, y que quería pegarse una ducha y cambiarse de ropa antes de que quedáramos.
Así que eso hice yo también. Me duché, me lavé el pelo con mi champú favorito, lo sequé y aproveché para darle unos toques con la plancha de Noemi. Para cuando había terminado, Bill aún no me había llamado.
Salí hacia donde habíamos quedado, en el edificio de siempre, y me senté en un banco para leer uno de los libros que había llevado.
Estaba en ello cuando escuché el claxon del coche de Bill. Sonreí y me subí como un rayo, después de mirar a ambos lados para estar segura de que nadie miraba el coche más tiempo de lo normal, como si estuviera cometiendo un crimen. Cerré de un portazo y Bill me besó con fuerza.
-Estás encantadora- comentó sonriendo. Aparté la mirada y él arrancó-. ¿Qué estabas leyendo?
-Poesía.
-¿Te gusta la poesía?
-Es como la música.
-Sí, se parece en algo. Pero a veces la poesía es difícil de entender.
-La música también es difícil de entender.
-En ocasiones. ¿De qué iba?
-Uhm… pues… es de un escritor de la zona donde vivo, escribe e un idioma parecido al español que tú conoces, pero no es igual- dije refiriéndome al valenciano-. No lo entenderías.
-No te he preguntado eso.
-Ah… bueno, este poema en concreto hablaba del sexo.
-Qué bonito- sonrió.
-¿Ves?
-¿Qué veo?
-Los tíos siempre pensando en lo mismo.
-No soy yo el escritor. Eres tú la pervertida que lees poemas porno.
-¡No es porno!
-Aclárate, pues- comenzó a reírse, divertido por la situación.
-Es erótico.
-Oh, vale, ahora todo tiene más sentido- volvió a reírse.
-Tíos…
Continuamos discutiendo hasta que paramos a las puertas de un gran edificio de aspecto moderno. Me pregunté qué nos esperaba.
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>Mari<

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MensajeTema: Re: El eco de tu voz   El eco de tu voz - Página 2 Icon_minitimeLun Abr 19, 2010 6:09 pm

me encanta este capi!!!
si, ya se que t preguntas xq comento, pero es la costumbre, jajaja!!!
küssitos!!
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Raquelín

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MensajeTema: Re: El eco de tu voz   El eco de tu voz - Página 2 Icon_minitimeMar Abr 20, 2010 6:16 pm

CAPÍTULO 13

Bill se bajó del coche sonriente y me animó a bajar yo también. Las calles estaban tan abarrotadas que a penas podíamos pasar entre los peatones. Nadie se fijaba en nosotros, íbamos a nuestra bola.
-¿Dónde estamos?- pregunté mientras entrábamos en el enorme edificio.
-Estos son los estudios donde grabamos nuestro primer CD. Nuestro manager está en este edificio en una reunión, y quiero que estés tú delante en una cosa que tenemos que hablar.
Vaya. Qué mal sonaba todo aquello. Grabar CD’s, managers… sonaba demasiado a estrella. Sonaba a lo que era en realidad, a su vida diaria. Pero Bill no era más que una víctima en todo esto. Era un títere al que utilizaban para ganar más dinero, hasta hincharse como sapos. Sin embargo, él parecía feliz. Sólo parecía. Le gustaba cantar, le encantaba. Pero no le gustaba estar tan solo como estaba. La culpa de todo la tenía Tom. Ese asqueroso y mugriento insecto al que me moría por aplastar y que…
-¿Has visto la entrevista?- preguntó interrumpiendo mis cavilaciones mientras avanzábamos por el imponente hall del edificio.
-Eh… sí. En un bar.
-Pero no la habrás entendido…
-Sí, había una chica que me lo iba traduciendo a inglés, y lo iba pillando.
-¿Una chica?
-Me hice pasar por fan- sonreí satisfecha de mi hazaña.
-Una chica Bond- se rió.
-Una chica Kaulitz- le corregí siguiéndole el juego. Entramos en un ascensor y pulsó la última planta.
-Soy Kaulitz, Bill Kaulitz- ronroneó acercándose a mí hasta quedarse a tan sólo unos milímetros de distancia.
Avancé para que nuestros labios se juntaran, pero el ascensor se paró y entraron un par de hombres con traje de chaqueta hablando entre ellos. Bill se separó un paso pasándose la lengua por los dientes de una forma indecentemente provocadora, con el piercing brillando en la penumbra del ascensor. Desgraciadamente, cuando los dos hombres se bajaron, subió otra mujer, quien no se bajó hasta nuestra planta.
Era un edificio enrome, y estuve segura de que me perdería si me alejaba de Bill, así que me pegué a él mientras caminaba como si aquello fuera su propia casa, saludando a todo el mundo con una sonrisa impecable.
-Saluda y sonríe- me dijo sin mover los labios.
Hice lo mismo que él, y me sentí extremadamente tonta. La gente me miraba raro. Seguramente se preguntaban qué narices hacía esa chica estúpida que iba saludando sin conocer a nadie al lado de Bill Kaulitz. Me sonrojé sólo de pensarlo y bajé la cabeza para ocultarme detrás de su cuerpo, aunque no creía que surgiera ningún efecto.
¿Dónde se había metido esa faceta mía de mujer adulta? Igual me la había dejado en España, porque el simple hecho de estar pegada al fenómeno fan actual no parecía muy maduro por mi parte. Pero ¡ay! Es que Bill era tan fantástico, y tenía una voz tan bonita que… suspiré.
-¿Por qué resoplas?- preguntó malinterpretándome mientras se paraba delante de una puerta blanca-. ¿Quieres irte?
-No resoplo. Suspiro.
-Ah. ¿Y por qué suspiras?
Le cogí de la mano.
-Porque esto es increíble.
Me sonrió de una manera adorable, con esas pequeñas y graciosas arruguitas a ambos lados de la cara que lo hacían parecer más pequeño de lo que era. Yo me sonrojé, pero no pude apartar los ojos de los suyos por más que lo intenté.
La puerta se abrió y Bill rompió el contacto visual, haciendo que me sobresaltara. Se soltó de mi mano y se la tendió al hombre que había delante de nosotros en forma de saludo. Se dijeron unas palabras y Bill me presentó a un tal David Jost. Su manager.
Era un hombre atractivo. Me recordaba a Hugh Grant por el pelo castaño y los ojos claros, aunque el actor era algo más atractivo. Jost parecía un poco despistado, pero había llevado a Tokio Hotel a la cima, así que no podía estarlo demasiado. Nos hizo pasar dentro, y pensé que se me caería el mundo encima. Ahí, en una mesa redonda, estaba el asqueroso y mugriento insecto al que me moría por aplastar. Es decir, Tom.
Me invitaron a sentarme en una de las sillas entre Bill y David, y acepté sin tener idea de qué iba todo aquello. Por el rabillo del ojo, vi cómo Tom intentaba llamar mi atención, dando pequeños golpes en la mesa, e incluso lanzándome un tapón de botella tratando ser discreto. Pero yo sólo tenía ojos para ver cómo Bill hablaba, expresándose con las manos. Él no hablaba como si estuviera insultando a la gente. Sus palabras parecían música en sí mismas, y sus ojos un lienzo donde se pintaban las más bonitas expresiones. Su voz era tan suave en ese momento, que nadie hablaba, nadie interrumpía. Jost lo miraba atentamente, una mujer justo delante de mí intentaba no cruzarse con la mirada del chico, Georg y Gustav se miraban las zapatillas, un par de hombres lo miraban con cara de estúpidos, y un chico de pelo rubio, bastante guapo, miraba al techo aburrido. Sólo Tom hacía ruido con la botella de agua de la cual había salido el tapón que me había lanzado en forma de proyectil. Impertinente. Cuando Bill hablaba, no había que interrumpirlo.
Me giré cara él frunciendo el ceño y le lancé una mirada helada. Él sonrió y me saludó con una mano.
“Estúpido” me dije a mí misma.
Me volví de espaldas al gemelo rubio y me centré en mirar a Bill, quien sonreía levemente mientras hablaba.
Mi ensoñación pareció durar horas, hasta que el chico me miró expectante. De hecho, toda la sala me miraba. Sacudí la cabeza rápidamente y abrí mucho los ojos.
-¿Es verdad que han publicado tu blog en el foro oficial de Tokio Hotel Spain?- preguntó suavemente.
-Sí, pero no es ningún problema- aseguré-. Lo he borrado, ya haré otro si me apetece.
-Y también habían fotos nuestras- añadió Tom siguiendo la conversación en inglés-. De cuando cenamos juntos y me abrazó al despedirnos.
Ahora me pareció totalmente fuera de lugar. Arrastraba las sílabas regodeándose en su miserable cuento chino, en su infantil fantasía en la cual él era una especie de príncipe que quería soltarme de las garras de un dragón que, ya puestos, era su hermano. Patético. Insultante.
No me molesté en girarme para contestarle, ni siquiera para mirarle mal. Simplemente miré a Bill, quien evaluó con satisfacción mi gesto imperturbable.
Siguieron con una conversación en la que Bill asentía contento por algo, y yo me limitaba a mirarle. La mujer de enfrente también lo miraba admirando lo fantástico que era, y yo lo cogí de la mano en un acto de posesión excesivo pero, a mi parecer, totalmente justificado. Ella me miró sorprendida y volvió a mirarse las uñas de las manos distraídamente.
Tardamos unos diez minutos más de cháchara y palabrería, donde tan sólo entendía ‘Tokio Hotel’ y mi nombre pronunciado de una forma demasiado extraña, aunque graciosa.
Cuando salimos de allí, Bill me cogió de la cintura y avanzamos de nuevo hacia el ascensor junto a Georg, Tom, Gustav y el chico rubio que sólo había hablado en la última parte de la reunión.
-¿Qué ha pasado?- pregunté.
-Hemos decidido prohibir en el club de fans alemán fotos nuestras hechas por paparazzi y gente por el estilo, así como datos privados de personas de nuestro entorno y ese tipo de cosas. Ese chico rubio de ahí es Andreas. Es mi mejor amigo, y el de Tom, y se ofreció cuando empezó todo esto del grupo a ser el ‘jefe’ del club de fans oficial, que al principio sólo era en Alemania. Él se encargará de que todo lo que se ha dicho en la reunión se lleve a cabo en los foros y webs oficiales alemanas, y esperamos que los otros países tomen nota y también lo hagan.
-Ah, interesante.
-¿No tienes nada que decir?
-Respecto a esto, no. es vuestro grupo, hacéis lo que os viene en gana.
-Eso está bien- se rió.
Llegamos justos para no tener que esperar a penas el ascensor. Entramos los seis en el amplio cubículo, y lo primero que hizo Bill mientras los demás hablaban de sus cosas, fue pegarme contra una pared y darme el beso que antes se había perdido por culpa de los hombres que habían entrado. Los demás dejaron sus conversaciones de golpe y noté sus ojos clavados en nosotros, pero no me importó realmente. Pasé mis brazos por su cintura y me abracé a él disfrutando del momento. Gracias a Dios nadie paró el aparato, porque hubiese sido muy embarazoso.
Cuando le dio por parar a penas quedaban unos segundos para que se abrieran las puertas, pero pude ver cómo miraba a su gemelo con una sonrisa triunfal, mientras el de rastas gruñía y se adelantaba para salir el primero.
-Envidia de gemelos- me explicó Bill restándole importancia a mi expresión confusa.
Realmente, no me lo pareció para nada. Pero me daba absolutamente igual. Me pegué a Bill y adelantamos a un Tom enfurruñado que nos miraba ceñudo, ambos con una sonrisa deslumbrante y feliz. Aparentemente feliz.
Bill estaba especialmente alegre ese día. Lucía unos ojos chispeantes de emoción por alguna razón que no supe determinar. Si le preguntaba decía que, simplemente, era un buen día.
Yo también estaba de buen humor, la verdad. En los cuatro o cinco días que conocía a Bill, no lo había visto tan fausto. Y eso también me satisfacía. Era todo un consuelo verlo así después de la noche del martes.
Conducía sonriente tras las enormes gafas de sol mientras cantábamos canciones de la radio como una pareja de pirados.
-¿Dónde vamos ahora, Bill?- chillé para hacerme oír entre la música.
-¡Planten un Blomen!
-Fantástico. ¿Y eso qué es?
-Uhm… no sé cómo se dice en inglés- confesó bajando el volumen.
-¿Qué hay allí?- intenté ayudarle.
-Pues… es un museo de árboles y flores- dijo satisfecho.
Qué genial. Un jardín botánico.
O, según Bill Kaulitz, un museo de árboles y flores.
No me gustaban las plantas. Me parecían aburridas, y siempre que iba a algún botánico con el colegio acababa aburrida y medio dormida por las esquinas. ¿Qué tenían de interesante las plantas? No estaban mal en un parque, pero… ¿un museo de plantas? Bah.
-Es un sitio genial- siguió Bill con su optimismo-. Creo que es mi sitio favorito de Hamburgo. Te gustará.
Evidentemente, Bill no tenía ni idea de que, si hubiera un tribunal de plantas para juzgar asesinatos, a mí me hubieran ajusticiado hacía ya mucho tiempo. O las ahogaba en agua, o las secaba. No tenía remedio.
Sonreí intentando parecer emocionada.
Aparcó al borde de lo que me pareció un bosque. Había un montón de copas de árboles tan frondosos como nunca hubiera imaginado. Comparados con estos, los árboles que había visto por Castellón me parecieron arbustos enfermizos.
Me pasó un brazo por la cintura e insistió en pagarme la entrada.
-Hemos venido en mala época- comentó-. Ahora hay algunos árboles y plantas con las hojas amarillas o cayéndose. Pero es peor en diciembre o enero, cuando está todo completamente nevado y sólo ves blanco. En primavera todo esto es precioso, porque…
Empezó a hablar atropelladamente, como cuando se emocionaba, que no paraba de cotorrear. Yo hubiera dicho algo, pero estaba totalmente sin habla.
Ante nosotros se extendía un caminito de piedra que iba a parar a un pequeño riachuelo salpicado de cantos rodados y musgo aquí y allá, con algunas flores rojas alrededor, e imponentes árboles y matorrales a ambos lados. Empezamos a caminar entre plantas, y me puse nerviosa. Seguro que había miles y miles de insectos dispuestos a picarme o a asquearme en cualquier momento. Cuando se lo conté a Bill, se rió.
-Yo les tengo alergia, así que si nos pican, tendremos que ir al hospital.
No supe si lo decía para mofarse de mí o en serio, pero continuamos nuestro paseo, demasiado romántico incluso para conocernos de cinco días, a través de ese pequeño bosque de ciudad. Estuvimos en silencio la mayor parte del tiempo, sumergidos en nuestro mundo pero conscientes el uno del otro. De vez en cuando se paraba y me besaba bajo un árbol, o le daba por sentarse en un banco a mirar flores. La verdad es que era bastante rarito.
Yo no le encontraba mayor interés que el visual. Era un parque muy bonito, pero tampoco íbamos a pasarnos la tarde mirando una planta de nombre impronunciable. Siempre era yo la que sugería movernos, porque si hubiese sido por el señor Kaulitz, se hubiera pasado la tarde entera contemplando una ‘calceolaria herbeohybrida’, de la familia de las Scrophulariaceae. Y no era plan.
Mi prima me llamó mientras Bill se ensimismaba mirando un montón de Gomphrena globosa.
-Al fin te levantas- celebré.
-Al fin, al fin. ¿Dónde estás?
-En la familia de las Amaranthaceae.
-…Sabes que Bill Kaulitz está afectando gravemente a tu cerebro, ¿verdad? ¿Lo tienes presente?
-Boba. Estamos en el jardín botánico.
-Ohhh, qué bien- comentó sarcásticamente.
-Di lo que quieras, esto es precioso.
-Seguro. Haz fotos y ya me las enseñas- se rió-. ¿A cuántas has matado ya?
-No tiene gracia.
-¿Les has enseñado tus antecedentes criminales a los de las taquillas? Fijo que si saben lo de tu ‘alhelí’ disecado no te dejan entrar.
-…de pequeña planté lentejas y crecieron.
-¿Sí? Yo también. Progresamos inadecuadamente.
Estallé en carcajadas hasta que me saltaron las lágrimas. Las plantas habían absorbido toda la faceta divertida de Bill, y necesitaba algunas risas para contrarrestar.
-Escucha, ¿qué haces esta noche?- preguntó cuando se calmó.
-No lo sé.
-Podríamos ir a algún sitio juntas.
-La verdad es que sí- mustié-. Ahora le pregunto a Bill a ver dónde podemos ir, ¿te parece?
-Genial, ¿quedamos para cenar?
-Vale. ¿Te hace un asiático?
-Dios, sushi… babas.
-Guay. Sushi, pues. ¿Me informo y quedamos a las diez en el hall del hotel?
-¡Sí!
-Un beso, adiós.
Colgué y guardé el teléfono en el bolso, con cerca de una decena de llamadas perdidas de mis amigas.
-Era Noemi- le informé sin que me preguntara, volviendo a ponernos en marcha-. Me ha preguntado por algún sitio donde salir esta noche las dos juntas- dije asegurándome de que no pensara que estaba incluido, muy a mi pesar.
-Podéis ir a la zona de pubs- se encogió de hombros.
-Algo un poco más original.
-Pues… el Hamburger Dom.
-¿Qué es?
-Un parque de atracciones bastante chulo. Yo fui una vez de pequeño, no he vuelto a ir.
-Uhm… puedes venir, si quieres- sugerí, ya que me pareció que eso era lo que quería.
-No puedo ir. Demasiada gente. Alguien me reconocería, y sería un mal trago. De todas formas, mañana por la mañana tenemos trabajo, así que más me vale dormir mucho esta noche.
-Oh… bueno. Pero ¿podremos vernos, no?
-Sí, por la tarde. Además, te vas el domingo. Es dentro de nada, hay que aprovechar el tiempo- sonrió tristemente.
-Eh, antes estabas de mucho mejor humor- le recordé.
-Soy una montaña rusa. En un mismo día paso por varios estados de ánimo. Así no me canso. Te acostumbrarás- afirmó secamente con la cabeza, puede que intentando convencerse a sí mismo que a mí.
Por mi parte, ese ‘te acostumbrarás’ me supo a gloria. Eso quería decir que pese a que yo me volviera a mi ciudad y él siguiera con su vida tal cual había sido antes, no dejaríamos de vernos. Sonaba bien.
Poco a poco la noche fue cayendo sobre Hamburgo, y se encendieron las farolas, dándole al lugar un toque más artificial de lo necesario. Parecía tarde, pero a penas eran las siete. Aún quedaba mucho rato para irnos.
Nos paramos en una pradera enorme gobernada por una fuente de medidas increíbles. Jugaba con diversas luces en la oscuridad de la noche, y casi parecían castillos artificiales deshaciéndose en el cielo, y yo con él, y él conmigo. Me apoyé en su hombro, suspiré y cerré los ojos.
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Caperuci




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MensajeTema: Re: El eco de tu voz   El eco de tu voz - Página 2 Icon_minitimeMar Abr 20, 2010 7:01 pm

esta hermoso. Very Happy
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Raquelín

Raquelín


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MensajeTema: Re: El eco de tu voz   El eco de tu voz - Página 2 Icon_minitimeDom Abr 25, 2010 4:29 pm

CAPÍTULO 14

El Hamburger Dom no nos decepcionó. Tenía unas montañas rusas impresionantes, con unos loopings de vértigo. Y nos lo pasamos genial, que era lo que contaba. Ligamos con unos chavales en los coches de choque, lo cual subió mucho la autoestima de Noemi, y después nos compramos un algodón de azúcar para compartir.
Llegamos al hotel pronto, así que nos dedicamos a hablar hasta que los párpados pesaban más que yunques de hierro.
La mañana del viernes fui yo quien quiso dormir hasta bien tarde. Incluso Noemi se despertó antes que yo. Para cuando decidí moverme de la cama y arrastrar mis carnes hasta la ducha, ya era hora de comer.
Quizás si me hubiese despertado a una hora razonable no hubiese tenido cuatro llamadas perdidas de mi madre y dos de Bill cuando me dio por mirar el móvil.
Automáticamente llamé a mi madre, quien preguntó histérica qué había hecho y por qué no le cogía el teléfono. Le costó comprender que tenía uno de los días más vagos de mi existencia. Después de asegurarme de haber conseguido que dejara de pensar a cerca de juergas nocturnas con estudiantes de intercambio, colgué alegando llegar tarde a un museo.
Nada más colgar empezó a sonar de nuevo. Esta vez era Belén. Sospesé varios segundos la posibilidad de ignorar de nuevo sus llamadas, pero esta vez contesté.
-Hola, Raquel. ¿Cómo estás?
-Estupendamente- respondí de manera seca.
-Ah, vale, eso está bien- tartamudeó nerviosa-. Escucha, te hemos estado llamando durante un montón de tiempo.
-Ya lo sé.
-Pero no lo cogías.
-Me he percatado, gracias por la aclaración.
-Lo siento por lo del otro día.
-Ah.
-En serio, nos pasamos un poco, pero…
-Pero nada- interrumpí de golpe-. No tenéis derecho a juzgarlo. Bill es encantador, es un chico fantástico. Os gustaría si le dieseis una oportunidad.
-Nosotras sólo miramos por tu bien. Y Bill es un cantante famoso, alemán. Tú eres una estudiante de filología inglesa que vive en Castellón y que aspira a ser profesora de idiomas. ¿Crees, realmente, que eso es compatible?
-Aún no lo he pensado- mascullé.
-No puedes mandar a la mierda a tus amigas por un chico al que, por muy fantástico y maravilloso que sea, sólo conoces de unos días.
-Pero eso no justifica que lo insultéis.
-Esa fue Isabel. Ya sabes que a veces es más insensible que una piedra.
-Si ya lo sé. Pero podría ser un poco más delicada y no ir insultando a Bill.
-Se lo comentaré.
-Estaría bien.
-¿Quieres que le diga que te llame?
-Que haga lo que le venga en gana.
-Sois desesperantes- gruñó.
-Eso dicen.
-Por una maldita vez, dejad las dos de lado vuestro orgullo y comportaros como personas normales- dijo esta vez cabreada.
-¡Eh! Que no soy solo yo.
-Sí, eso mismo dijo Isabel ayer.
-Arg, vale. Si me llama, recalco el condicional, no me pondré histérica.
-Ni la provocarás.
-Ni la provocaré. ¿Contenta?
-Mucho.
-Vale, pues ya hablaremos.
-Venga, un beso. Adiós.
Belén me hacía sentir extremadamente inmadura. Ella, con sus problemas y sus cosas, siempre estaba tranquila, con una pequeña sonrisa en su piel morena y siempre mirando al frente. La comparaba conmigo y me decepcionaba a mí misma. Era como un aura de paz a su alrededor, calmaría hasta a un león si comenzara a hablarle con su voz suave y aguda.
Comí con Noemi, quien no dejaba de decir bobadas mientras yo me reía de todas. Era uno de esos días en los que todo te hace gracia. Y tener a mi prima al lado en esos momentos era perjudicial para la salud, ya que casi me atraganté dos veces, y otra faltó poco para que echara el agua por la nariz. La gente nos miraba mal.
Mientras me reía de algo durante el postre, llamó Bill. Yo me sequé las lágrimas y traté de serenarme antes de coger el teléfono, respirando hondo varias veces.
-¿Te lo estás pasando bien?- preguntó con voz neutra al escuchar pequeños brotes de risa.
-Mucho.
-Me alegro. ¿Dónde estás?
-En el hotel, terminando de comer. No nos apetecía salir. ¿Y tú?
-Donde ayer. Hemos estado toda la mañana de reuniones aburridas y ahora estábamos con el nuevo disco.
-¿Cuándo lo sacáis?
-No lo sé exactamente. De todas formas, tampoco te lo podría decir- se rió.
-Sí, tiene lógica. ¿Seguís componiendo?
-No. Hoy estábamos con diseños de portada y esas cosas, pero para variar no hemos sacado nada en claro. Además, ni siquiera nos hemos hecho las fotos, así que nos las haremos la semana que viene. He hablado con un fotógrafo de Estados Unidos que…
-¿Estados Unidos?- repetí perpleja.
-Sí, salimos de Alemania el lunes. Tenemos varias citas en emisoras de radio y ese tipo de cosas.
-Y estaréis fuera mucho tiempo…
-Sí- tardó varios segundos en contestar-. Volveremos en Navidad a Alemania, y nos quedaremos por aquí para todos los asuntos del nuevo disco.
-¿En Hamburgo?
-En Berlín. Tenemos una casa allí.
-Oh, entiendo.
-Podrías… venirte unos días conmigo- dijo atropellando las palabras.
-¿Qué?
-Mejor lo hablamos después- retrocedió.
-Sí, mejor.
-¿Voy a buscarte a tu hotel en una hora?
-Vale, quedamos en Adolphsplatz- dije refiriéndome a una plaza que había al lado del hotel.
-Ahí estaré. Un beso, hasta luego.
-Adiós.
Me volví hacia Noemi, quien levantó una ceja con una sonrisita jugueteando en la comisura de sus labios.
-Ni una palabra.
-¿Qué te ha dicho?- preguntó sin poder contenerse.
-¿A qué te refieres?
-Te has quedado con una cara de flipada…
-Te imaginas cosas.
-No es verdad.
-Sí lo es.
-Va… ¿no me lo vas a decir?
Suspiré e hizo un puchero.
-Si te lo cuento se lo dirás a tu madre, y tu madre a la mía, y se acabó mi libertad.
-¡Está embarazado!- dijo tapándose la boca.
-Deja de decir estupideces- dije riéndome como una loca.
-Prometo que no le diré nada a nadie- hizo como si se cerrara la boca con una llave y la tirara lejos.
Suspiré hondo.
-Vale. Siempre te sales con la tuya…
-Soy muy convincente.
-Mucho- le di la razón como a los locos-. El caso es que me ha pedido ir con él en Navidad unos días.
-¿QUÉ? ¡TÍA!- medio restaurante se quedó en silencio-. ¡Joder, qué guay!
-Cierra el pico- murmuré-. Todos nos miran.
Noemi se giró y vio como, efectivamente, había mucha gente pendiente de ella. Sonrió nerviosamente y dijo algo en un alemán patoso. Poco a poco dejamos de ser el centro de atención.
-Pero eso es genial- parecía a punto de ponerse a pegar saltos por todo el local.
-Por favor, no se lo digas a nadie. Absolutamente a nadie.
-No diré nada, de verdad- esta vez se puso seria.
-Hay fotos mías con Bill por la red…
-No jodas- se tapó la boca alucinada.
-Sí, pero si tú las ves, por muchas cosas que digan, tú no sabes nada, ¿vale? la chica de las fotos no es tu prima, no la conoces de nada.
-Vale, vale. ¿Qué harás si te reconoce tu madre?
-Nada. Es decir, mi madre no entra en foros de Tokio Hotel, ¿sabes? no acostumbra.
-Ya, ya. Es lógico.
-Prácticamente nadie excepto los más cercanos en la familia y mis amigos saben que he estado en Alemania, pero actualicé mi blog diciendo que me iba, así que si alguien pregunta, diré que me puse enferma y que al final no fui contigo al viaje, que te fuiste con tu hermano. ¿Te acordarás?
-Sí, sin problemas.
-Nos hemos hecho un montón de fotos juntas, ¿no?
-Sí. Ayer unas treinta, por lo menos.
-Pues dejaremos las que sólo salimos nosotras, y borraremos el resto. Que no salga nada que suene a alemán. Ni letreros, ni gente, ni nada.
-Tía, que no has cometido un crimen.
-Este mundo de los famosos es horrible, y no quiero verme metida ahí.
-Pero estás con Bill.
-Sí.
-No podrás retrasar esto por mucho más.
-Me da igual.
-Los del hotel saben que eres una chica- dijo tras pensar un rato.
-Bueno, no vamos a ser así de meticulosos.
Afirmó con la cabeza.
-Vale, una vez aclaradas las cosas… ¿me ayudas a prepararme?
Pagamos la comida y subimos a nuestra habitación, donde me echó una mano para elegir ropa. Me obligó a ponerme una falda suya por mitad muslo, negra y con un poco de vuelo, con las botas que me regaló Bill. No aceptó un “voy a pasar frío” por respuesta. En la parte de arriba me puse un jersey también negro, para variar, y Noemi me dejó unos pendientes de aro que conjuntaban con el azul eléctrico de los detalles de las botas. Me maquillé un poco de manera bastante simple, escuchando las quejas de mi prima por no dejarle ponerme una sombra de ojos color azul para que todo hiciera conjunto. Para compensar exigió que me dejara planchar el pelo, pese a que estaba bastante liso. Cuando terminó conmigo, parecía una chica completamente distinta.
-Estás guapísima- observó-. Deberías pintarte y ponerte falda más a menudo.
-Sí, todos los días- rodé los ojos y cogí mi bolso y el abrigo.
-¿Cuándo vendrás?
-No lo sé.
-Yo voy a salir, así que supongo que no nos veremos hasta mañana, ¿no?
-No creo- sonreí-. Si paso la noche fuera, te llamo.
-Lo mismo digo.
-Tú no vas a pasar la noche fuera.
-Porque tú lo digas- se carcajeó.
-He perdido toda la autoridad que tenía sobre ti.
-Creo que nunca la has tenido- ambas nos reímos.
-Vale, me largo.
-¡Disfruta!
-Ya lo creo.
Cerré la puerta y me guardé la tarjeta que abría la habitación en el monedero.
Para cuando llegué al lugar donde había quedado con Bill, su coche ya me esperaba. Me saludó desde dentro, correteé hasta él tanto como me permitieron las botas y entré en el coche. Me dio un beso largo y cuando se separó observó cómo me quitaba el abrigo en el pequeño espacio del que disponía.
-¿La conozco, señorita?- preguntó con los labios pegados a mi cuello.
-Espero que no deje usted entrar a todas las chicas en su coche, señorito- dije con rintintín.
-Parece que acabes de salir de una película- continuó subiendo hasta que llegó a mis labios y besándolos de nuevo con dulzura.
-Espero que no sea ‘Pesadilla en Elm Street”.
-No, yo estaba pensando más bien en “Sexo en Nueva York”- volvió a bajar a mi cuello.
-Pero estamos en Hamburgo.
-Si quieres, vente conmigo a Nueva York- dijo de una forma que casi pareció creíble.
-¿Dejar la emocionante Castellón por Nueva York? Debes estar loco- comenté con sarcasmo.
-Uhm... “Sexo en Castellón”. No suena tan ‘chic’, pero podría funcionar.
-Tiene nombre de película porno barata.
-¿Cómo hemos llegado a esta conversación?- sentí su risa en el hueco de mi mandíbula.
-Eres tú quien ha empezado a hablar de sexo.
-Y tú quien ha seguido.
-Quizá seamos unos ninfómanos.
-Sí, una linda parejita de ninfómanos.
-Qué romántico.
Se separó de mí y comenzó a conducir.
-¿Qué vamos a hacer hoy? ¿El acuario?- dije riéndome.
-Muy graciosa- canturreó-. Había pensado convertirnos en unos agorafóbicos por un día y quedarnos dentro del coche.
-Es un plan espléndido- comenté-. ¿Y dónde vamos a aparcarnos?
-Donde tú quieras.
-Genial, como conozco tan bien Hamburgo, podré ilustrarte.
-Tú ves diciendo hacia dónde giro.
-Como quieras. La siguiente a la izquierda…
Y así llegamos a una zona de las afueras, un polígono industrial sin a penas gente que se fijara en nosotros. Afortunadamente, los cristales de su coche eran tintados, pero la parte negativa de un deportivo como el de Bill era que no tenía asientos traseros, y me obligó a que me sentara en sus rodillas durante un buen rato.
Nos pasamos casi la tarde entera simplemente besándonos, hablando y diciendo cualquier estupidez de vez en cuando. Incluso se hizo de noche mientras nos dedicábamos a no hacer nada.
-¿Quieres cenar algo?- le pregunté al escuchar cómo le rugía la tripa.
-Tengo mucha hambre- sonrió-. ¿Te apetece una hamburguesa?
-Claro, estoy en Hamburgo. Es lo suyo, ¿no?
Pasamos por el servicio en coche de un McDonald’s que vimos saliendo del polígono, y nos comimos las hamburguesas con patatas de nuevo en el coche, como si no tuviéramos casa.
-¿Te apetece que vayamos con Georg, Gustav y Tom a tomar algo? han alquilado la coctelería para ellos y unos cuantos amigos cercanos esta noche.
-Uhm… no sé.
-Venga, quiero presumir de ti delante de los amigotes- dijo poniendo voz grave y con una media sonrisa. Levanté una ceja-. Ibas a pensarlo igualmente, así que lo digo yo en voz alta.
-No iba a pensarlo. ¿Tenía razones?
-Sólo un poquito. En realidad me parece que sería una pena que desperdiciaras lo guapa que estás.
-Tanto como para salir en una película porno- dije recordando la conversación que habíamos tendido unas cuantas horas antes. Se rió-. Si vamos a ir por ahí esta noche debería ir a cambiarme o algo.
-Qué tonta eres- murmuró-. Estás perfecta.
-No, no lo estoy.
-Raquel. Bill Kaulitz te dice que estás perfecta. Cuando Bill Kaulitz te dice algo a cerca de tu imagen, créetelo porque será cierto- me espetó con voz contundente.
-A sus órdenes, general- fruncí el ceño.
-Hablo en serio. Si los chicos no fueran tan garrulos, incluso tendría miedo de la competencia. Pero yo valgo mucho más.
-¿Tienes abuela?- comenté por lo bajini.
-¿Qué?
-Déjalo. Antes, cuando hablábamos por teléfono, has comentado algo a cerca de las Navidades- le recordé para cambiar de tema.
-Eh… sí. Lo he dicho sin pensar demasiado, no debí abrir la boca.
-¿No quieres que vaya?
-Sólo es que llevamos juntos cinco días, y ya te estoy invitando a pasar las Navidades conmigo. Tú tienes una vida en tu país, pero yo parezco empeñado en olvidarlo.
-Parece que llevemos meses juntos- comenté con voz grave. Él me miró serio, y pude leer en su mirada que pensaba igual que yo-. Casi me conoces a la perfección, y… no sé. Es todo muy raro.
-Ni te lo imaginas.
-Entonces, ¿qué vas a hacer por Navidad? Vosotros tenéis muchas más vacaciones que nosotros.
-Sí, en Alemania empezamos las fiestas a principios de Diciembre, pero Tokio Hotel no descansa. Estaremos en Estados Unidos una temporada, volveremos por Nochevieja y esas fechas con la familia, y después un viaje con Tom a las islas Maldivas.
-Uau.
-¿Qué?
-Las Maldivas. Uau.
-¿Tú no eres de España?- preguntó confuso.
-Sí.
-¿No es más de lo mismo?
-¿Perdón?
-Sí. Playa.
-No irás a comparar las Islas Maldivas con la playa de Benicasim, ¿verdad?
-No te entiendo.
-A ver… ¿cómo te lo explico? Para que te hagas una idea, no voy a la playa de Castellón por el asco que me da el agua.
-Ah, entiendo.
-Está lleno de gente, y un agua muy sucia… siempre encuentras estropajos, plásticos… Buaj, es un ascazo.
-La isla donde estamos nosotros normalmente es genial. Tiene un agua cristalina y…
-¿Normalmente? ¿Has dicho normalmente?
-Sí, ya hemos estado otras veces de vacaciones.
-Estoy oficialmente en shock. ¿En serio?
-De verdad- se rió ante mi perplejidad-. Puedes buscarlo en el google. Si pones nuestro apellido y ‘Maldivas’, salen las fotos.
-No sabes la suerte que tienes.
-Creo intuirlo- se quedó en silencio unos segundos-. Pero todo eso sin alguien al lado con quien disfrutarlo de verdad no es nada.
-Estabas con Tom- le recordé.
-El año pasado, sí. Pero este año va a ser bastante horrible.
-¿Y por qué vais?
-Para mantener apariencias.
-Tenéis que arreglar las cosas. El grupo se irá a tomar viento fresco si seguís peleados. Deberías poner algo más de tu parte.
-Y Tom debería dejar de intentar alejarte de mí.
-¿Eso hace?
-Sus intentos son más que patéticos, pero sí, eso hace.
Me quedé callada y dejé que condujera centrado, aunque la forma en que fruncía los labios me indicaba que su cabeza no estaba demasiado por la labor de colaborar. Cuando aparcó frente a la puerta del local donde dijo que habíamos quedado, respiró hondo y cerró los ojos.
-¿Quieres venir conmigo y con Tom a las Maldivas?- preguntó tan bajito que a penas pude entenderle.
Abrí mucho los ojos y traté de hablar, pero sólo se oyó un tartamudeo bastante avergonzante, por lo que desistí de articular palabra.
-Aunque tendrás planes con tu familia, ¿no?
-B-Bueno, yo la verdad e-es q-que no sé qué decir. Lo cierto es que mi madre se va de viaje en año nuevo con su novio, y no tengo planes desde el día uno hasta el ocho, que es cuando empiezo las clases de nuevo, pero no sé cómo lo tenéis vosotros, así que…
-Nosotros todavía no hemos hecho planes. Sólo sabemos que pasaremos Nochevieja con mamá en Magdeburgo. Pero sí, es una buena idea viajar en año nuevo. Entonces, ¿te apuntas?
-Dios, ¡sí!- chillé contenta.
Me lancé a su regazo y pasé mis brazos alrededor de su cuello para besarle.
-No me lo puedo creer, estoy completamente loca- me tapé la boca con una mano.
-Me alegro mucho de que vengas.
-Madre mía, esto es una locura- dije sin creérmelo todavía mientras salíamos del coche.
Se acercó a mí, me cogió de la cintura y caminamos hacia la puerta.
-Es que acabamos de conocernos y… Dios, ¡acabo de decirte que me voy contigo a las Maldivas! Es tan estúpidamente precipitado…
-…que suena estúpidamente genial, ¿no?- completó mi frase sonriendo mientras un segurata nos dejaba pasar tras observarnos por detrás de sus oscuras gafas.
-Debe haber algo dentro de mi cabeza que no va demasiado bien esta semana- me dije completamente extasiada.
-No te preocupes- tuvo que alzar un poco la voz debido a la música que sonaba a un nivel que mis oídos pudieron soportar con bastante facilidad-. La gente suele pensar así cuando yo ando cerca.
-Sí, creo que nos vuelves locos a todos, o algo así.
-Algo así- se rió y nos arrimamos a una mesa donde estaba el resto del grupo.
Los chicos me saludaron agradablemente y me ofrecieron algo de beber, aunque decliné su oferta por el momento. La noche era larga, todavía quedaba mucho tiempo para el alcohol.
-Hey, chicos- gritó Bill apretándome fuerte contra su costado y con un martini en la mano-. ¡Raquel nos acompañará a Tom y a mí a las Maldivas este año!
Vale, había llegado la hora del primero de una larga lista de vodkas.
Los chupitos de piruleta iban que volaban en aquella mesa. Los alemanes se ponían a brindar por todo. Por Bill y por mí, por el nuevo disco, por el corte de pelo de Andreas, por la barba de David Jost… cualquier excusa era buena con tal de pegar un trago a aquella bebida tan dulce y deliciosa.
Había bastante gente en el local, pese a que Bill me había dicho que sólo habría amigos cercanos. Esto me incomodó en un principio, pero lo olvidé tras el tercer chupito. Aunque la mayor parte de las personas era gente mayor, no joven, por lo que supuse que serían de la discográfica.
Hubo un momento en el que un hombre con pinta de empresario bastante borracho reclamó la atención de Bill. Éste se separó de la mesa tambaleándose y se fue a saludar a unos cuantos que había cinco metros más allá. En ese instante, Tom aprovechó mi embriaguez para cogerme de la mano y arrastrarme a la pista, pidiendo al Dj que subiera la música.
Bailábamos sin vergüenza, y ambos sabíamos que aquello no estaría pasando si no lleváramos unos cuantos chupitos de más. Pero ¿qué más daba? Total, por un par de bailes…
Tom me hacía reír con su manera de bailar, que pretendía ser sensual pero que se asemejaba más bien a un primate ebrio. Reconoció varias veces que no le gustaba bailar, y que sólo lo hacía por fastidiar a Bill, y aunque eso debería haberme molestado, no lo hizo. Los dos nos reímos y seguimos bailando como si nada. Cuando se acabó la canción de Rihanna que estaba sonando, empezó a escucharse una lenta, una balada de James Blunt.
-¿Se enfadará mucho Bill si te cojo de la cintura?- preguntó mientras me rodeaba con sus brazos y yo echaba los míos alrededor de su cuello.
Miré hacia donde se suponía que estaba su hermano y lo vi de espaldas a nosotros, enzarzado en una conversación con varios hombres adultos.
-Aunque si le molesta, la próxima vez debería atender a su chica antes que ponerse a hacer amigos, ¿no crees?- verbalizó mis pensamientos.
Yo volví a mirar a Tom, directamente a los ojos. Estaba cerca, muy cerca. Su apretón en mi cintura se hizo más fuerte, y vi cómo se mordía el labio inferior.
-Así que… te vienes con nosotros a las Maldivas- dijo sin apartar sus pupilas de las mías.
Asentí con la cabeza, enrojeciendo al instante.
-A Bill le ha hecho ilusión- dijo al cabo de unos instantes-. Creo que le gustas mucho.
-Eso espero. Me voy a gastar una pasta en ese viaje, así que ya puedo gustarle.
Resopló por algo y, deliberadamente, apoyó su frente en mi hombro, haciendo que su gorra se levantara un poco. Yo me quedé petrificada, mirando la pared que tenía enfrente sin saber muy bien qué hacer. Parecía que el alcohol había desaparecido de golpe de nuestro organismo.
-Ojalá… ojalá pudiera decírtelo- Tom volvió a mirarme-. Me siento tan impotente y culpable por todo… Esto es una mierda.
-¿De qué hablas?
-De Bill. Esto no debería estar pasando. Tú no deberías venir a las Maldivas, no tienes que estar aquí- me miró con ojos torturados.
-¿Quieres que me vaya?- levanté una ceja a la defensiva.
-No puedes.
-¿Cómo que no puedo?
-Bill no quiere que te vayas.
-Si quiero irme, me voy y punto.
-Eso no es verdad y lo sabes, ya tuvimos esta conversación el día que nos conocimos.
-Creo que estás borracho.
-Habló la sobria.
-No sé qué te pasa con Bill- dije volviendo al tema-. Siempre intentas ponerme en su contra.
-¿Él no hace lo mismo conmigo?
-Eso es distinto- aparté la mirada.
-Te ha puesto en mi contra. Es un manipulador, seguro que te ha dicho que soy un mujeriego, y que lo único que quiero es acostarme contigo. No lo niegues- no lo hice-. ¿Es que no ves que te está haciendo pensar lo que él quiere?
Entrecerré los ojos y me separé de él.
-Bill es un buen chico- le dije con los dientes apretados-. Ni se te ocurra volver a decir nada en su contra.
-¿Lo ves?- se aproximó un paso hacia mí con los brazos extendidos-. Siempre que hablamos acabamos discutiendo de lo mismo.
-Porque eres un necio.
-Porque Bill te manipula. Es un cerdo traid-
-Ni se te ocurra terminar esa frase- dije cogiéndole de la camiseta y mirándole a los ojos con furia-. Como vuelvas a insultar a Bill, te arrancaré la piel a tiras.
Él me miró con una expresión confusa, entre miedo y sorpresa. Le solté y me dispuse a darme la vuelta para irme con Bill, pero algo me detuvo. Tom me había cogido de la mano y tiró de mí hacia él de nuevo, haciendo que quedara completamente pegada a él. Antes de que pudiera reaccionar, estampó sus labios contra los míos y me besó con ternura unos segundos que, en ese instante, me supieron a gloria. Pero un clic en mi cabeza se activó y le pegué un empujón.
-Vuelve a hacer eso y te mato- prometí pasándome el dorso de la mano por los labios.
-¿Por qué? ¿Tanto te ha gustado?- preguntó con ojos entrecerrados.
-Eres odioso- me di la vuelta y me dirigí a donde estaba Bill.
-Corre, ves con Bill y dile lo mucho que te ha gustado mi beso- le escuché decir-. Dile lo malo que soy.
-Tom Kaulitz. Te odio- me dije a mí misma.



CAPÍTULO 15

Me acerqué a Bill tratando de ignorar la sensación de tener los ojos de Tom clavados en mi nuca, y llamé su atención de manera disimulada. Él se excusó y me encaró, mirándome con ojos poco sobrios.
-¿Has bebido mucho?- pregunté preocupada.
-Sólo un poco- aseguró-. Pero controlo. ¿Pasa algo?
-Me voy a mi hotel.
-¿Qué?
-Que me voy a mi hotel.
-Te he entendido. Pero ¿por que?
-Porque no estoy cómoda aquí, y me duele la cabeza. Me iré paseando.
-No sabes dónde estás ni cómo llegar.
-Pues llamaré a un taxi.
-¿Tan urgente es?
-Te lo he dicho. No estoy cómoda- aparté la mirada y me miré las uñas.
Sabía que él estaba intentando adivinar lo que ocurría, y también que, por las buenas o por las malas, se acabaría enterando.
-¿No me vas a decir qué pasa?
-No es nada. Sólo que… no sé.
Entrecerró los ojos y se quedó mirándome atentamente, intentando ver más allá de mi rostro.
-Es Tom. ¿Verdad?
-¿Qué?- exclamé con voz aguda.
-Ya ha venido Tom a acosarte- lo dijo como si estuviera denunciando una blasfemia-. ¿Me equivoco?
Negué en silencio con la cabeza.
-Lo mataré- resopló con ira-. Cualquier día de estos, lo cojo y le pego una paliza.
-Deja las amenazas para otro día. Estoy bien, él no ha hecho nada- mentí para que no se agravara el asunto-. Lo único que ocurre es que tiene una personalidad que no es compatible conmigo. Me pone histérica.
Suspiró y no dijo nada, observándome con la frustración tatuada en la cara.
-No vendrá con nosotros a las Maldivas- resolvió.
-¡No! Bill, estás loco. Tom se viene a las Maldivas, aunque lo dejes encerrado en la habitación con una anaconda dentro, me da igual. Pero no vas a cambiar a tu hermano por mí, me niego.
-No es cambiar- dijo desvariando por completo-. Sólo es… un pequeño reajuste de equipaje.
-Bill. No.
-Vale, como quieras- suspiró con voz cansina-. Pero como empiece a hacer tonterías lo meto en una caja y se vuelve a Alemania.
-Lo que tú digas.
Se acercó y me abrazó fuertemente. Respiré su aroma y me tranquilicé bastante. Olía a vainilla. O a canela. Un olor tan suave como agradable.
-¿Quieres que te lleve a tu hotel?- murmuró en mi oído.
-Creo que será mejor idea si conduzco yo, ¿no crees?
-Es posible- se rió.
Se agarró de mi cintura y salimos del local sin despedirnos de nadie. Justo antes de salir por la puerta, me giré y pude ver cómo Tom nos miraba desde el sofá donde estaba sentado, con ojos medio cerrados y los labios fruncidos.
Conduje yo el precioso deportivo de Bill hasta mi hotel congelada de frío, ya que él se había empeñado en abrir su ventanilla hasta bajo para que le diera el aire fresco y se despejara.
Cuando legamos miré el reloj del coche. Suspiré y me froté la frente.
-Mañana me vuelvo a España- suspiré recordando.
-¿Qué? ¿Mañana? ¿No te ibas el domingo?
-Sí, pero ya estamos a sábado. Son las tres de la mañana.
-Menuda mierda- gruñó.
-Pero nos veremos en un mes. Y seguiremos en contacto, ¿no?
-Claro que sí- me pareció que le había ofendido la pregunta-. Cuando me despierte mañana… hoy- rectificó-, te llamaré.
-Como quieras. Será tarde, ¿no?
-Da por hecho que sí- se rió.
-No te pases bebiendo- comencé a reprenderle, pero dejé de hacerlo cuando vi su ceja levantada-. ¿Qué? Es una sugerencia. Lo hago por tu bien.
-Gracias.
-De nada.
Se acercó y me dio un beso de despedida con sabor a martini.

Esa noche tuve un sueño de lo más extraño. Yo era una rubia despampanante a quien le salían estacas de las palmas de las manos y que luchaba contra una especie de monstruo horrendo que yo sabía que era Bill. Pero Bill no era un monstruo, y ni mucho menos horrendo. Cuando desperté me alegré de haberlo hecho. Esa clase de sueños no eran para nada agradables.
Me giré y vi a Noemi dormitando como una marmota a mi lado. Eran las once de la mañana, y ya estaba cerrado el restaurante del hotel para desayunar, así que me puse unos pantalones normales, zapatillas deportivas y una sudadera muy fea para bajar a una cafetería a tomar algo.
Desayuné con tranquilidad una taza de chocolate caliente con unas pocas galletas blandas. Cuando todavía no iba por mitad taza, mi móvil sonó con mi escandalosa melodía que sobresaltó a dos mesas a la redonda. Sonreí nerviosa en forma de disculpa y descolgué cuando vi que se trataba de Isabel.
-¿Qué hay?- pregunté de manera casual cuando contesté.
-Aquí ando, ¿y tú?- ella habló en el mismo tono que yo.
-Estaba desayunando ahora- comenté.
-Ah…
Se hizo un largo silencio, en el que sabíamos que ninguna de las dos iba a decir nada. Yo seguía bebiendo mi taza de chocolate, y ella seguiría a la suya, pero era como si nos estuviéramos pidiendo disculpas. A nuestra manera. Aun así bastaba. Con Isabel no hacían falta demasiadas palabras. Las dos estábamos incómodas, y era algo innecesario, así que el silencio era agradable para las dos.
-Ayer hablé con Belén- me contó cuando creyó oportuno.
-¿Sí? Ya lo sabía.
-Pero seguro que no sabes que por la tarde quedó con Javi…
Y así terminó nuestra discusión. Realmente no había nada que discutir. Ella sabía que se había pasado, y yo sabía que me había pasado. No hacía falta arrastrarse para pedir disculpas, ¿no? ya estaba todo dicho.
Le conté mis días con Bill, y no se puso como una fiera, lo cual era un punto a su favor. Esta vez fue más comprensiva aun sabiendo que quizás fuera un error, pero me consolaba bastante poder compartir esto con alguien. Hasta se acordó de mi sostén extraviado.
-¿Sabemos algo de la misteriosa trama del sujetador caído en combate?
-Pues algo sabemos- comenté con evasivas.
-¿Te ha pedido ya rescate?
-¿Perdón?
-Vi en una serie de televisión, o en una película, que un grupo de secuestradores pedía rescate por un sujetador.
-Será una película que te has montado tú solita.
-Te lo digo totalmente en serio, puede estar metido en una mafia de ‘sujetráfico’.
-Muy lógico de pensar. ¿Qué es el ‘sujetráfico’, si se puede saber?
-Es como el narcotráfico, pero con sujetadores.
-¿Y se los mete gente por la nariz?
-No creo. En mi opinión se los ponen altos ejecutivos de empresas con una doble vida de la que no sabemos nada.
-Ya veo. Y se los ponen para pasar la fregona mientras cantan “Diamonds are a girl’s best friend”. ¿A que sí?
-Total y absolutamente cierto.
-Tiffany's…
-Cartier…
-Black frost…
-¿Lo dejamos?
-Será lo mejor. No me gusta Moulin Rouge.
-¿No?
-No. me duermo cada vez que intento verla. Es aburrida.
-Blasfemas.
-No blasfemo. Es ñoña y aburrida.
-Tú si que eres ñoña- acto seguido, adoptó una vocecilla aguda digna de escuchar-. “Oh, Bill, ¡eres el mejooooor! Te adoro, ¡tengo todos tus discos! ¡Fírmame una teta!”
-No te pases.
-¿No te ha firmado una teta?
-Estás loca.
-¿Pero te la ha firmado o no?
-Isabel…
-Paro.
Ambas nos aclaramos la garganta y, acto seguido, estallamos en risas.
-Vale, creo que lo de hoy ha sido épico. Hemos desvariado demasiado.
-Cierto, que le den a Hume, Descartes y Kant. Nuestra filosofía de… ¿cómo se llamaba?- pregunté.
-El sujetráfico.
-Eso. La filosofía del sujetráfico no tiene precedentes.
Volvimos a reírnos y después nos sumimos en un corto silencio que ella rompió, esta vez bastante seria.
-Espero que sepas lo que estás haciendo, Raquel- dijo con voz grave.
-De eso intento convencerme.
-No es por ser plasta ni nada parecido, ya lo sabes. Pero me preocupo. No hagas nada descabellado, ¿vale?
-Lo intentaré.
-Confiamos en ti- dijo de forma en que empecé a pensar que volvía a estar de broma.
-Ya.
-Tenemos nuestras esperanzas puestas en ti- continuó confirmando mis sospechas.
-¿En serio?
-He apostado millones de dólares por ti.
-Vale.
-¡Ve ahí y gana ese Óscar!
-Haré lo que pueda. ¡Adiós!
-Ciao.

Era abrumadoramente agradable sentirme de nuevo en paz con mis amigas, y sentí la impetuosa necesidad de pasar un rato de paz absoluta. Los coches y las sirenas de la gran ciudad me desquiciaron por completo, así que saqué un mapa de la ciudad en busca de un parque relativamente tranquilo y, a ser posible, cercano. El único viable era uno justo delante del botánico, a la otra parte del canal. Estaba bastante lejos, así que cogería dos líneas de metro. Eso si no me perdía. No estaba demasiado familiarizada con el transporte subterráneo, y no me inspiraba demasiada confianza. Todo el mundo me había avisado de carteristas y ladrones, y ni siquiera durante mis viajes esporádicos a Londres cuando vivía en Taunton hicieron que superara esa especie de fobia.
Afortunadamente no había demasiada gente. Era sábado por la mañana, y la mayoría de gente estaba durmiendo. Gracias a alguna clase de milagro divino no me perdí entre el barullo de túneles y llegué a mi destino victoriosa y sin ninguna clase de robo. Era, sin duda, un gran avance para mi confianza en el transporte público alemán.
El parque era excepcional. Podía ver las copas de los árboles del centro del parque sobresaliendo entre algunos más bajos, y daba aspecto de calidez pese a que hacía muchísimo frío. Avancé hacia el pequeño paraíso y me adentré todo lo que pude en el parque para alejarme todo lo posible del ruido de un Hamburgo que nunca descansaba. Me senté en un banco con las piernas cruzadas y saqué uno de mis libros favoritos para encerrarme de nuevo en el mundo de Mercè Rodoreda y ‘La plaza del Diamante’ en versión original. Aquel libro siempre hacía que se moviese algo dentro de mí.
El simbolismo que utilizaba la autora con las palomas había hecho que odiara por completo a esas ratas con alas. La manera en la que describe el egoísmo de ese marido y cómo los pájaros se convierten en su yugo, obligada a hacerse cargo de ellos. El monólogo interior de Natàlia, la protagonista, en ocasiones me ponía los pelos de punta. Cómo pasa de la ingenuidad a pegarse contra el suelo de la realidad, cómo el hambre de la posguerra le hace delirar… En el momento en que ella tocaba fondo se me escapó una lágrima de desolación al intentar comprender el sufrimiento que tuvo que padecer la autora para conseguir ese relato casi agonizante.
En ello estaba cuando sonó mi teléfono.
Increíble, había estado más de dos horas sentada en la misma posición, sin levantar la mirada de las manoseadas páginas del libro.
Descolgué con la voz torva de mi llanto silencioso.
-¿Estás llorando?- preguntó Bill al sentir mi voz quebrada.
-Sí- respondí con franqueza.
-¿Porqué?
-Un libro.
-Oh, vaya. ¿Quieres que hablemos luego?- habló como si le hubiera dicho mi pena más profunda.
-No, tranquilo. Ya se me pasa.
-De acuerdo. ¿Qué haces luego?
-A parte de leer un libro mientras lloro en un parque asemejándome a una adolescente a quien ha dejado su novio…-tomé aire-, nada.
-Genial. Yo me he levantado, me he duchado y estoy listo para salir. ¿Te recojo en tu hotel?
-Ahora mismo estoy muy desubicada. Creo que será mejor que quedemos en otro sitio.
Al final, después de discutir varias opciones, ambos coincidimos en quedar en la parada de metro de donde yo había salido.
Me puse contenta de verle dentro de su coche, con los ojos ocultos tras unas enormes gafas de color negro y una sonrisa centelleante bajo la nariz.
Resultaba extraña la comparación que mi cabeza había formado ente Quimet, el marido de la protagonista del libro, y Bill. Ambos egoístas, ambos habían hecho lo que querían para conseguir a la chica. Me estremecí al atar cabos en mi mente, pero los desaté enseguida. Bill era magnífico.
-¿Qué tal la fiesta?- pregunté al rato de estar en silencio.
-Bastante bien. Conocimos a un par de peces gordos, que siempre viene bien.
-Ah. Esto mola.
-Sí, mola mucho.
Y de nuevo silencio.
-¿A qué hora te vas?- preguntó tristón.
-A las siete de la mañana.
Detuvo el coche en una acera.
-¿A las siete?- repitió con un hilo de voz.
Asentí con la cabeza en silencio.
-Podríamos…-dejó la frase inacabada.
-¿Podríamos qué?
-No quiero que te vayas- suspiró y pegó la frente al volante.
-Yo tampoco. Pero la vida sigue.
-¿Pasarías otra vez la noche conmigo?- preguntó suavemente.
-No sé si es una buena idea. Tu hotel está lejos, y tengo que salir a las cinco hacia el aeropuerto para facturar maletas y…
-No, no hablo del hotel. Tú y yo solos por Hamburgo, paseando.
¿Toda la noche cogida de la mano de Bill? Aquello sonaba perfecto. Total y absolutamente perfecto. Cualquier cosa por aprovechar el poco tiempo que me quedaba a su lado.
De repente, me entró el pánico.
Mañana.
Horas, minutos, segundos.
Mañana.
A penas faltaban unas pocas horas para dejar de ver esos preciosos ojos marrones, esa sonrisa blanca y brillante, esa boca de labios suaves como la piel de melocotón… y ¿qué hacía yo sin Bill?
Nada.
¿Yo? ¿Sin Bill?
Sin Bill…
Bill, Bill, Bill. No podía dejar de repetir su nombre en mi mente.
Bill, Bill, Bill. ¿Por qué no podía pararlo?
Bill…
Sabía que me estaba mirando, pero yo tenía la vista fija en algún punto del coche, con los ojos vacíos y sin sentir nada, sólo desesperación.
Bill, Bill, Bill.
Sacudí la cabeza, cerré los ojos con fuerza.
-Bill…- supliqué jadeando-. Sea lo que sea… haz que pare- de alguna manera estaba segura de que él sabía a lo que me refería.
Noté cómo la primera de muchas lágrimas comenzaba a deslizarse por mi mejilla, y él me abrazó. Me abrazó fuerte y sentí su respiración alterada en mi nuca.
Recordé la noche en que nos conocimos, cómo quería alejarme de él a toda costa, y cómo no podía hacerlo. Mis pies anclados en el suelo, igual que su nombre en mi mente.
Era desagradable, frustrante. Imágenes y más imágenes se sucedieron en mi cabeza. Una detrás de otra…
Bill en su habitación, mis brazos alrededor de su cuello y nuestras bocas unidas en un beso apasionante. Sus manos recorriendo mi espalda a sus anchas, y las mías acariciando su abdomen. Nuestros cuerpos cayendo en la cama…
Abrí los ojos de par en par. ¿Ya está? ¿Por qué no recordaba nada más? Volví a llorar, esta vez con más fuerza. Y no pude parar.
Bill, Bill, Bill.
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Caperuci




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MensajeTema: Re: El eco de tu voz   El eco de tu voz - Página 2 Icon_minitimeDom Abr 25, 2010 5:13 pm

me dejaste... completamente intrigada :S
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romib_kaulitz01

romib_kaulitz01


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MensajeTema: Re: El eco de tu voz   El eco de tu voz - Página 2 Icon_minitimeLun Abr 26, 2010 1:41 am

oh por diooos, y ahora quee???
ay, ay, me encanta este fic, seguilo prontoo porfaa!!
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Raquelín

Raquelín


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MensajeTema: Re: El eco de tu voz   El eco de tu voz - Página 2 Icon_minitimeSáb Mayo 01, 2010 5:08 am

Maravilloso (POV Bill)

Esa sensación de nuevo, de saber que no estoy haciendo lo correcto. Ni siquiera sus lágrimas bastan para hacer que cambie de opinión, quizás porque soy demasiado egoísta para ver de verdad el daño que le estoy haciendo.
De vez en cuando miro sus ojos vacíos y me pregunto qué se siente cuando esa clase de cosas ocurren. Qué se siente cuando quieres hacer una cosa pero tu cabeza te lo impide. Debe ser horrible, desesperante.
Las peleas con Tom, con Gustav, con Georg, con ella misma… todo me lleva a pensar que debo dejar que todo esto pase de largo, comportarme como soy en realidad y no manipular su mente. Pero ella no me querría tal cual soy.
¿Quién se enamoraría de un chico egoísta y egocéntrico como yo? Nadie. He de recurrir a todo esto para que ella me quiera, y me querrá tanto que le dolerá. Pero eso es amor ¿no?
Claro que a ella no le gusta cogerme de la mano, ni besarme, ni pasar la noche conmigo. Ella no me conoce, no sabe lo que pasa por mi cabeza, no sabe nada.
Y podría ser cualquier chica la que ocupe su lugar, pero le tocó a ella el turno. El azar hizo que me fijara en sus ojos color chocolate la primera vez que la vi, y no hay nada a hacer ahí. Simplemente, ha pasado.
O podría ser yo quien me alejara de ella. Sin embargo, es demasiado tarde. Seis días han sido suficientes para que ella no deje de pensar en mí. Sé que mi nombre no deja de retumbar en mi mente, y que hace lo posible por dejar de lado todo eso que siente y que le resulta extraño. Y también sé que no podrá, porque yo no quiero que deje de hacerlo.
Se enamorará del ser más egoísta del planeta, pero ella se adaptará a mí, seremos tal para cual. Entonces seremos felices, porque dejará de pensar en un Bill amargo y egocéntrico, y todas esas debilidades le parecerán maravillosas. Yo le pareceré maravilloso. Yo soy maravilloso.
Y no es un comentario egocéntrico, todo lo contrario. Ella me adora. Ella me idolatra. Yo he hecho que me quiera, y llegará el momento en que se de cuenta de que me ama.
Pero tiempo al tiempo.

¿Y qué hay de mí?
No puedo evitar suspirar cuando la veo sonreír, y lo que me conmovió aquella noche en mi hotel. Esa luz de sus ojos que se pierde a mi antojo, cómo consigo que se amolde a mi personalidad, que no se tome en serio mi mal humor, ni mis berrinches. Dejará de ser ella misma para convertirse en el ser más perfecto a mis ojos.
Debería sentirme mal por ello, pero sé que no va a ser así. Ella estará bien, y yo también. Todo el mundo saldrá ganando.
El único problema es Tom.
Maldito Tom.
Claro, que si llega a dar demasiados problemas, Raquel se encargará de él sin dudarlo…

Alguien llama a la puerta. Deshago mi postura encima de la cama y avanzo despacio hasta la puerta.
Oh, una groupie. Genial.
Va vestida con una minifalda y un top bastante sugerente. Y está muy buena.
Abro del todo la puerta con una sonrisa que sé que es increíble. Da igual lo que pase, ella no se acordará mañana.




CAPÍTULO 16

-Ayer preguntó por ti un chico- me contó Isabel mientras me arreglaba en el baño para pasar la noche con Bill.
-¿Qué chico?- inquirí curiosa.
-Se llama Matt. He oído hablar de él a unas de clase de análisis estilístico. Dicen que es inglés.
-¿Y por qué preguntaba por mí?
-Quería invitarte a tomar un café.
-¿Hola?
-Le he dicho que estabas enferma esta semana, por si era un paparazzi o algo parecido. Aunque no creo, está en segundo de Derecho, ya venía aquí el año pasado.
-Me he perdido. ¿Por qué se supone que estudia Derecho en Castellón si es inglés?
-Me han dicho que su madre es española, y que lleva en España desde hace unos cinco años.
-Oh, interesante- comenté sarcásticamente.
-¿No vas a preguntar si está bueno?
-¿Para qué?
-Hombre, no sé- dijo ella indignada con una dosis de ironía alarmante.
-Estoy con Bill, no voy a salir con ese tal Marc.
-Matt.
-Eso, Matt.
-Como quieras. Pero que sepas que cometes un grave error.
Bufé.
-Está bien- dije con voz cansina-. ¿Está bueno?
Se oyeron unos toques en la puerta de la habitación, y cómo Noemi abría a Bill. Su voz me saludó al otro lado de la puerta y le devolví el saludo.
-¿Está ahí Bill?- cotilleó Isabel. Se escuchó a Belén gritar algo-. Belén dice que le des un morreo de su parte.
-Pues dile a Belén que lo que le daré a ella es una patada en las tripas, por lista- nos echamos a reír.
-Bueno, bueno. A lo que íbamos. Centrémonos en Matt. Pues resulta que es alto, con el pelo negro, un poco de perilla, ojos marrones…
-¿No es rubio de ojos azules?
-No.
-Pues menuda chufa.
Terminé de ponerme el rimmel y salí con Bill y Noemi, quienes hablaban distraídamente. Puse el altavoz en la mesita y me dirigí a la maleta para rebuscar unos zapatos y una cazadora adecuados.
-Yo creía que todos los ingleses eran rubios de ojos azules- dijo mosqueada-. Deberías haberme avisado de que hay normalitos.
-Ya, normalitos. Vale, lo tendré en cuanta.
Me calcé y di un beso a Bill.
-Pero de cuerpo el chico no está mal.
-¿Ah, no?
-No. Belén dice que parece un modelo. Yo digo que lo que parece es que tiene un palo metido en el culo.
Estallé en carcajadas entre los brazos de Bill, y Noemi también.
-¡En serio! Va todo el día serio y muy recto. Creo que le está afectando estudiar Derecho, ¿lo pillas?- esta vez fue ella quien se rió, pero sola-. Vale, vale. Mal chiste. Escucha, nosotras nos vamos, que hemos quedado con Javi y sus amigos esta noche.
-¿Y eso?
-Javi le pidió salir a Belén ayer por la noche.
-Uau. Qué guay, ¿no?
-Sí. Y ahora quieren liarme a mí con un tío raro.
-¿Raro?
-Sí. Es mono, pero creo que debería salir de su mundo de películas de samuráis y el Señor de los Anillos.
-Oh, ¿un friki?
-Algo así.
-Seguro que es un sol- defendí al chico que no conocía-. ¡Divertíos!
-Aprovecha la noche, ¡pendón!
-Yo también te quiero. Adiós…

Salí con Bill cogido a mi cintura de camino a un largo paseo con fecha de caducidad. En cuanto salimos del hotel pude ver cómo una dulce fachada de serenidad se extendía a lo largo de su rostro. Estaba especialmente guapo esa noche, o eso me pareció a mí. Sus ojos relucían más de lo normal, su cara me transmitía mucha calidez. Era muy agradable estar con él a esas horas, cuando el frío empezaba a azotar nuestras caras con fuerza. Me escondí en la bufanda y él sonrió burlonamente.
-¿Tanto frío tienes?
-No estoy acostumbrada.
-¿Prefieres el calor o el frío?
-El frío- respondí con rapidez-. Te puedes proteger del frío, pero el calor es empalagoso. Te hace sudar y no te lo puedes quitar de encima. Es asqueroso.
-Ya veo. A mí me gusta el calor- comentó de pasada.
-¿Qué has hecho hoy?- pregunté para mantener viva la conversación.
-Pues… cuando te he dejado en tu hotel me he arreglado yo en mi habitación. Mientras elegía la ropa que iba a ponerme ha venido una groupie, como siempre.
-¿Una groupie?- pregunté desconfiada.
-Sí, muchas veces entran en nuestros hoteles y se enteran de en qué habitación estamos. Es muy molesto, a veces.
-¿Y qué has hecho?
-¿Qué voy a hacer? Pues lo de siempre- se rió.
Esa frase me dejó descolocada por un instante, pero después reí con él. La había echado, como hacía siempre. Bill era un chico decente, no sabía cómo había logrado desconfiar de él ni un segundo. Le abracé fuerte mientras andábamos y continuó la conversación por otro lado.
En un intento desesperado por conocernos más aún de lo que nos había dado tiempo, me bombardeó a preguntas a cerca de mi vida personal. Que si mi piso era así o asá, que si me gusta la playa, que dónde veraneo… al final me pareció un poco excesivo, pero vino bastante bien, porque él iba respondiendo a las preguntas que me hacía, así que pude conocerlo mejor yo también.

La noche se hizo descaradamente corta, y no pude obviar el temblor de todo mi cuerpo en cuando volvimos frente a mi hotel después de horas sin dejar de caminar. Los pies me dolían dentro de las deportivas, pero hubiera preferido que sangraran si pudiera estar una hora más con Bill.
No tuve valor de mirarlo a los ojos cuando me dijo que sería mejor que no me acompañara al aeropuerto, que es peor cuando ves a alguien entrar por una puerta y saber que no la volverás a ver en mucho tiempo.
Me besó en la mejilla con cuidado, y yo seguía sin mirarle, temiendo romper a llorar si me veía reflejada en sus ojos. Sentí sus brazos abrazarme y sus labios buscar los míos con una impaciencia que desvelaba con esa respiración entrecortada. Le besé y no pude evitar abrazarlo fuertemente contra mí, sentir su calor contra mi cuerpo por última vez en muchos días.
No me consoló el hecho de saber que lo vería en un mes. Todo lo contrario.
Cuando tuve valor de mirarlo ya estaba de espaldas a mí, con las manos en los bolsillos y alejándose calle abajo. Me obligué a despegar mi mirada de su espalda y entré en el desierto hotel, vigilado por una recepcionista medio dormida.

El viaje en taxi hacia el aeropuerto no fue agradable. Noemi se había puesto a llorar disimuladamente mirando por la ventana. Ella era así, cuando se iba de un lugar al que sabía que no iba a volver se ponía a llorar. Y yo también. Aunque yo reprimí mis lágrimas y me prometí a mí misma que aquello no iba a ocurrir.
Sin embargo esto no duró demasiado. Desayunamos en silencio en un bar del aeropuerto, sabiendo que ninguna de las dos tenía ganas de hablar. Pero seguí reprimiendo las ganas de llorar hasta que entré en el avión.
Me senté en el lado de la ventana. Vi cómo Noemi se ponía sus cascos, y le pedí prestado su MP3. Nos lo intercambiamos y nada más lo encendí la voz de Bill empezó a fluir por mis oídos. Entonces eché a llorar como una tonta mirando por la ventana.

Hamburgo quedaba atrás, y mi estómago se retorcía ante la idea de que allí abajo, en algún lugar de la ciudad, estaba Bill. Y yo alejándome más y más, y Bill allí. Un banco de nubes se interpuso en mi campo de visión, y cerré los ojos. Las luces de la ciudad despertando quedaron completamente ocultas.
La voz de Bill estaba haciendo estragos en mi mente, y tuve la horrible tentación de poner las canciones en inglés, pero la poca cordura que me quedaba me obligó a no hacerlo y no torturarme más.
Me quedé dormida en ese plan, llorando escuchando la música, hasta que Noemi me despertó. Tuve el deseo de que el avión se hubiera estrellado y tuviéramos que volver a Hamburgo. Pero la claridad del sol de Valencia lo desmintió. Suspiré y me pregunté qué clase de accidente de avión tendría que haber ocurrido para que si se estrellaba pudiéramos sobrevivir.
Sacudí la cabeza y salimos del avión para hacer colas inmensas hasta que conseguimos salir de ese aeropuerto infernal para coger el metro hasta la estación de trenes y de ahí a la estación de Castellón, donde había dejado mi coche.
El ambiente no podía ser más deprimente, con el ruido de las ruedas del tren contra las vías de fondo y cada una en su mundo, sin cruzar media palabra. Cuando estábamos llegando a Sagunto, a ella se le ocurrió abrir la boca.
-¿Estás bien?- preguntó preocupada.
-No.
-Lo imaginaba- asintió lentamente con la cabeza y volvió a mirar por la ventana.
Y esa fue nuestra gran conversación. La dejé en su casa, me tocó hablar con su madre y fingir lo contenta que estaba. Conseguí librarme de una comida familiar y me dirigí a mi piso, por fin.
Fue un poco deprimente, entrar en una casa vacía. Aunque, ¿qué esperaba? ¿Ver a Bill esperándome en el salón con un ramo de rosas rojas? Sí, la verdad es que no iba muy desencaminado.
Mandé un mensaje a mi madre para avisarle de que había llegado y que iba a dormir para que no me llamara, y otro a mis amigas, diciendo básicamente lo mismo.
Me tiré en el sofá como una muerta y me dediqué a mirar un culebrón mientras me moría por un poco de helado. La temperatura de Castellón me resultaba asfixiante.
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>Mari<

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MensajeTema: Re: El eco de tu voz   El eco de tu voz - Página 2 Icon_minitimeSáb Mayo 01, 2010 3:59 pm

aayyy!! pobre Raquel!!
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pain-of-love

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MensajeTema: Re: El eco de tu voz   El eco de tu voz - Página 2 Icon_minitimeDom Mayo 02, 2010 11:48 am

re lindo este capi.pobre raquel, es re feo tener q despedirte de alguien q keres mucho

:(
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Caperuci




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MensajeTema: Re: El eco de tu voz   El eco de tu voz - Página 2 Icon_minitimeLun Mayo 03, 2010 10:31 pm

quel ya te lo he dicho... SOS UNA DIOSA ESCRIBIENDO FICS!!! Very Happy
ya nso proclamamos fans de tokio hotel y fans tuyas
queremos mas!!!!!!!!!!!
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>Mari<

>Mari<


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MensajeTema: Re: El eco de tu voz   El eco de tu voz - Página 2 Icon_minitimeMar Mayo 04, 2010 5:12 pm

ssii!!
hay q hacer un fan club, jajaja!!!
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Raquelín

Raquelín


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MensajeTema: Re: El eco de tu voz   El eco de tu voz - Página 2 Icon_minitimeMar Mayo 04, 2010 6:14 pm

sexmittom ya me hizo uno en THS ajajaja no es amooor? *.*
soys un cielo, de verdad!!!

espero que os guste el capi de hoy..


CAPÍTULO 17

Afortunadamente tenía que ir a clase el día siguiente. Me gustaban las asignaturas que tenía los lunes, y me servían de vía de escape por unas horas. Lo cierto es que una clase intensiva de literatura norteamericana y otra de lingüística fueron el mejor antídoto al rostro permanente de Bill en mi cabeza.
Mientras esperábamos a que empezara la clase de gramática, Isabel y Belén no dejaron de mirar preocupadas cómo dibujaba círculos en el libro. Cuando las clases terminaron y nos dirigíamos andando hacia nuestras respectivas casas tuve noticias del famoso Matt. Escuché un leve “perdona” pidiendo mi atención a mis espaldas, y me giré con gesto ausente.
Sin duda, mis amigas no andaban equivocadas con el chico. Era bastante guapo pese a no tener un modelo clásico inglés. Y de cuerpo no estaba mal. Nada mal.
-Hola, me llamo Matt- me extendió una mano que acepté-. Me dijeron tus amigas que estuviste enferma- comentó.
Me giré para mirarlas, pero ya se habían escaqueado y caminaban hacia delante dejándome atrás, cuchicheando como alcahuetas. Suspiré y las maldije interiormente.
-Yo me llamo Raquel, encantada.
-Me preguntaba si podríamos quedar algún día y… ya sabes, tomar un café por ahí, o comer juntos.
-Oh, vaya. Lo cierto es que ahora estoy con un chico- comenté pensando en Bill-. No creo que le haga demasiada gracia que quedemos.
-Mierda- se golpeó teatralmente la frente con una mano y sonreí-. Bueno, si cambias de idea, ya sabes dónde encontrarme.
-No tengo ni idea de dónde encontrarte.
-En la facultad de Derecho.
-Déjame adivinar… estarás de pie, ¿no?- me miró alzando una ceja-. Vale, nada. Ya nos veremos por ahí. Adiós, Matt.
-Adiós.
Corrí a alcanzar a mis amigas, quienes habían avanzado a paso ligero para dejarme los más atrás que pudieran.
-Buen intento, marisabidillas- las señalé acusadoramente con un dedo amenazador-. Pero no cuela.
-¿El qué?- preguntó Belén con una cara tan inocente que casi podía leer la mentira en sus ojos. Isabel le pegó un codazo.
-Muy sutil- le dije riéndome-. No vais a conseguir que quede con Matt, me da igual lo que hayáis pactado con él.
-No hemos pactado nada- intentó excusarse Isabel.
-No mientas.
-Vale, puede que le dejásemos caer desinteresadamente que teníamos una amiga estupendísima de la muerte que se moría por sus huesos, pero nada más, ¿a que no?
-No, eso es justo lo que le dijimos- asintió Belén.
-Estáis enfermas- me reí a carcajada limpia-. Dentro de poco conoceréis a Bill, y veréis como es un encanto.
-Permíteme que lo dude. ¿Cómo estás?- preguntó Belén volviendo a su cara de preocupación.
-Pues… bueno. Podría estar mejor, pero también peor. Las clases siempre vienen bien para olvidarme de todo esto.
-Me alegro. Escucha, hay algo de lo que queríamos hablarte- dijo ella cambiando de tema.
-Disparad.
-Resulta que queda poco para los exámenes finales, y pedimos unas vacaciones anticipadas en el almacén- dijo refiriéndose al lugar donde trabajaban para pagarse el alquiler-. Pero cuando les hemos dicho que no podíamos venir en un par de semanas o tres, nos han echado- confesó cabizbaja-. ¿Podríamos quedarnos contigo hasta que encontremos otro curro y poder pagar el alquiler otra vez?
-¡Claro!- acepté-. Sólo necesitaréis una cama, porque la habitación del escritorio no tiene. Pero la de invitados sí, así que no hay ningún problema.
-Vale, le pediré a mis padres mi cama- dijo Belén-. Gracias.
-Para algo estamos.
Volví a mi casa y ellas fueron a ver a su casero, quien pareció disgustarse ante su partida, pero aquella zona tenía bastante demanda, así que no creo que tardara mucho en encontrar unas nuevas inquilinas.

El tiempo iba pasando, y la vida con Belén e Isabel era bastante cómoda. Estaban empeñadas en pagarme la luz y el agua como mínimo, pero les propuse dividirnos las tareas de la casa y que se quedaran ellas con lo que menos me gustaba a mí. Hubiera jurado que preferían pagarme con dinero.
La parte negativa es que a penas tenía tiempo de melodramatizar y volverme una victimista por completo, aunque teníamos mucho que estudiar, así que tampoco disponía de tiempo para depresiones.
Además, Bill me llamaba casi todos los días. Era agradable saber que ya estaba de nuevo en su casa después de las apariciones en la radio en Estados Unidos, y me iba contando todo lo que le sucedía.
-Mamá tiene ganas de conocerte- dijo contento. Yo me asusté.
-… ¿mamá?
-Sí, mi madre.
-Ya, ya sé. ¿Por qué sabe que existo?- pregunté de forma estúpida.
-Porque se lo he dicho yo.
-¿Le has hablado de mí a tu madre?
-Claro. Nos vamos juntos a las Maldivas, tendrá que saber con quién voy, ¿no?
-Sí, eso es bastante lógico.
-¿Tu madre tiene ganas de conocerme?
Mierda.
-¿Mi madre? Claro, sí.
-No le has contado nada- adivinó.
-No. La verdad es que me da bastante apuro.
-¿Por qué?
-Pues porque se supone que soy una persona madura y responsable, que no se va con un cantante de rock a las Islas Maldivas.
-Entiendo- se rió-. Pero bueno, yo sólo soy un chico normal, después de todo.
-Tan normal como feo.
-¿Debo tomarme eso bien o mal?
-Bien… creo.
-Tengo que irme, mi madre se ha empeñado en que le ayude a hacer pastel de chocolate- anunció como si fuera una gran catástrofe.
-Pobrecito. Seguro que es un suplicio. Yo tengo que estudiar para los exámenes de enero, así que no te quejes.
-Vale, no me quejo- se rió-. Una cosa, ya tengo los billetes de avión y todo ese royo. Te mando por mail los datos y los detalles, ¿vale?
-¡Genial! Adiós.

Resultó bastante gratificante la reacción de mis amigas cuando les dije que me iba con Bill a las Maldivas. Casi se mueren de envidia, y no por el chico, sino por el destino. A Belén le pareció romántico a más no poder, e Isabel dijo que ahí sólo se iba para “darle al tema en la playa”. Muy concreta, como siempre.
Lo cierto es que estaba bastante contenta. Bill venía el día dos a Castellón y el día tres salíamos desde Valencia haciendo escala en Londres, y de ahí al aeropuerto Internacional de las Islas que, gracias a Dios, estaba en la misma isla que el hotel. Menudo lío. Bueno, él se apañaría. Tom iría desde Berlín, o eso me dijo su hermano.
A Belén e Isabel no les hacía gracia que Bill pasara una noche con nosotras, pero tampoco podían decir nada porque era mi casa. Les advertí de ser amables con él, porque me importaba y esas cosas, y ellas aceptaron de momento. En realidad Belén se moría de ganas por conocerlo. Decía que le gustaba su música y que tenía una voz absolutamente maravillosa, aunque no le gustaba su físico. Yo la reté a que volviera a decirlo cuando viera a Bill sin maquillaje. Por otra parte, Isabel parecía empeñada en que Bill era un “Kartoffel” y que era idiota.

En realidad no se me hizo larga la espera hasta volver a ver a Bill. Pasé la Nochebuena en una cena familiar, y después me fui con las chicas de fiesta a las discotecas de los polígonos. El viaje a Andorra para esquiar de Belén se pospuso hasta el día tres, así que Isabel aprovechó y decidió dejar su viaje a Madrid para ese mismo día. De este modo pasaríamos la Nochevieja juntas y, ya que estamos, cotillearían al ver a Bill.
Fueron unas fiestas bastante movidas, yendo a discotecas cada dos por tres y bebiendo más alcohol que menos. Eso cuando no estábamos enclaustradas estudiando en casa.
En Nochevieja Isabel me presentó al friki con el que nuestra amiga le había juntado, y parecía bastante emocionada. Cuando el chico se fue para otro lado, yo me llevé a Isabel a un lugar de la discoteca donde no hubiera tanto ruido.
-¿Qué te parece Dani?- preguntó nerviosa.
-Bueno, el chico es mono- admití.
Detrás de las gafas y la apariencia enclenque se veía un chico de ojos claros con mucho potencial.
-¿En serio?- asentí-. Estudia biología en Valencia.
-Eso está bien.
-Me hubiera gustado más que estudiase filología hispánica. ¿Te imaginas? Tiene que ser muy romántico salir con un chico que vaya a filología hispánica.
-¿Y eso por qué?
-No lo sé, pero debe molar, ¿no? Se sabrá alguna que otra poesía de Béquer, y me la podría recitar cada mañana…
-Lo que tú digas. Nosotras estudiamos filología inglesa, y la gente nos mira raro.
-Porque somos raras.
-Vale, eso también es verdad.
-…Béquer estaba bueno.
La miré con ojos desorbitados por unos segundos mientras ella se distraía mirando una luz parpadeante del techo. Cuando se percató de que la miraba completamente alucinada se echó a reír de forma histérica.
-¡Es verdad! ¿Has visto la famosa foto de Béquer? Se parece a Michael Gurfi.
-Se parecía. En pasado. Ahora no deben quedar ni sus huesos. Tía, estás enferma.
-Sólo constato un hecho relevante para la filología actual- el chico que estaba a su lado la miró con una cara extraña, preguntándose quizás qué narices hacía una chica como ella en Nochevieja hablando de la filología-. Seguramente hoy en día sería…
-Álex Ubago.
-Sí, por ejemplo.
-Claro.
-…Entonces ¿te parece bien que esté con Dani?- preguntó cambiando por completo de tema.
-¿A mí? A mí me parece estupendo- me reí-. ¿Qué voy a decir?
-Estás en tu derecho de meterte con él, yo me metí con Bill.
-En ese caso sería Bill quien tendría que meterse contigo, ¿no?
Se encogió de hombros.
-Voy a ver qué tal está mi friki de la Guerra de las Galaxias. Tú ves pidiendo tres chupitos de lo que sea, voy a presentarlo en sociedad.
-Que la fuerza te acompañe- le grité por encima del sonido de la música mientras me giraba hacia la barra.
Le pedí al camarero tres chupitos de tequila, y me dijo que si pedía cuatro me los cobraba a la mitad. Genial. Me bebí uno yo sola esperando.

La mañana siguiente fue de las peores que había tenido hasta el momento. Alguien estaba bailando claqué, sevillanas, hip-hop y aeróbic en mi cabeza. Bill llegaba a las doce del medio día a Valencia, y serían las diez cuando sonó el horrible sonido del despertador. Me levanté como una muerta viviente hasta el baño y me di una ducha bien fría para despejarme, aunque eso sólo empeoró el dolor de cabeza.
Fue una noche bastante divertida. Isabel y yo nos metimos con Dani hasta que nos hartamos, y el pobre chico no hacía otra cosa que alucinar, hasta que descubrió que era el sentido del humor que teníamos, y empezó a pasárselo bien. Por su parte, Belén estaba en algún lugar de la discoteca con Javi. Dios sabe qué estarían haciendo.
Me tomé un vaso de leche con doble de café y vi aparecer a Belén con un aspecto bastante deprimente, como el mío, supongo. Gruñó en señal de saludo y se sentó a mi lado en la barra de la cocina.
-¿Qué vas a hacer hoy?- preguntó hundiendo la cabeza entre los brazos.
-Tengo que ir a buscar a Bill a Valencia.
-Afortunada- murmuró de manera que a penas la entendí-. Voy a comer algo. A veces creo que me hago vieja. No estoy para estos trotes… tengo mucho sueño.
-¿Y por qué no te quedas en la cama?
-Porque hoy Javi me ha invitado a su casa a comer, y estarán sus padres.
-¿Te va a presentar a sus padres ya?
-Sí.
-Vaya. Qué pronto.
-Javi es así. La verdad es que me encanta.
-Pegáis.
-Lo sé, somos bastante iguales. Eso está bien, necesitaba que me tratasen como una princesa, ¿sabes?
Para cuando terminó la frase, mis ojos estaban cerrados, la boca medio abierta y la cabeza apoyada en una mano, luchando contra la tentación de quedarme sopa.
-¿Me escuchas?
-Te escucho, pero me duele todo- gemí-. Tengo ampollas en los pies de los tacones, y me duele la cabeza y la tripa. Quiero que mi príncipe venga y me lleve en brazos.
-¿Con un caballo blanco?
-Uhm… no, en otra ocasión. Que venga con un BMW deportivo, que da menos meneos.
-¿Qué coche tiene Bill?
-Un BMW deportivo.
-Qué sutil eres cuando quieres.
-Ha…ha…ha.
-Tus risas sarcásticas son bastante patéticas cuando estás de resaca. Has hecho bien en lavarte el pelo- comentó.
Levanté una ceja sin comprender.
-Me he olido mi pelo nada más levantarme y me he asustado- se rió.
-Vale, no quiero saberlo- me reí por la nariz y me levanté del taburete para ir haciéndome a la idea de que Bill llegaba a Valencia en menos de hora y media.
-¿Estás segura de poder conducir?
-Sí, no te preocupes. Estoy menos segura de que mi cabeza funcione en inglés. No me podré comunicar con él.
-Pobrecita. Anda, ves saliendo y tómate otro café en el aeropuerto.
-Buena idea- cogí mi abrigo, las llaves y el bolso-. ¿Cuándo volverás?
-Ni idea. Supongo que sobre las seis o así, depende de la sobremesa.
-Vale, a esa hora ya estaremos aquí. Una comida con Isabel y Bill… puede ser muy interesante.
-Ten cuidado no lo degolle mientras sacas la comida del horno- se mofó.
-Qué chispa. De mayor mechero- me sobresalté al oír la voz de nuestra zombi-amiga detrás de mí-. ¿Te vas ya?
-Me voy.
-Vale, púdrete.
-Gracias, ¿te quedas a comer?
-Sí.
-Genial. Estaremos aquí a la una. ¡Adiós!
Salí pegando un portazo y bajé hasta el garaje para salir rumbo a Valencia.
Hasta las deportivas me hacían daño en los pies, pero intenté no reparar en el dolor y concentrarme en mirar cada escasos segundos el móvil en el asiento de al lado para comprobar que Bill no había llamado para avisarme de que se había cancelado su vuelo.
Muchas veces ocurre que estás tan emocionada por algo que te da la impresión de que es tan perfecto que algo pasará para que todo se estropee.
Pero eso no sucedió. Llegué media hora antes de lo que tocaba a mi destino, así que hice lo que Belén me había aconsejado y me tomé otro café, después del cual estuve bastante más despierta y consciente de lo que ocurría a mi alrededor.
Cuando anunciaron por los altavoces la llegada de un vuelo desde Berlín se me puso la carne de gallina y pegué un salto en la incómoda silla en la que estaba sentada. Correteé hasta la puerta por la que salían para quedarme apoyada en una barandilla metálica, esperando expectante ver el rostro de Bill entre la multitud de gente que se apelotonaba para pasar por la perta. Incluso me puse de puntillas para ver mejor.
Y, por fin, lo vi. Su rostro estaba parcialmente oculto por unas enormes gafas de sol y una gorra con visera bastante fea. Tenía el pelo recogido en una coleta y el gesto serio, pero sonrió ampliamente cuando me reconoció. Llevaba una sudadera negra, al igual que los pantalones, la chaqueta que colgaba de su brazo, y una bolsa de equipaje bastante pequeña. Se acercó a mí y yo me abalancé sobre él, enroscando mis brazos alrededor de su cuello y aspirando fuertemente su dulce aroma a vainilla.
-Te he echado de menos- me susurró en el oído, haciendo que se me erizara el pelo de la nuca.
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Caperuci




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MensajeTema: Re: El eco de tu voz   El eco de tu voz - Página 2 Icon_minitimeMar Mayo 04, 2010 6:45 pm

Kartoffel Very Happy
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MensajeTema: Re: El eco de tu voz   El eco de tu voz - Página 2 Icon_minitime

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