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 El eco de tu voz

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Raquelín
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Raquelín

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MensajeTema: El eco de tu voz   El eco de tu voz Icon_minitimeDom Mar 07, 2010 6:55 pm

El eco de tu voz


protegido contra el plagio en Safe Creative

Resumen: Raquel, una joven que se cree demasiado madura, acompaña a la European Fan Party a su prima pequeña, quien está loca por el batería de Tokio Hotel. Pero todo se volverá en su contra cuando caiga en las redes del carismático Bill kaulitz y su extraño secreto.

Genero: misterio, amor.

Clasificación: para todos los públicos

Advertencias: sexo poco esplícito

Publicado: 7.3.10

última actualización: 7.3.10


Introducción.

Paseé mi mirada un tanto escéptica por el avión, frunciendo el ceño con ligereza. A mi lado, Noe se retorcía las manos con impaciencia.
-¿Queda mucho?- preguntó con voz calmada.
-Tan sólo unos minutos- respondí con voz cansina-. Hace un tiempo que hemos pasado la frontera alemana, así que supongo que sólo queda un cuarto de hora, veinte minutos como mucho.
-Bien…- bajó la cabeza y se agachó para coger su mochila. La abrió y comprobó por enésima vez si tenía las entradas y la pequeña foto impresa en folio.
-¿Me la dejas ver?- pregunté suavemente.
Ella me miró desconfiada y después miró la foto, debatiéndose.
-Prometo no reírme.
Siguió dudando en silencio unos segundos y cedió, acercándome la foto. La cogí como si fuera de oro, y la miré por encima.
A simple vista parecía verdadera. Un chico rubio al lado de una muchacha de dieciséis años de edad, de ojos marrones y pelo castaño y ondulado, con una pequeña bolita plateada adornando la parte izquierda de su nariz.
Mi prima suspiró a mi lado y alargó la mano, exigiendo su pequeño tesoro. Se lo devolví y volvió a guardarlo en la mochila.
-¿Nunca te ha gustado un grupo?- me preguntó mirando por la pequeña ventanilla, con ese aire ausente que la caracterizaba.
-Claro, como a todo el mundo.
-No… No. Me refiero a gustarte de verdad. Como a mí me gusta Tokio Hotel.
-Oh. Pues… creo que no.
Asintió sin dejar de mirar las espesas nubes que cubrían el cielo alemán, y sonreí de lado al ver cómo sus mejillas se tiñeron de un rojo escarlata cuando la luz de advertencia para abrocharse los cinturones se encendió.
-Vas a tener que fregar muchos platos para pagarme esto- refunfuñé mientras me aseguraba de que mi cinturón estaba bien asegurado. Ella se encogió de hombros y cerró los ojos, reclinándose en el asiento-. Que sepas que vengo porque eres una chica sensata y porque sé que no me darás problemas.
Volvió a asentir, y no supe si me estaba escuchando, pero una bonita sonrisa se ensanchó en sus labios cuando sintió que el avión comenzaba a descender.
-Raquel- me llamó.
-¿Qué?
-¿Alguna vez te has sentido tan alegre y contenta que a penas puedas expresarlo?- siguió con su tono llano y sin sobresaltos. Yo negué con la cabeza, atónita-. Pues entonces no sabes cómo me siento.
Y dicho esto, volvió a subirse a su propio mundo.




Capítulo 1.


El inmenso edificio de ladrillo rojizo se alzaba ante nosotras de forma amenazadora. El Hühnerposten se hallaba enteramente rodeado de cientos de chicas gritando como si les estuvieran quitando la vida, maldiciendo e intimidando a las afortunadas que iban deslizándose hasta el interior con las acreditaciones necesarias.

Cada vez que entraba un grupo en el edificio, se colaba por debajo de la puerta el sonido de la música alta y las conversaciones de unas quinientas personas.
Yo empujé a Noe hacia el hombre que estaba en la puerta para enseñarle nuestros permisos, y nos hizo pasar con gesto serio y aburrido.

-Gracias por acompañarme- me dijo mi prima observando a su alrededor en cuando traspasamos la puerta.

Sonaba una de las canciones del grupo, aunque no supe identificar cuál era. Me recriminé por no haberme molestado en parecer algo entusiasmada cuando Noe me pidió que la acompañara a la European fan party que el grupo alemán celebraba en Hamburgo, y traté de mostrar inquietud entonces.

-¿Cómo se llama el que a ti te gusta?- pregunté.
-Gustav. Es el batería- respondió mientras nos poníamos en la cola para la firma de discos.

Asentí satisfecha. Lo había visto ya en el montaje que la muchacha había hecho con un programa informático, así que no me resultaría complicado reconocerlo. Quizás podría tener la oportunidad de ilustrarle a cerca de los beneficios de mi maravillosa prima, de su inteligencia y de lo estupenda que era. Claro, que yo jamás había estado en una firma de discos, y no sabía que a penas tendría un segundo para decirles “hola” y poco más. Pero bueno, yo era feliz en mi mundo, haciendo de Celestina entre Noe y… ¿cómo se llamaba? Ah, Gustav, como la rana Gustavo. Reprimí una carcajada y traté de dejar de pensar estupideces.

-Oye, Raquel- pidió mi atención.
-¿Sí?
-¿Puedes hacerme un favor?
-Claro.
-Dale esto a Gustav- dijo entregándome un folio de un bloc de dibujo, doblado en cuadritos diminutos-. Y que te firme esto- añadió entregándome un CD.
-¿Por qué? ¿No se lo puedes dar tú?- pregunté extrañada.
-A mí tiene que firmarme la foto y la camiseta- dijo señalando la prenda que llevaba puesta debajo de la chaqueta y un jersey de cuello alto-. Me mandará a cagar si además le doy esas cosas.

Me encogí de hombros y acepté mientras ella se quitaba la chaqueta y después hacía peripecias para deshacerse de la camiseta de tirantes sin quitarse el jersey, para después aferrarla fuertemente en su puño. Pude entrever el logo del grupo entre los pliegues de la tela. Yo abrí el folio que me había entregado y me sorprendí.

-¡Noe! ¡No puedo darle esto!- chillé maravillada.
-¿Por qué? A mi me parece que está genial…- suspiró ella decepcionada, pensando que no me gustaba el dibujo.
-No seas boba- gruñí-. Lo has dibujado tú, así que dáselo tú.
-Me da vergüenza- murmuró poniéndose roja.
-Qué tonta eres, de verdad- dije echándome las manos a la cabeza.

El retrato del chico me miraba con ojos serios, pero describiendo una sonrisa amable con sus labios. A los lados había un texto en alemán que no supe descifrar, ya que mis conocimientos del idioma se limitaban a lo que Noe me contaba que había aprendido en sus clases, que tampoco era mucho.

-¿Qué pone?- le pregunté.

Ella se puso roja y apartó la mirada algo cohibida.

-Va, dímelo- pedí haciendo un puchero.
-Son unos versos de dos canciones suyas- comentó tratando de salirse por la tangente.
-Desembucha- le presioné.

Ella suspiró derrotada.

-“Sólo seremos capaces de continuar si no nos vemos el uno al otro nunca más” y “Hoy estamos aquí, el mundo está tras la puerta”.
-Oh- comenté-. Qué… bonito.

Frunció el ceño, visiblemente molesta, y giró la cabeza indignada.

-No lo puedes entender si no has escuchado antes las canciones enteras- gruñó enfadada.

Suspiré sin comprender qué mosca le había picado, y pasamos el resto del tiempo en silencio. Pero sólo hasta que llegó el momento en el que sólo quedaban unas diez chicas por delante de nosotras.

-¿Estoy bien?- preguntó volviéndose hacia mí con gesto ansioso.
-Estás estupenda- le sonreí-. Pero respira, no te pongas colorada y si te habla, no te quedes mirándole como si fuera un marciano.
-Respirar. Hablar- repitió como si fuera lo más difícil del mundo-. Vale, lo pillo- después dejó escapar un pequeño grito de histeria-. Relájate- se murmuró a sí misma.
-Eh, ¿y toda esa charada del avión? Tranquilízate.

Asintió y se tapó los oídos.

Muy buena idea. La verdad es que la enorme multitud de hormonas con patas que gritaban a nuestro alrededor era bastante inquietante. Y su actitud nerviosa se pegaba. Mi corazón estaba a punto de salírseme por la boca, hasta que conseguí dominar mi autocontrol.

Venga, yo ya era mayorcita como para estas bobadas.

Llegó nuestro turno y dejé que ella pasara delante de mí. El primero al que le tocó firmar fue a Gustav. Ella se quedó parada y sin poder moverse durante un par de segundos, pero le pequé una pequeña patada. Se intercambiaron una sonrisa y ella le dio la foto retocada para que pareciese que estaban el uno junto al otro, y la camiseta. El chico firmó, le dijo algo en alemán a lo que ella respondió con una sonrisa y una afirmación seca con la cabeza y avanzó un paso hasta que le fueran firmando el resto de componentes del grupo.

Yo miré de frente a Gustav, y le di el dibujo con un gesto firme pero agradable.

-This is for you, Gustav- dije tratando de pronunciar a la perfección.

Él lo observó con ojos atentos unos segundos y después volvió a mirarme a mí.

-Thank you- respondió con una sonrisa algo forzada.

Le entregué el CD, también lo firmó, y lo pasó al chico que había a su lado. Mierda, no recordaba el nombre de ninguno más. Llevaba rastas, y era muy mono. Recordé a toda velocidad que ese era uno de los gemelos, pero tan sólo recordaba uno de los nombres.

-Hello Bill- saludé muy resultona y segura de mí misma.

Éste muchacho alzó la cabeza extrañado y con los ojos entrecerrados. Le pasó un CD a su gemelo, y me miró de nuevo.

-[/i]My name is Tom. Bill is my twin[/i]- dijo con voz grave y seria.

Dios. Tierra, trágame.

El chico moreno, el verdadero Bill, me miró con ojos graciosos y soltó una risotada que sonó como el chapoteo del agua de una cascada. Libre y natural. Sonreí estúpidamente y me moví para ir dejando paso al resto de chichas que ya empezaban a empujar. El último chico, cuyo nombre había olvidado por completo, me firmó el CD – le costó lo suyo - con una media sonrisa que ocultaba querer reírse en mi propia cara. Mientras él lo hacía, yo miraba a Noe, quien tenía pinta de querer matarme ahí mismo. Me encogí de hombros y alargué la mano hacia el músico – tampoco tenía idea de qué función tenía en el grupo, ya puestos.
Recogí el puñetero disco y se lo pasé a mi prima con despreocupación. Me giré una última vez y vi cómo Bill – el verdadero – me lanzaba una mirada que me dejó helada por un instante. Sacudí la cabeza y él se centró en su trabajo, con el gesto levemente más serio.

-¿Cómo te has atrevido?- rugió la muchacha-. Le has llamado “Bill”… ¡BILL! Qué vergüenza… ¿qué habrá pensado Gustav de mí?
-De ti no lo sé, pero seguro que ha pensado que no era fan del grupo- dije con un dramatismo exagerado y llevándome una mano a la frente.

Ella giró la cara y se puso a murmurar sin que entendiera una palabra. Miró el CD, olvidándose de mi existencia por unos segundos, para después mirarme con ojos asesinos.

-Te voy a matar- murmuró con los ojos entrecerrados
-Noe, me estás asustando- reí nerviosa-. ¿Qué ocurre?
-Georg Listing se piensa que eres retrasada mental o algo parecido. ¡No! Si la culpa es mía por traerte…
-¿Perdona? Si no fuera por mí no estarías…- me interrumpió poniéndome el CD en la cara, y después de unos segundos me desternillé de la risa.
-¡A mí no me hace gracia!

El chico del pelo planchado había hecho algo más que firmar el disco.
En la parte delantera, donde se veían los tres muchachos con un número gigante, había puesto flechas señalando a las cabezas de cada uno y los respectivos nombres.

-No seas boba, seguro que se acordarán de nosotras por el resto de sus días- me reí pasándole un brazo por los hombros y dirigiéndome a una zona apartada para dejar las chaquetas y los bolsos y prepararnos para la fiesta de verdad, que empezó poco después.

Y me agobiaba.

Mucho.

No me gustaban las discotecas, y el sonido ensordecedor de la música empezaba a marearme de verdad, así que traté de escabullirme. Dejé a mi prima hablando en inglés con otras chicas – mucho más histéricas y, a mi parecer, infantiles que ella – y me dirigí al extremo más alejado de la multitud. Fui dando vueltas al recinto por la parte interior, recordándome a mí misma a un león vigilando a una manada de cebras… solo que estas cebras estaban pendientes de algo un piso más arriba. De vez en cuando se veía una cabeza con rastas asomarse por la barandilla, y cundía la histeria entre las chicas – y algún chico también – del piso inferior.

Menudos estúpidos. Hacen una fiesta y ni siquiera bajan a pasárselo bien con sus fans. Fruncí el ceño en señal de desaprobación y proseguí mi camino pegada a la pared.

Casi ya había dado una vuelta completa, cuando algo llamó mi atención. Había una puerta entornada y semioculta por la que entraba gente con aspecto cansado y de estar trabajando todo el día. Sentí curiosidad y me acerqué a husmear.

Miré alrededor por si veía a alguien, pero nadie se percató de que abría del todo la puerta y me colaba dentro.

Ante mí se extendieron unas escaleras cochambrosas y con una pinta de película de miedo. Escuché unas voces en cuanto volvió a cerrarse la puerta, ya que ésta amortiguaba el sonido del chunda-chunda de la fiesta al otro lado. Subí un par de escalones y escuché cómo arriba se abría otra puerta y volvía a colarse en las escaleras el ruido de la música. Me pegué a la barandilla para evitar ser descubierta y seguí subiendo, a tiempo que escuchaba otros pasos subiendo apresurados a algún piso superior.

Bueno, por suerte o por desgracia, el refranero español tiene frases para cualquier momento. En este caso… ¿cómo era? Ah, sí. La curiosidad mató al gato.


Última edición por Raquelín el Dom Mar 07, 2010 7:18 pm, editado 1 vez
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MensajeTema: Re: El eco de tu voz   El eco de tu voz Icon_minitimeDom Mar 07, 2010 6:58 pm

Oh sehhhhh el fic is jiar!

me encantan estos primeros cpa shaaa tu shabess

bleee...y me intirga mucho el fic así que lo leeré todo e.e
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MensajeTema: Re: El eco de tu voz   El eco de tu voz Icon_minitimeDom Mar 07, 2010 6:59 pm

no te puede haber dado tiempo a leerlo, so tramposa ujuuum ¬¬
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MensajeTema: Re: El eco de tu voz   El eco de tu voz Icon_minitimeDom Mar 07, 2010 7:17 pm

pero el primer cap yo ya lo había leido ¬¬
te dije que llegué al 4to!
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MensajeTema: Re: El eco de tu voz   El eco de tu voz Icon_minitimeDom Mar 07, 2010 8:21 pm

Q SUCEDIO LUEGO??
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MensajeTema: Re: El eco de tu voz   El eco de tu voz Icon_minitimeLun Mar 08, 2010 9:17 am

pues sigo Smile iré a capi por día, porque como ya lo tengo escrito y terminado, así molo más y vosotras me querréis más, y seré más feliz *.*


CAPÍTULO 2

No tuve que subir mucho, tan sólo uno o dos pisos más, hasta que llegué al final, con una puerta metálica custodiando lo que fuera que había a la otra parte. Por el frío que se colaba, deduje que era una azotea o algo similar.

Empujé la puerta con suavidad y el frío alemán me acuchilló la cara y las manos, haciendo que me abrazara el cuerpo con ambos brazos.

Había alguien apoyado en la barandilla y mirando a la ciudad, que se giró bruscamente al escuchar el leve golpecito que hizo la puerta al chocar contra la pared.

-¿Qué haces aquí?- preguntó algo enfadado en un inglés algo rudo, supuse que influenciado por el alemán-. Se supone que las fans deben estar abajo- gruñó.

Bajé la mirada y vi cómo sostenía un cigarro humeante entre los dedos. Me encogí de hombros con gesto indiferente y di unos cuantos pasos en su dirección. ¿Cómo diablos se llamaba? Mierda, volví a olvidar su nombre.

-Tú eras… ¿Bill?- sugerí siguiendo la conversación en inglés.

Entornó los ojos y me miró con curiosidad sin dejar irse del todo a su mal humor. Después asintió lentamente.

Estaba muy quieto, sin abrir la boca. Me acerqué más y me recosté en la barandilla. Mantuvimos el cómodo silencio mientras ambos mirábamos la preciosa ciudad. Él de vez en cuando pegaba una calada a su cigarro y echaba el humo con tranquilidad.

-¿Tienes un cigarro para mí, Bill? he venido con mi prima y no quiero que me vea fumando.

El chico asintió y se sacó un paquete de tabaco del bolsillo interno de la cazadora de cuero. Me dio un cigarro y alargó el mechero. Encendió la mecha y yo pegué unas cuantas caladas.

-Estoy aquí arriba porque tus fans son unas pesadas histéricas- respondí a su pregunta con aires de superioridad. De alguna manera tenía que dejar claro que yo era la madura y responsable, no él, desde luego.

Él se encogió de hombros y sólo habló pasados unos diez segundos que a mí se me hicieron eternos.

-¿Y por qué has venido?- preguntó.
-Te lo acabo de decir- dije con rintintín pensando que quizás fuera más idiota de lo que pensaba.

Sin comerlo ni beberlo, me veía a mí misma en la azotea de un edificio alemán con un cantante de la banda con más éxito de Europa que, ya puestos, tenía problemas para diferenciar su propio sexo. Fantástico. Menudo planazo. Lo miré de reojo mientras él sonreía a las luces de la ciudad con gesto ausente y negué con la cabeza con lentitud. Parecía una chica. Pero… bueno, quizás sólo fuera porque tenía los ojos pintados y el pelo largo. Quizás si se lavara la cara y se dejara de tanta ñoñería podría…

-Me refería a qué haces en esta fiesta.

Y en ese instante olvidé todo.

Su voz me golpeó más fuerte de lo que hubiera imaginado. Me pareció más hermosa que cualquier otro sonido bajo la tierra. Se me pusieron los pelos de punta, y retrocedí un paso. Sacudí la cabeza e intenté que sus palabras no volvieran a repetirse en mi mente como un eco dulce y suave como la miel.

Levantó una ceja y pareció satisfecho por mi reacción. Parecía estar acostumbrado a que todas las chicas cayeran a sus pies con sólo un chasquido de sus dedos. Bien, yo no le daría esa satisfacción.

-He venido porque mi prima es fan vuestra, y sus padres no querían que viniera sola- le dije con toda la dignidad que pude manejar tratando de recordar el idioma en el que nos hablábamos.
-¿Y tú vas a cuidar de ella?- preguntó de nuevo con esa voz tan suave y reconfortante.
-Ese es el plan- contesté sin dejarme engatusar.
-Por eso estás aquí fumando, en la azotea, donde en teoría no puedes estar, mientras tu querida prima puede estar emborrachándose y liándose con cualquier tío- de nuevo me costó no poner ojitos y cara de estúpida al escuchar el tono con el que hablaba.
-Mientras no sea tan borde y desagradable como tú me daría igual- repuse tirando el cigarro al suelo y di media vuelta con los nervios crispados.
-Eh, espera- escuché mientras me agarraba del brazo con un gesto firme-. Vale, lo siento- dijo después de un suspiro-. ¿Me perdonas?

Oh, oh, oh…
No, esa voz no…
¿Perdonarle?

Quería perdonarle, quería besarle, quería que fuera el chico, quería que…
Me di media vuelta y ahí estaba de nuevo. Con su preciosa sonrisa medio avergonzada y sus hermosos ojos marrones hundiéndose en mi mirada. Su apretón en mi brazo se hizo menos firme, hasta que soltó la mano y la posó sobre mi cintura.

-No te vayas- susurró de nuevo de manera irresistible-. Bésame.

¿Un beso? ¿Por qué? ¿Por qué él quería besarme? ¿Y por qué yo no podía apartarme? Sentía ganas de irme corriendo de allí, de huir de sus ojos y no volver a verlos jamás. Pero las piernas no me respondían. Estaban tan clavadas en el suelo como si se tratara de una estatua. Una lágrima comenzó a deslizarse por mi mejilla, justo en el momento en que el chico juntaba sus labios con los míos. Deseé gritar, deseé soltarme de su abrazo, pero tan sólo podía besarle. Besarle y sentir cómo una de sus manos se posaba en mi cuello.
Poco a poco, la intensidad de ese extraño beso fue decayendo, hasta que él se separó unos milímetros, dándolo por finalizado con un último beso fugaz.

Me secó las lágrimas que había derramado y me estrechó en un abrazo cálido y extremadamente reconfortante, apoyando mi cabeza en su hombro y acariciando mi oscuro pelo con ternura. Estaba temblando de arriba a bajo, yo sólo quería irme, pero no podía.

-Shhhhh… no tengas miedo- me susurró al oído.

Los temblores remitieron en cuestión de unos segundos, y mi cuerpo se relajó, dejando tras de sí el dolor de los músculos en tensión.

Pero él no parecía extrañado de mi reacción. Se mantuvo en esa posición durante un par de minutos, que llegó a resultarme reconfortante, ya que desprendía un calor adictivo en ese clima helado.

-¿Por qué…?- comencé a preguntar con voz temblorosa y medio hipando.
-No te preocupes por eso ahora- susurró acariciándome una mejilla con su pulgar-. ¿Querrías volver a verme mañana?- preguntó suavemente.

Levanté la mirada y entorné los ojos. No, claro que no quería. Me había hecho llorar, quería irme de su lado. Me daba miedo.

-Por favor, dime que sí- siguió con su patrón de voz aterciopelada y encandiladora.

Ni siquiera pude plantearme lo contrario. ¿Cómo negarme a lo que él me pedía? ¿Cómo? Volvieron a salir lágrimas de mis ojos y volví a echarme a temblar. Él me abrazó más fuerte y me susurró algo que no logré comprender.

Yo asentí lentamente, aceptando su oferta de verlo al día siguiente, sabiendo que no era lo que yo deseaba, y que quería huir de la hermosura de su voz. Pero no me sentía capaz.
Y así me quedé, abrazada a un chico al que le tenía pavor, sin saber por qué, hasta que algo o alguien decidió que ese momento finalizara.

Cuando llegué a mi hotel con la compañía de Noe, me eché en la cama y omití todo lo que la chica me contaba. En mi cabeza sólo resonaba el eco de su voz pidiéndome un beso.





******

sé que lo del beso es extremadamente precipitado, pero era necesario =)

coments?? *.*
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MensajeTema: Re: El eco de tu voz   El eco de tu voz Icon_minitimeLun Mar 08, 2010 10:35 am

woww me encanta tu fic
es super atrapanteee Smile
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MensajeTema: Re: El eco de tu voz   El eco de tu voz Icon_minitimeLun Mar 08, 2010 10:50 am

me imagino a Bill y me mojo ._.
no es bueno para mi salud metnal que escribas tan bien putifuuun!
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MensajeTema: Re: El eco de tu voz   El eco de tu voz Icon_minitimeLun Mar 08, 2010 2:44 pm

Bueeeeeeeeeeno, a leer se a dicho!!! Very Happy

Edito: Waaa, quiero mas, mas, maaas!!
Me ha encantado, escribes muy bien Very Happy


Última edición por xXxValeexXx el Mar Mar 09, 2010 2:37 pm, editado 1 vez
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MensajeTema: Re: El eco de tu voz   El eco de tu voz Icon_minitimeLun Mar 08, 2010 4:55 pm

sdlsaldkfnf mañana lo sigo *.*
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MensajeTema: Re: El eco de tu voz   El eco de tu voz Icon_minitimeMar Mar 16, 2010 2:57 pm

CAPÍTULO 3 (Lunes)

La mañana siguiente me desperté temprano en la lujosa habitación de dos camas del hotel de Hamburgo. Estaba sudando, temblando de nuevo al soñar con esos ojos marrones.
En mi sueño, Bill me cogía de la mano y me pedía que saltara con él desde un edificio muy alto. Bajo nosotros sólo veía una bruma sin fondo. Yo lloraba, le suplicaba que no me obligara, pero él volvió a pedírmelo con sus suaves palabras y acepté.
Desperté justo en el instante en el que la sensación e vértigo se apoderó de mi estómago.
Miré la hora y descubrí que a penas eran las seis de la mañana. Pero yo ya no tenía sueño. Así que, después de cerciorarme de que Noe dormía como un tronco, me metí en el moderno cuarto de baño para pegarme una ducha.
Estuve largo rato bajo un chorro de agua casi hirviendo, incluso se me pusieron rojos los pies, hasta que me aseguré de que no había rastro de maquillaje en mi cara. Salí del baño y me puse una mascarilla facial que previno a mi delicada piel de todo un día de aire alemán.
Mientras la crema actuaba me sequé el pelo, y no hizo falta plancha, pues lo tenía extremadamente liso de forma natural. Lo cepillé un poco y le di forma al flequillo japonés con el secador. Una vez hube terminado con el pelo, me aclaré la mascarilla, me vestí con prendas básicas y me puse la crema hidratante para bajar al restaurante a desayunar cuando serían poco más de las siete de la mañana.
Antes de salir de la habitación me asomé a ver si había despertado a mi prima, pero ella dormía como un tronco, con la boca entreabierta y dando largos suspiros. Sonreí y la dejé durmiendo cuando me fui.
Afortunadamente servían el desayuno desde bien temprano, y pude ver a algunos empresarios tomando sus cafés apuradamente mientras leían el periódico. Una mujer se me acercó y me preguntó, supuse, por el número de habitación. Se lo di en inglés y ella asintió comprendiendo que no entendía el alemán.
Me acerqué a la barra libre y cogí una taza de café expresso junto con un par de croissants en miniatura. Me senté en una mesa a saborear mi desayuno y a remover distraídamente mi café sin poder evitar recordar la noche anterior.
Por el ventanal del restaurante se podía ver el canal Alster, y me quedé embobada mirando cómo los árboles se mecían con el viento que soplaba gélido a primera hora de la mañana.
La música del móvil me despertó de mi ensoñación pasajera haciendo que pegara un bote en la mesa y sobresaltara a las personas que había a dos metros a la redonda. Saqué el aparato de mi bolso y me lo llevé a la oreja tras ver el nombre de mi tía parpadeando en la pantalla.
-Buenos días- dije con mi mejor voz.
-Hola Raquel- saludó alegre-. ¿Ya os habéis despertado?- preguntó extrañada.
-No. Bueno, yo sí. No podía dormir y me he bajado a desayunar. Tu querida hija estará soñando con la larga conversación que tuvo con su gran ídolo- me mofé.
-¿Se lo pasó bien?
-Sí. Ya te contaré. Me echó la bronca y protestó como una niña a la hora de volver al hotel. Pero valió la pena. La vi muy contenta, y además consiguió un montón de autógrafos en la firma esa que hicieron.
-¿No le dejaste beber alcohol, verdad?- preguntó con timbre alarmado.
-Por favor Marta… vale que yo sea la prima enrollada, pero no por eso voy a dejarle beber- me reí ante mi tono teatralmente indignado.
-Bueno, pues sigue cuidando de ella. Porque me fío de ti, que si no… no os dejaría allí tantos días.
-Sólo es una semana- protesté yo.
-Pero tened cuidado.
-Siempre- dije yo empezando a cansarme de una conversación que sólo iba a llevarnos a advertencias que ya me habían dado antes de salir de España-. Oye, estoy desayunando. ¿Te parece si hablamos en otro momento?
-Vale. Abrigaos, ¿de acuerdo? Y no os metáis en problemas.
-Adiós- dije de forma cortante.
No le di tiempo a que siguiera hablándome, porque colgué nada más despedirme. Arrojé el teléfono de nuevo en el bolso y vi de refilón un pequeño papelito blanco. Lo cogí extrañada sin recordar qué era, y lo desplegué con rapidez.
Una letra estirada y puntiaguda se extendía brevemente a lo largo de lo que parecía un pañuelo de papel.

Mañana a las seis de la tarde en el Axel-Springer-Haus.
Te estaré esperando.
Bill.

Se veía que no era de muchas palabras.
Era extraño, porque no recordaba para nada haber quedado con él. Sí me acordaba de que me hubiera dicho que quería volver a verme – sin saber todavía la razón exacta – pero pensaba que sólo lo había dicho de boquilla.
Miré extrañada el cutre pañuelo en busca de algo más y le di la vuelta, pero no había escrito nada más.
En ese instante no se me pasó por la cabeza siquiera la posibilidad de no acudir a mi “cita”, así que olvidé el hecho de no recordar que me diera el papel y pasé directamente a preguntarme dónde narices estaba la calle que él me decía.
Miré alrededor y en la mesa de mi izquierda había un hombre de ojos azules y pelo rubio con pinta de alemán. Podría preguntarle a él.
No, idiota.
Si fuera de Hamburgo no estaría en un hotel.
Me reí de mí misma y busqué un camarero con la mirada. Genial, le pregunté a uno que venía cara a mí con una jarra de leche y una sonrisa amable.
-Es muy fácil. Está cerca- me dijo con dificultad en inglés-. Nosotros estamos en Alter Wall, y el Axel está en una calle con el mismo nombre que el edificio. Tienes que cruzar el Stadthausbrücke, que es un puente, y seguir adelante. Lo verás enseguida. Es un edificio enorme y muy moderno. Tiene un cartel gigante en la puerta con el nombre.
-Muchas gracias- sonreí, me echó más leche y se fue a atender a otros clientes.
Suspiré y me eché en el respaldo del asiento con actitud cansada a pesar de que no lo estaba en absoluto. Había dormido unas cinco horas, pero me sentía totalmente nueva.
Así que, aburrida como estaba, decidí volver a la habitación para coger ropa de abrigo y salir a dar una vuelta. Noe aún dormía, así que le dejé una nota junto a cincuenta euros encima de la mesita de noche diciéndole que estaría dando una vuelta y que si se despertaba y no estaba saliera a que le diera el aire.
Lo primero que me propuse fue buscar el lugar donde había quedado con él. Así que intenté reproducir las torpes palabras del camarero en mi mente y me dirigí hacia el puente que me había nombrado hasta cruzarlo. Me costó bastante más de lo que había pensado, posiblemente porque mi concepto de las distancias era bastante distinto al de alguien que vivía en una gran ciudad.
El frío y el viento hacían que mi paseo se volviera desagradable, pero no tardé en divisar el lugar donde había quedado con Bill. Era, efectivamente, un edificio colosal. Blanco y muy alto, típico de una gran metrópoli. Sonreí y eso me subió el ánimo, ya que me gustaban esos lugares ajetreados con rascacielos y bocinas resonando por todas partes. Empezaba a coger bastante frío, y me refugié en una cafetería cercana a paso ligero, girándome de vez en cuando y sintiéndome una más de toda esa multitud nerviosa.
El lugar era agradable y tranquilo, todos hablando en voz baja con quien tenían al lado – a diferencia de en España, por cierto – y eso me agradó. Pedí un chocolate caliente y me senté con la humeante taza a ver cómo los transeúntes aceleraban el paso por la acera, sonriendo misteriosamente.

Y la pregunta del millón es… ¿qué se pone una para ir a ver a un tío extraño que a penas conoce y que, ya puestos, es mundialmente famoso? Pues, si alguien tiene la respuesta, en ese momento lo hubiera adorado hasta plantarle un altar.
Pero, por desgracia, no llevaba en mi maleta nada destacable. Saqué un jersey de cuello de barco y manga larga negro para ponérmelo encima de una camiseta de cuello alto del mismo color, pero llevaba una frase poco apropiada en la parte delantera:
“I prefer rock stars”
Definitivamente, esa no.
Rebusqué hasta encontrar algo medianamente decente. Me puse unos pantalones vaqueros clásicos y un jersey negro discreto junto con unas deportivas de tela bastante desgastadas.
Noe me miraba curiosa desde su cama, preguntándome continuamente qué narices estaba haciendo.
-He quedado- le contesté cuando me cansé de sus insistentes preguntas.
-Eso lo había deducido.
-Chica lista.
-¿Con quién?
-Pues con un chico que conocí ayer en la fiesta.
-¡No!- dijo ella abriendo los ojos y poniendo en modo on su faceta adolescente que más me desquiciaba-. ¡Cuéntame!
-No te voy a contar nada- aseguré-. Ya te diré algo cuando vuelva.
Me acerqué al espejo del baño a ponerme un poco de raya de ojos y atusarme la mata de pelo por los hombros. Me puse un poco de crema de manos y salí del baño con mi prima pisándome los talones mientras esparcía el cosmético.
-Va, dímelo…- suplicaba ella como si fuera una cría.
-Noe, déjame tranquila. Si sigues así, olvídate de que te lleve a conciertos en mi coche- amenacé seriamente frunciendo el ceño.
Ella cerró la boca y levantó la nariz en un gesto de dignidad fingida excesivamente teatral. Sonreí y me acerqué a darle un beso de despedida.
-Cuando vuelva te recompensaré con una sorpresa- dije sin estar muy segura de mis palabras.
-Más te vale, porque sino me escaparé y mi madre te hará pagar a ti el hotel.
No respondí a su infantil berrinche fingido y me fui de la lujosa habitación que, efectivamente, sus padres habían pagado. Me crucé con varias personas por los pasillos del imponente hotel, pero no me fijé en sus caras. Estaba demasiado nerviosa y alterada por mi “cita”.
De camino al edificio donde había quedado no me permití dudar en ir o no ir con el joven. Recordaba cómo me había asustado, posiblemente de forma irracional, la noche anterior, y temía que volviera a ocurrir. Pero tenía que ir. Él me lo había pedido, y tenía una voz tan maravillosa… no podía evitar querer conocerlo más a fondo, saber por qué me había pedido un beso y, sobre todo, por qué yo había accedido. Quizás todas esas chorradas que leía de pequeña en las revistas era cierto y existían los flechazos a primera vista.
Oh, vaya. Con diecinueve años y pensando idioteces de ese estilo. No sabía qué narices estaba haciendo, pero yo seguía caminando casi por inercia hasta que llegué a los jardines que decoraban el exterior del lugar. Busqué a Bill con la mirada, pero no había nadie. Me cercioré estúpidamente de que era el lugar adecuado, y después volví a barrer el lugar con los ojos.
Un pitido corto y agudo me hizo pegar un brinco de sorpresa. Me di la vuelta y había un coche a mis espaldas. Un precioso BMW deportivo plateado con la ventanilla del copiloto a medio bajar.
El corazón se me aceleró cuando vi la preciosa sonrisa de unos ojos limpios de maquillaje. Sus dientes resplandecían en el interior del coche desde el asiento del conductor, y un nudo se me hizo en el estómago.
Me acerqué con cuidado a él, temiendo que el miedo de la noche anterior volviera con la misma intensidad que recordaba. Aunque ahora costaba creer lo asustada que me había sentido, con esa sonrisa deslumbrante y unos ojos tan bonitos…
Entré en el coche y le di dos besos con cautela. Él empezó a hablar en su curioso inglés y puso el coche enmarcha, sin decirme el destino.
-¿Dónde vamos?- pregunté cuando cesó su parloteo desagradable.
No me gustaba esa voz. Era demasiado banal, demasiado mundana. La que a mí me gustaba era más suave y dura a la vez, ocultando mil sentimientos tras una fachada tranquila. Y creo que él se percató de que no estaba cómoda, porque suspiró y se recostó en su asiento cuando paramos en un semáforo.
-A una cafetería que me gusta mucho. Está en la parte antigua de Hamburgo- aclaró sin que sirviera realmente para que me situara.
Él se rascó la nuca y arrancó cuando se puso en verde.
-¿Cuál es tu hotel? He vivido un tiempo en Hamburgo y a lo mejor lo conozco.
-El Sofitel- respondí-. Está cerca de donde hemos quedado.
-Wow. ¿El Sofitel? Es genial. Una noche dormí allí. Tiene los mejores almohadones del mundo, ¿a que sí?- preguntó ilusionado.
-Eh… sí.
-Te estoy aburriendo- dijo haciendo un puchero y poniendo la cabeza de lado como un perrito abandonado.
Sonreí ante una cara tan adorable y él volvió a girar la cara y fijarse en la carretera, sonriendo de lado.
Oh, Dios. Vale, hasta ese momento no me había fijado en las venas que surcaban su cuello. Con lo que me gustaba aquello en los chicos. Hice un mohín y deseé que allá donde fuéramos hiciera calor y se arremangara la sudadera para poder verle los brazos y comprobar si también había unas cuantas venas de las que tanto adoraba. Aunque pude deducir que así sería por lo marcadas que tenía las de las manos. Mare mía, deseaba poder tocar esas manos grandes y fuertes cuanto antes.
Me di cuenta de que se había percatado de que le miraba las manos con ojos desorbitados, y parecía confundido. Lo miré a los ojos y él desvió la mirada hasta sus manos, buscando alguna mancha o algo fuera de lo común. Volvió a mirarme y alzó una ceja.
-Me gustan tus manos- respondí simplemente.
Miré por los cristales y descubrí que ya habíamos aparcado, así que me apresuré a salir de ese lujazo de coche mientras él se miraba desconcertado las manos en busca de algo anormal, parando especial atención en las uñas.
-¿Es por la manicura?- preguntó saliendo del coche y alcanzándome en un par de rápidas zancadas.
-No. bueno, es muy bonita- reconocí observando el negro y el blanco-. ¿Te lo haces tú?
Afirmó fuertemente con la cabeza y echamos a andar.
-Al principio necesitaba ayuda, pero ahora ya no. si tengo que dar un concierto, tengo una estilista que las hace en un momento. A mí aún me cuesta. Si no es por la manicura, ¿por qué?
-¿Por qué que?- pregunté fingiendo haber perdido el hilo de la conversación.
-¿Por qué te gustan mis manos?
Me detuve un par de segundos a pensar y después alargué un brazo y cogí una de sus cálidas manos entre la gelidez de las mías. De forma descarada, recorrí sus venas con mis dedos, y sonreí. En efecto, era agradable. Volví a dejar su mano libre, pero él se aferró a una de ellas y caminamos por la calle agarrados.
Vale, eso había dejado de molar.
Me sentía algo incómoda al estar cogida de su mano, sin conocerlo prácticamente de nada, pero a la vez era agradable. Su tacto cálido era un remedio fabuloso para el frío que yo tenía. Nos detuvimos en la puerta de una cafetería con aspecto bohemio y más oscuro en el interior de lo normal. Antes de entrar se giró hacia mí.
-Tenías la mano muy fría- dijo respondiendo a una pregunta que no había formulado, pero que sabía que se había creado en mi cabeza.
Sonreí estúpidamente y entré tras él en el local.
La mujer de la barra sonrió al verle y le dio una carta. Mantuvieron una conversación de la cual no entendí absolutamente nada, y después señaló unas escaleras en las que no había reparado.
Tan sólo había una pareja en el local, y se le quedó mirando de forma insegura, pero él enseguida tiró de mí e hizo que subiera la escalera a toda velocidad.
Arriba había dos salas más, y él me dirigió a la que no tenía ventanas. Había una mesa redonda decorada con motivos arábigos y una lámpara de pie con el mismo estilo en una esquina. Había un par de sillas a un lado de la mesa, pero contra la pared había un banco cubierto de cojines granates y dorados con muy buen aspecto. Me resultó un lugar de lo más romántico pese a la simplicidad.
Se sentó junto a mí en el banco y después apoyó un codo en la mesa, mirándome con ojos inquietantes. Enseguida aparté la mirada sonrojada, pero no pude evitar volver a mirarlo.
-Háblame- pidió optando por esa voz de la noche anterior. Me embaucó y me llenó de satisfacción interiormente.
-¿Sobre qué?- dije después de unos segundos.
-Sobre ti. Quiero saber cosas de ti.
-Pues… vivo en España- él asintió-. En una ciudad de la costa este. Se llama Castellón. Es pequeña y aburrida. Pero hace buen tiempo, y está muy cerca de la playa, aunque a mí me da un poco de asco. Casi nunca voy porque el agua está muy sucia y…- mierda, Raquel. ¿Qué narices estás haciendo? ¿Hablar sobre Castellón? Te has ganado cien puntos-. Bueno, y eso. Vivo sola en un piso de cerca de la universidad.
Me interrumpió la mujer que había abajo con una libreta dispuesta a apuntar lo que queríamos. Preguntó algo a Bill y él me miró.
-¿Te gusta el chocolate?
-Eh… sí, claro.
-Genial.
Se giró cara a la mujer y habló a una velocidad casi inhumana. Parecía que era la forma habitual de hablar para la mayoría de alemanes.
La mujer sonrió, tomó nota de lo que él había dicho y salió de allí con la carta de comidas en la mano.
-¿Estudias en la universidad?- me pidió que continuara.
-Sí. Estoy en segundo año de filología inglesa- asentí satisfecha de mi labor.
-Uau, eso es genial. Por eso hablas tan bien inglés- me sonrió y creí que me derretía-. Yo lo hablo fatal- suspiró haciendo un adorable mohín-. Tengo mucho acento alemán.
-No- mentí. Él alzó una ceja-. Tienes un poco de acento, pero lo habas muy bien. Al menos yo te entiendo genial- le sonreí con calidez.
-Continúa- exigió-. Cuéntame más cosas.
Suspiré y me rasqué la nuca.
-Bueno, pues… no sé qué más contarte, la verdad.
-¿Tus padres están juntos?- su pregunta estaba fuera de lugar, y eso me molestó un poco. Fruncí el ceño y él echó un poco atrás su cabeza, puede que arrepintiéndose de haber sido algo atrevido.
-No- dije con voz seca-. Y no creo que eso sea algo que te incumba.
-Lo lamento- se disculpó-. No quería molestarte.
Asentí repentinamente seria y no volvió a hablar hasta que volvió la camarera con un trozo de tarta de chocolate cubierta por un humeante chocolate caliente. Se me hizo la boca agua. Después vi que traía una tetera en miniatura y dos vasos de cristal, también muy pequeños, en una bandeja.
Los dejó delante de nosotros y volvió a salir dispuesta a dejarnos intimidad. Me dio la impresión de que ya se conocían, pues ella le sonrió con aspecto maternal, a parte de que estábamos en el piso de arriba, estando el de abajo casi vacío por completo.
Comimos en silencio del trozo de tarta que, por cierto, estaba deliciosa, y después me sirvió té en mi vasito. Él se veía pensativo, y yo tampoco tenía muchas ganas de hablar, así que cuando terminé de beber me recosté en la pared, sumamente a gusto con el estómago caliente y las manos no tan frías.
Era extraña la sensación que tenía al estar con él en ese momento. Como si fuera lo más normal, estar ahí sentados juntos, como conocidos de toda la vida. Y estaba bien, pese a ese toque agridulce que había dado él a nuestra conversación. Bill recorría los dibujos del mantel con los ojos, distraído y metido en su mundo.
Ahora me pareció guapo. Muy guapo. Sin rastro de maquillaje en la cara era mucho más natural y bello a su manera. Con esas facciones limpias y cortantes, huesudo y atractivo, sin dejar escapar un toque de misterio que lo hacía todavía más interesante. Sus ojos mostraban una actitud nerviosa y cavilante, incluso llegué a pensar que se había olvidado de que yo estaba a su lado cuando, de repente, clavó su mirada en la mía.
-¿Hasta cuánto estarás?- preguntó en un susurro.
-Hasta el domingo que viene.
Asintió y volvió a apartar la mirada. Pude ver cómo hacía los cálculos mentales. Era lunes, así que todavía quedaba un tiempo antes de volver a España.
-Me estaba preguntando- titubeó-. Si… bueno, si querrías venir esta noche a cenar conmigo.
Lo miré extrañada. No me inquietó como la noche anterior, no me asustó. Quizás porque no había contacto visual. Incluso su voz me sonó distinta. Ahora era vacilante y muy insegura. Resultaba extraño. Quería volver a verlo, realmente empezaba a interesarme por esa aura misteriosa que lo envolvía, pero quizás era un error.
Era una tontería encariñarse con él cuando yo volvía a mi ciudad en seis días. ¿Y después qué? No. No. No. Me mordí el labio inferior y lo miré con la disculpa tatuada en la cara. Él se percató de mi resolución.
-Por favor- susurró.
De nuevo ese dilema moral. No podía negarme si me lo pedía así. Me sentía mal. Empezó a dolerme la cabeza, y aparté la mirada con una mueca de dolor y de pánico a la vez.
No comprendía, no entendía cómo estaba sintiéndome así. No quería ir con él esa noche. Pero tampoco quería dejar de ir. Bill me cogió una mano y pareció avergonzado por algo. Fijó la mirada en nuestras manos entrelazadas y comenzó describir círculos en mi palma. Yo cerré los ojos con fuerza y cayó una lágrima involuntaria que él secó con el pulgar.
-No hagas esto más dificil- susurró.
Abrí los ojos y me lo encontré de frente, con esos ojos enormes mirándome atentamente, y no pude evitar dejar ir otra lágrima.
-Algún día descubriré por qué me haces sentir así- dije mientras me acercaba a él y apoyaba la cabeza en su hombro.
Él me rodeó con sus brazos y me besó el pelo.
-Confío en que nunca lo hagas. Me odiarías. Y yo no quiero que me odies.
Cerré de nuevo los ojos y comencé un llanto silencioso que duró unos minutos, hasta que me calmé en el abrazo de su agradable cuerpo.
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MensajeTema: Re: El eco de tu voz   El eco de tu voz Icon_minitimeMar Mar 16, 2010 3:45 pm

*-* te odio pero te quiero
quie saber por que mieghdo a Quel le pasa ESO con la voz de bill ¬¬
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Raquelín

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MensajeTema: Re: El eco de tu voz   El eco de tu voz Icon_minitimeMiér Mar 17, 2010 5:34 am

CAPÍTULO 4

Como esperaba, Bill me llevó al hotel. Era ya tarde, así que yo cogería ropa de más abrigo y después iríamos a cenar juntos. Pero él, no contento con eso, decidió acompañarme hasta mi cuarto. Tuvo que cobijarse bajo una gorra y meterse el pelo en la chaqueta para que nadie le reconociera.
Subiendo por el ascensor, yo le repetía que mi prima estaría en la habitación, y que no era buena idea. Pero él negaba con la cabeza y me ignoraba. Entonces recordé que le había prometido una sorpresa a Noemi, y que quizás con Bill no bastaba.
-Escúchame- le dije nada más salir del ascensor.
-Te escucho.
-Iré contigo a la cena… si haces algo para que mi prima conozca a… uhm… ¿Gustav?
-¿Gustav?
-Sí, ese rubio tan guapo.
Él me miró con ojos entrecerrados tiempo que nos parábamos en la puerta de mi habitación.
-¿Te parece más guapo que yo?- preguntó medio asustado.
Me eché a reír y le toqué la nariz con la tarjeta que abría la puerta. Me encantaba cuando hacía sobresalir el labio inferior un poco y ponía ojos de corderito.
Accioné el picaporte con la tarjeta y la luz estaba encendida. Se veían los reflejos de la televisión en la pared.
-¿Lo harás?- pregunté en voz baja antes de entrar.
-Está bien- me sonrió y se acercó a mis labios con peligrosidad. Pero afortunadamente para mi corazón, se desvió en el último momento y me besó una mejilla colorada.
Le devolví la sonrisa y entré en el cuarto.
-¿Noe?
-Joder chata, ya era hora- vi cómo sus pies se recogían e intuí que se estaba levantando-. ¿Qué tal con el kartoffeln? ¿Te ha…?
Su gesto se congeló en cuanto se asomó al pequeño pasillo que había desde las camas hasta llegar a la puerta principal y el baño. Bill se adelantó un paso sonriendo con naturalidad y le dio tres besos en las mejillas, como supuse que sería normal para él. Ella seguía alucinando, y me miró de forma que no pude descifrar.
-Te lías con uno de Tokio Hotel y no es el que a mí me gusta. Ya te vale.
Automáticamente estallé en carcajadas a las que ella se unió. El chico nos miraba risueño, impaciente de poder reírse también pero sin entender por qué.
Negué con la cabeza y señalé a mi prima.
-Ella es Noe.
Él asintió y después me miró con ojos amables.
-Cámbiate rápido. Yo me quedo hablando con tu prima.
Por un instante temí que también la asustara a ella como me hizo a mí la noche anterior, pero quizás yo estuviera algo mal de la cabeza, así que lo dejé correr.
Saqué de la maleta unos pantalones negros y un jersey más gordo y me metí en el baño para cambiarme y arreglarme un poco más. De vez en cuando se oían risas ahogadas por el tabique entre las camas y el baño, pero igualmente se me pegaban y me hacían reír. Me puse algo de base de maquillaje y polvos, sombra oscura, rimmel… me gustaba cómo había quedado. Después calenté la plancha mientras me cambiaba y le di un par de retoques al flequillo, que había quedado un poco destartalado después de todo el día por ahí.
Cuando salí avisando de que estaba lista me los encontré viendo la televisión, aburridos y cansados de esperar.
-Lenta- masculló Noe con el chip del inglés metido en la cabeza.
Bill sonrió sin despegar los ojos de la televisión.
-¿Tanto he tardado?
-Siglos. Milenios.
-Bah- les dejé mirando la tele mientras me cambiaba de bolso-. ¿Para qué le prestas tanta atención? No entiendes nada.
-Más que tú- se quitó un calcetín y me lo lanzó a la cara.
-Asquerosa- gruñí mientras lo tiraba a un rincón.
-Por cierto, mañana desayuno con vosotros- dijo como de pasada.
-… ¿qué?
-Sí. Bill ha llamado a Gustav- comenzó como si los conociera de siempre, con una naturalidad insuperable-, y hemos quedado en ir los seis a desayunar mañana por la mañana.
-Pero…
-¿Algo que objetar?
-Nada.
-Perfecto- sonrió victoriosa y se levantó, llamando la atención de Bill, quien me miró por primera vez desde que salí del baño con expresión insondable-. ¿No os ibais ya?
-Pesada- murmuré-. ¿Vamos, Bill?
-Vamos.
-Volveré pronto- le dije a mi prima dirigiéndome a ella en español-. Así que si te escapas, te pillaré- hizo un gesto feo con la cara-. Ahora en serio, si sales llámame y pasaremos a por ti cuando vuelva hacia aquí, pero no se lo digas a tu madre.
-Soy una tumba- dijo sonriendo-. Gracias, pero no saldré. Bajaré a cenar al restaurante del hotel.
-Genial, pues. Nos vemos.
Me acerqué a ella para darle dos besos, y después fue Bill quien se despidió de la chica.
Salimos pegando un leve portazo y bajamos hasta su coche en silencio. Él parecía divertido por algo. Por mi parte, esperaba a que mis humos bajaran antes de comenzar a chillar y a desmadrar mi genio.
No tenía derecho a decidir qué hacer ni cuándo hacer nada que tuviese que ver conmigo. Le conocía de la noche anterior, y ya quería presentarme al resto de la banda, al mismo tiempo que él quería conocer a mi prima. Era surrealista. ¿No se suponía que los hombres tenían fobia al compromiso? Porque eso era, ¿no? Estaba intentando atarme. Y yo seguía sin saber porqué se empeñaba en aferrarse a una chica a la que a penas conocía de un día. Una vez acomodados dentro del automóvil me giré y lo encaré de frente.
-¿De qué va todo esto?- pregunté sin darme cuenta de que posiblemente habría algún error de gramática en la traducción al inglés.
-¿Perdón?- fingió no entender y se centró en la conducción.
-¿Te crees que eres mi novio o algo así?- dije a la ofensiva.
No dijo nada.
-No puedes comportarte como si me conocieras, ¡porque no es así! No quiero conocer a tus amigos, ni quiero que conozcas a mi prima, porque tú y yo no somos nada. ¡Nada! crees que eres el dueño del mundo porque tienes a un montón de chicas histéricas a tus pies, que son quienes te dan de comer comprando tus estúpidos discos y pagando para verte en directo. ¡Pero no lo eres! Deja de intentar lo que sea que estés intentando, ¡porque estoy bastante harta de tu juego!
Se quedó parado, completamente quieto, con las manos aferradas al volante y la mirada fija en algún pinto en la lejanía. Tenía la mandíbula tensa y respiraba con fuerza. Poco a poco, los nudillos se tornaron blancos de apretar el volante con fuerza, y su respiración se iba intensificando por momentos. Tenía el ceño fruncido, al igual que los labios. Pronto empezaron a temblarle las manos,
Por mi parte, me encogí en el asiento y retrocedí. Alargué la mano hacia la manivela desde donde podría abrir la puerta e irme, pero él me paró.
Me miró con ojos chispeantes de furia y no pude reaccionar y abrir la puerta. Aterrada como estaba, me tapé la boca con una mano y cerré los ojos deseando que sólo fuera una horrible pesadilla.
Cuando los abrí, Bill ya no estaba. Sobre mí había un techo que no me era familiar. Y el tacto acochado de la almohada era extraño. Demasiado blando como para ser la de mi casa. Mi mente trabajaba despacio, y me llevó varios segundos darme cuenta de que no estaba en casa, sino en un hotel de Hamburgo. Estaba oscuro, pero podía ver la luz colarse debajo de las persianas. Alguien las había bajado para que no me despertara.
No recordaba cómo había llegado hasta ahí, pero sí me acordaba de la cara de lunático de Bill en el coche, de cómo me había atemorizado de esa manera, con los músculos tensos y los ojos echando chispas. Me incorporé un poco tratando que las imágenes no se volvieran a colar en mi mente, y me llevé las manos a la cabeza inmediatamente. Me dolía horrores, como si hubiera estado toda la noche bebiendo vodka. Y también tenía el estómago vacío. Me dolía la tripa, pidiendo algo de comida. Mire l ahora en el móvil, y vi que todavía eran las nueve. Deduje que el restaurante del hotel estaría abierto, así que me levanté con cuidado para no volver a marearme.
Sorprendentemente, mi prima no estaba en su cama. En la mesilla de noche había dejado una nota:
“Estoy con tu churri y los demás en la cafetería del hotel desayunando.
Noemi.”
Oh, mierda. Ignoré el dolor de cabeza y corrí hacia la maleta y cogí lo primero que vi. Me lo llevé al baño y empecé a quitarme la ropa del día anterior, ya que ni siquiera me la había quitado. Me quité el jersey y reparé en que no llevaba sujetador. Bueno, quizás me lo había quitado por la noche, medio zombi, para que no me molestara. Me vestí con rapidez sobrehumana y me quité los restos de maquillaje. Pasados cinco minutos, parecía una persona en lugar de un espécimen alienígena.
Cogí la tarjeta de la habitación y bajé a desayunar todo lo rápido que pude. Una vez llegué al lugar, vi como, al fondo de la concurrida sala, Noemi se reía con los ojos brillantes mirando a su ídolo con admiración. Bill estaba a su lado, conversando con su gemelo, sentado de espaldas a mí, cuando reparó en mí. Miró por encima del hombro de Tom y se le descompuso la cara. A su lado, el otro chico del grupo, cuyo nombre no recordaba, también me miró, quizás recordando el dibujo que hizo en “mi” CD.
Pensé en ir hasta ellos y cruzarle la cara ahí mismo por... ¿por qué? no sabía por qué, pero seguro que tenía alguna razón para pegarle una buena tunda. Sin embargo, antes que los golpes y las palizas, venía el hambre. El estómago rugió furioso, y me dirigí hacia la mesa donde estaba la comida. Me cogí un vaso de leche con colacao y un par de tostadas y me dirigí hacia el lugar donde ellos estaban.
Mi prima me saludó desde lejos, y yo le dediqué una sonrisa falsa. Bill también me sonrió, pero no le contesté a él.
El único sitio libre que había estaba junto al rapero, así que dejé mi bandeja a su lado y empecé a comer como si aquello no fuera conmigo. El chico que estaba justo delante de mí, ese enorme con el pelo magníficamente bien planchado, me miró con curiosidad de nuevo. Le devolví la mirada y me sonrió de forma cálida.
-Hola, soy Georg- dijo con voz grutal.
Me llamó la atención que lo dijera en español, así que le devolví el saludo en alemán, de lo poco que sabía decir. Él soltó una carcajada apreciando mi esfuerzo y quizás mofándose de mi pésima pronunciación. A mi lado, el rapero se giró y me tendió una mano amigablemente. Se la estreché y me sonrió.
-Tom- dijo vocalizando y hablando muy despacio como si fuera retrasada.
Su voz era distinta a la de su hermano. Algo más grave, y ni mucho menos tan atrayente como la suya. También tenía algo de encanto, pese a todo. Además, sus ojos eran felinos, algo más rasgados que los de su hermano, y eso los hacía un punto más sexy. Por no hablar de las rastas que cubrían su cabeza. A mi parecer, eran puntos a favor a pesar de que no tenía mucha convicción en cuanto a la higiene que conllevaba ese tipo de peinado.
Cuando Bill iba a abrir la boca para decirme algo, mi móvil sonó estrepitosamente en el bolsillo de mis vaqueros. La melodía que tenía para cuando me llamaban mis mejores amigos era una dura canción de Marilyn Manson. Me sobresalté y lo cogí deprisa, sonrojándome frente a las risas de mi prima.
-¡Notas!- me chilló desternillándose.
Descolgué el teléfono tras ver el nombre de Isabel y me recosté sobre la mesa, echando el desayuno para adelante.
-¿Qué tal?- respondí pasándome los saldos iniciales.
-Bueno, hoy me toca cuidar de una amiga en apuros- dijo suspirando-. Pero por lo demás, bien.
-¿Qué le ha pasado a Belén?- pregunté sabiendo a quién se refería.
-Problemas varios. Te contaré cuando vuelvas. ¿Y tú? ¿Ligaste mucho?
-Puede decirse que sí- afirmé sin sonreír.
-¿Sí? Cuenta.
-Me vas a matar.
-Aquí la loca psicópata eres tú.
-Me querrás ahorcar con una soga y después trocear y servirme de convite de bodas.
-¿Qué boda?
-Bah…
-En serio, no puede ser mucho peor que darse el lote con el andrógino- se mofó.
Yo me quedé callada. Era evidente que si decía el nombre de Bill iban a enterarse de que hablaba de él, y me daba mucha vergüenza. Supuse que mi silencio bastaría para que, por muy increíble que pareciera, lo pillara al vuelo.
-Oh, no… Dime que eso no es cierto- me preparé para un ataque de risa por su parte-. Dios, ¡eso es caer muy bajo, amiga mía! Buah ya verás cuando se lo cuente a Belén- volvió a lanzar una carcajada-. Esto va para la primera plana de Salsa Rosa, tía- siguió a lo suyo y yo empecé a mosquearme, repiqueteando en la mesa con las uñas.
-Ríete mosquita muerta, pero ahora mismo estoy sentada en la misma mesa que ellos. Muérete de envidia.
Escuché cómo Noemi les traducía algunas cosas, entre ellas lo que acababa de decir. Cogí un cuchillo de la mesa y me lo pasé por el cuello de manera amenazante. Sólo sirvió para aumentar sus carcajadas.
-¿Morirme de envidia? Poco me conoces. En fin pava, que esto nos va a costar un riñón y parte del otro, que pagamos las dos. Volveré a llamarte pasado mañana, ¿vale? cada dos días.
-Como quieras, mami- dije refunfuñando.
-Cuando vuelvas me haces un esquema organizativo con comentario de texto incluido con detalles guarros.
-Idiota. Puedo mandarte un mail después, aquí son tan modernos que hasta tienen una sala con internet.
-Buah, cómo se salen esos guiris.
Me reí por su expresión. Nos despedimos y le mandé recuerdos para el resto de los amigos. Me guardé el móvil de nuevo en el bolsillo y cogí el tenedor para señalar a mi prima con él.
-Sigue tocándome la moral. A ver cuántas primas guays tienes que te presentan a esos tipos, ¿eh?
Se rió y me alzó un pulgar en señal de aprobación. Después me presentó a su nuevo amigo como si lo conociera de siempre. Parecía que se llevaban bien y que coincidían mucho en gustos musicales, pese a que él le sacaba bastantes años. Gustav me caía bien. Los miré sonriendo y después desvié la mirada a mi alrededor. Una mujer de la mesa de al lado me miró mal y volvió a centrarse en el periódico que leía. Aparté los ojos de ella cohibida y me centré en beberme mi vaso de leche preguntándome qué narices le había hecho.
-Aquí no está bien visto que se hable con móvil en la mesa- me susurró Tom en un pésimo inglés. Yo pegué un pequeño bote de la sorpresa. Lo miré de forma interrogante-. Yo lo hago igualmente- se rió-. Pero la gente snob no lo ve bien. Por eso te ha mirado mal esa mujer.
-Oh. Lo tendré en cuenta la próxima vez- murmuré para mí misma.
-Te dije que hablaba bien el inglés- dijo de repente Bill con una sonrisa deslumbrante.
Él me devolvió de nuevo a la noche anterior. Y seguía sin comprender por qué no recordaba absolutamente nada. Después de cerrar los ojos, los abría y estaba en la habitación del hotel. Miré al chico con desconfianza y después a su hermano, preguntándome si él sabría algo. Me inspiraba más confianza que Bill. Mucha más.
-¿Has estado en Inglaterra?- preguntó Georg. Viva, recordaba el nombre.
-Eh… Sí- contesté confusa. Todavía estaba metida en mis pensamientos-. Varias veces. Pero he estado viviendo allí un año con unos amigos de mis padres, estudiando desde su casa.
-Se nota- contestó el mismo chico-. Nosotros llevamos de un lado para otro sin parar durante tiempo, pero somos unos negados en esto de los idiomas. Bill es el único que se defiende- dijo lentamente. Se notaba que pensaba demasiado para no cometer errores.
Pese a la ligera conversación, me dio la impresión de que intentaban…
-¿Y de dónde sois?- preguntó Tom.
…distraerme de Bill…
-De la costa este. Entre Valencia y Barcelona.
…porque ellos sabían lo que había ocurrido la noche anterior, fuese lo que fuere, y querían mantener mi mente alejada de…
-¿Es conocido el lugar?
…ese chico que parecía extraído de una novela de misterio pero…
-Más o menos. ¿Marina D’Or?
…era real, y daba mucho más miedo de lo que podía dar un libro. Me estaba mirando con los ojos entrecerrados…
-Sí, lo hemos visto anunciado en la tele de aquí alguna vez.
… tratando de intimidarme. Tom se giró y le dirigió una mirada taladrante. Su gemelo apartó la mirada y se puso a jugar con el tenedor.
Nos quedamos en silencio, esta vez lo demasiado sumidos en nuestro mundo que nadie pensaba en desviar mi punto de atención. Sólo se oía la conversación de Noe y Gustav, quienes parecían estar a la otra parte del mundo. Pero también ellos se dieron cuenta de nuestro silencio y se quedaron callados, un poco cortados.
Todos estábamos de esa guisa cuando sonó un pitido desagradable. Los cuatro chicos se palparon los bolsillos, pero sólo Bill sacó un pequeño aparatito, un busca del tamaño de un paquete de cigarros.
Frunció el ceño y suspiró. Después me miró de forma que no supe interpretar. No era enfado, pero tampoco se iba mucho.
-David me busca- dijo él al resto del grupo.
-¿Por qué?- preguntó Gustav.
-Tuve un pequeño problema ayer por la noche. Pero ya está solucionado.
Su voz era monocorde, pero parecía que con ella fuera a domar alguna serpiente. Tenía ligeros altibajos en momentos precisos que la hacían muy especial y letal a la vez.
Se despidió de los demás con un saludo, pero después se acercó a mí, hizo que me girara de espaldas a Tom y se puso en cuclillas, de forma que ambos estábamos a la misma altura.
-Te veré esta tarde. Llámame al móvil a medio día, ¿de acuerdo?
-Vale- susurré sin estar muy convencida.
Su bonita sonrisa me hizo sonreír a mí también. Como despedida, acercó mi barbilla con un dedo y me besó tiernamente unos segundos.
Después no pude evitar mirarlo sin quitarle ojo hasta que salió de la estancia.
-Córtate un poco- soltó Noemi sacándome de mi ensoñación-. Pareces una pava.
Sonreí ante su comentario sin ganas. Después me zambullí en una conversación, esta vez en la que todos participábamos, pero sin darme cuanta de lo que decía. Mis pensamientos cuerdos y coherentes se habían marchado con ese muchacho de cabellos negros y tez fina como el agua, pero tan fría como el hielo.
Y puede que estuviera un poco embobada, pero no por eso dejé de darme cuenta de que Tom me miraba de vez en cuando, con la preocupación impresa en el rostro.
Finalmente, el deber los reclamó y tuvieron que ir a prepararse para alguna entrevista. Pero el gemelo de Bill no pareció contento y me pidió hablar a solas unos segundos.
Me llevó a una parte de la recepción donde había varios sillones y comenzó a hablar lentamente, de manera forzada pero clara.
-Sé por lo que estás pasando- dijo directamente. Yo alcé una ceja-. Lo de Bill. Sé que te parece un tipo extraño, y que te sientes rara a su lado. Pero dale tiempo, ¿vale? intentaré hablar con él para que te deje tranquila- torció los labios y me miró con compasión.
-¿Qué?- cada vez estaba más segura de que en ese grupo no había nadie cuerdo.
-Te enamorarás de él. Lo sé.
-Estás loco. De remate. Todos lo estáis- me reí de la poca lógica del asunto-. Mejor vete antes de que me volváis loca a mí también. Y ya puedes decirle a tu hermano que se olvide de mí, porque no lo voy a llamar. Estáis todos locos- rematé.
-Como quieras. Pero nadie se olvida de Bill con facilidad.
-Verás como sí.
Se encogió de hombros y después suspiró.
-Piensa lo que quieras. Volveré a verte mañana, supongo. Adiós- dijo tan campante, dándose la vuelta para marcharse.
-Dejadme en paz- casi rugí.
-Ojalá. Pero a Bill le gustas- dijo volviéndose a encoger de hombros, como si eso justificara cualquier cosa.
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MensajeTema: Re: El eco de tu voz   El eco de tu voz Icon_minitimeJue Mar 18, 2010 4:30 pm

-Tom- dijo vocalizando y hablando muy despacio como si fuera retrasada


ME parto xDDDDDDDDDDDD
dios me imaginoa Bill todo encapuchado como al principio del capi y memeo e_e
suebe otro putifuuun
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MensajeTema: Re: El eco de tu voz   El eco de tu voz Icon_minitimeJue Mar 18, 2010 8:25 pm

jajaja sarpado, esa parte es graciosaa!!
esta demaas, seguila prontito, bsos!!
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Raquelín

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MensajeTema: Re: El eco de tu voz   El eco de tu voz Icon_minitimeDom Mar 21, 2010 12:25 pm

CAPÍTULO 5

Afortunadamente para mi móvil de contrato, los ordenadores del hotel tenían instalado un programa de mensajería instantánea, así que pude hablar largo y tendido con Isabel, contándole con pelos y señales lo que había ocurrido. Me daba la impresión de que ella había llegado a una mala conclusión, pero no quiso decírmelo, por suerte o por desgracia. Dijo que buscaría algo de información de Bill, o lo que fuera. El caso es que quería saber con quién andaba yo.
Terminé por hartarme de sus constantes avisos, ya que me empezaba a asustar de verdad. Ella sola se montaba paranoias que luego no compartía conmigo, y me desquiciaba lo suficiente como para necesitar hablar con alguien un poco más relajado. Pero lamentablemente Belén no estaba conectada, así que apagué el ordenador y me subí a la habitación.
Llamé a Noe para ir a comer con ella, y quedamos en un restaurante de la parte antigua de la ciudad. Se trataba de un típico restaurante para turistas. Casi todo de madera, muy bonito, y con las camareras disfrazadas de tirolesas. Además, Noemi acababa de estudiar las comidas en su clase de alemán, y se acordaba de casi todas las palabras.
-Creo que me voy a pedir… col verde con salchichas y filetes de Sajonia acompañado con bacon. Eso de la col verde será el brócoli de toda la vida, ¿no?
-Buaj, sí. Fijo, algo con un nombre tan asqueroso no puede ser otra cosa que brócoli- se quejó ella poniendo una cara extraña-. Yo me cogeré una salchicha de estas.
-Pues sí que eres tú original- mustié.
-Bueno, pues… las peras, judías verdes y bacon.
-¿Peras?
-Sí, a ver qué tal están- se encogió de hombros.
-¿Qué narices es el sonnenblumenkernbrot?
-Ni idea. Pero será algún pan.
-¿Lo pedimos?
-Vale.
Pronto vino la camarera, que afortunadamente entendía el inglés. Fuimos señalándole los platos porque no entendía nuestra pésima pronunciación. Yo pedí una cerveza para beber, y ella una coca-cola.
Mientras la mujer no venía, saqué el móvil sin darme cuenta, busqué la B en la agenda del móvil. Di con su nombre y le llamé. Como si fuera un acto-reflejo. Me congelé cuando oí la voz de Bill en la otra línea.
¿Por qué puñetas le estaba llamando? Se suponía que no iba a hacerlo. Noe me miró extrañada por la singular expresión en mi rostro, así que suavicé el gesto y traté de modular mi voz en un tono más o menos normal.
-Hola Bill- saludé de forma natural.
-Creí que le habías dicho a tu hermano que no ibas a llamarme- dijo con su perfecta voz seductora, dotándole de un toque de sarcasmo.
No contesté a eso. Cerré los ojos y no colgué el teléfono por no ser descortés.
-Quiero quedar contigo esta tarde, ¿te parece bien?
Habló de forma que eso no pareció una pregunta en absoluto.
-Claro, claro- respondí aturdida-. ¿A qué hora?
-Pasaré a recogerte a las cinco. Estate preparada.
-Vale.
-Eh- me llamó la atención para que no colgara todavía-. No estás asustada, ¿verdad?
-¿Yo? Uhm… No… no sé. Tengo que colgar.
Cerré la tapa del teléfono antes de que me hiciera cambiar de idea. Después me froté la cara con ímpetu mientras me apartaba para dejar paso a la camarera con las bebidas. Dejó mi cerveza – servida en una jarra, debía haber medio litro – y la coca-cola y se marchó, volviendo a dejarnos a solas.
-¿Vas a volver a ver a Bill?- preguntó recelosa.
-Sí. Esta tarde.
Asintió y se apoyó sobre una mano.
-Es muy raro- dijo-. Pensaba que era más divertido y eso. ¿Has visto alguna de sus entrevistas?- negué-. Pues es divertidísimo. Siempre está sonriendo y eso. Me encanta- se quedó pensativa unos instantes, con los ojos brillantes-. ¿No tiene una voz preciosa?
Iba a contestar, pero la camarera vino con una cesta con pan.
-Esto debe ser el sonnenblumenkernbrot. Voy a probarlo- dijo ella con determinación.
Se llevó un trozo a la boca y masticó lentamente. Tragó y me miró.
-Menudo ascazo- dijo poniendo una cara extraña-. Igual lo han envenenado.
-Ya, claro. Seguro que nos persigue el gobierno y quieren acabar con nosotras envenenándonos con un trozo de pan- me reí y probé yo un trozo.
-El gobierno, no. Pero miles de fans de todo el mundo te meterían cianuro en la bebida si se enteraran de que estás saliendo con Bill Kaulitz.
Tragué sonoramente y le dirigí una mirada furibunda.
-Primero: no estoy saliendo con Bill Kaulitz. Y segundo: esto no está envenenado. Está bueno.
-Ya claro. Ahora me dirás que él no te gusta- dijo ignorando mi comentario a cerca del extraño pan-. Deberías ver tu cara cuando te habla. Es un poema.
-Pues es un poema nefasto- dije empezando a alterarme-. Lo conocí hace nada, no estoy enamorada ni pretendo estarlo. El domingo volveremos a Castellón y no volveré a verlo más. Fin de la historia.
Se quedó callada y miró para otro lado. Sabía que no estaba de acuerdo con lo que le había dicho, pero tendría que conformarse.

Unos suaves golpes a la puerta me sobresaltaron. Volví a atusarme el cabello y salí del baño hacia la puerta para abrirla lentamente, atrasando el momento de encararlo y volver a caer en su mirada y en el poder de su preciosa voz.
-Hola- saludó amablemente. Se agachó y rozó mis labios con los suyos-. ¿Qué tal?
-Bien. Pasa- lo invité y cerré la puerta tras haberme asegurado de que no lo había visto nadie. Lo que Noe había dicho a cerca de las fans me había dejado preocupada.
-Yo ya me voy- dijo Noe después de saludar a Bill-. Pegaré una vuelta, y me quedaré a cenar en una hamburguesería que he fichado antes.
-Si quieres nos vamos nosotros- sugerí esperando que aceptara la invitación.
-No. Me apetece dar una vuelta. Te llamaré a la hora de la cena por si estás libre, ¿vale?
-Como quieras- me encogí de hombros y se despidió alzando las cejas y haciendo algún que otro chiste malo en cuanto a Bill y a mí.
Cuando se cerró la puerta, el chico y yo nos quedamos en silencio. Parecía algo inquieto, y me estaba poniendo nerviosa a mí también, así que le tomé de la mano y nos sentamos en una de las camas, apoyados en el cabecero.
-¿Qué tal has pasado el día?- pregunté al cabo de unos minutos.
-Bien. He hablado con nuestro manager. Y después he hablado con Tom.
-Ah…
-Me ha dicho que habéis hablado- comenzó.
Oh, vaya. Qué genial.
-¿Sí?
-Sí. Según él, le has dicho que no querías volver a verme- dijo completamente serio-. No me gusta que pienses así. Sé que soy algo extraño… pero no soy mal tipo- me miró sonriendo de lado, pero yo no le devolví el gesto.
-Si no lo eres, demuéstramelo- le desafié sin mirarlo.
-¿Cómo?
-Diciéndome qué me ocultas.
Se mordió el labio inferior y después volvió a mirarme de esa manera que me asustaba. Aparté los ojos de los suyos y me centré en el tramado de la colcha.
-Eso no puedo decírtelo.
Asentí con la cabeza, resignada. Pero otra pregunta acudió a mi mente.
-Bueno, pues… ¿qué ocurrió anoche exactamente?
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MensajeTema: Re: El eco de tu voz   El eco de tu voz Icon_minitimeDom Mar 21, 2010 10:11 pm

uy,uuy!! q pasooo??? quiero sabeer!!
esta demas seguilo prontito!!
Wink
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MensajeTema: Re: El eco de tu voz   El eco de tu voz Icon_minitimeMiér Mar 24, 2010 5:20 pm

ya kiero saber q paso esa nocheee!!
xfa subi capiii

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Raquelín

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MensajeTema: Re: El eco de tu voz   El eco de tu voz Icon_minitimeVie Mar 26, 2010 2:59 pm

CAPÍTULO 6

La pregunta no le gustó. Se puso tenso y pude ver cómo dejaba la mirada perdida por la habitación. Después adoptó un gesto de resolución.
-Te pasaste bebiendo whisky - dijo de forma que casi pareció real.
-Mientes.
-Bebiste mucho whisky durante la cena, así que te traje al hotel, porque estabas fatal. Por eso no te acuerdas de nada.
-Mientes más que hablas. No me gusta el whisky.
-Bueno, puede que fuera otra cosa- balbuceó.
-Si eso fuera cierto, me acordaría de algo más a parte de nuestra discusión en el coche- dije poniéndome a la defensiva.
Él se quedó callado, mirándome fijamente, de manera tan intensa que aparté la mirada con un ligero temor. Comencé a mover mis manos nerviosa, con un toque de histeria que me resultaba difícil de ocultar. Él se dio cuenta y las aferró entre las suyas, calmándome bastante.
Comencé a barajar distintas hipótesis, cada cual peor que la anterior. A lo mejor estaba exagerando y no era para tanto. Pero sí me parecía algo importante en lo que pensar. Nunca había tenido una laguna así en mi mente, y no resultaba para nada cómodo. Sacudí la cabeza con fuerza.
-¿Me drogaste?- sugerí cuando llevábamos demasiado tiempo en silencio.
-¿Qué?- se sobresaltó un poco alarmado.
-Que si me drogaste.
Suspiró y vi cómo una sonrisa luchaba por abrirse paso entre sus labios. Vale, ahora estaba haciendo el ridículo. A Bill ni siquiera le pareció preciso contestar a mi pregunta. Pero pronto su rostro volvió a tornarse serio.
-¿Y si te dijera que sí?
Sus ojos me decían que no era cierto, que lo que yo había sugerido era un disparate. Pero parte de él quería hacerme creer que así era, porque la verdad era peor. Peor incluso que la droga.
No me atreví a mirarlo, pese a que noté cómo él sí que me miraba a mí. Por mi parte, apoyé la cabeza en su hombro y él me rodeó con sus brazos. Suspiré derrotada y cerré los ojos.
-Creo que deberías irte- dije al cabo de unos minutos, separándome de él lentamente-. Necesito estar sola un rato.
Abrió la boca para decir algo, pero luego la cerró frunciendo el ceño. Se estaba debatiendo entre algo, pero al final pareció decidir no forzar el asunto y largarse para dejarme a solas.
Ni siquiera se despidió. Solo me dio un beso en la mejilla, se levantó de la cama con un movimiento grácil y se fue, cerrando la puerta con suavidad.
Segundos después de dejar de oír sus pasos alejándose por el silencioso pasillo, cogí un cojín y lo lancé a la puerta. Después le gruñí un par de incoherencias, me tumbé en la cama y me tapé la cabeza con el cojín que sobraba.
Segundos después, me quedé dormida. Sin saber muy bien porqué, pues no estaba cansada. Pero estaba empezando a acostumbrarme a hacer cosas sin sentido cuando Bill había estado a menos de cien metros a la redonda. Me despertaron unos suaves golpes en la puerta cuando serían las ocho. Mi cabeza daba vueltas y estaba mareada, así que avancé hasta la puerta dando tumbos y con las manos siguiendo la pared.
La abrí unos centímetros para cerciorarme de que no era Bill. Vi unos ojos estremecedoramente parecidos a los suyos, y me hicieron retroceder un paso. Pero no eran iguales. No daban miedo. No amenazaban. Estos eran tranquilos y suaves.
-¿Tom?
-Hola- saludó sonriendo de lado-. ¿Me dejas pasar?
Asentí y me hice a un lado, completamente segura de estar viviendo una fantasía o, como mínimo, un desliz de locura transitoria. ¿Por qué de repente me movía entre los componentes del grupo de rock que había provocado un fenómeno fan comparable con el de los Beatles?
El joven pasó y se sentó en el mismo lugar que había ocupado su gemelo no hacía demasiado tiempo.
-No estás con Bill- observó.
Yo alcé las cejas, fruncí los labios y miré a un lado, adoptando una mueca que muchos consideraban de niña pequeña, y que solía hacer ante hechos evidentes.
-No- respondí al fin cuando él no parecía dispuesto a hablar-. ¿Quieres algo de comer? Tengo galletas de chocolate.
-No, gracias. No me gusta demasiado el chocolate.
Abrí mucho los ojos y me acerqué a él.
-No eres de este planeta- sentencié.
-A Bill tampoco le gusta- siguió distraídamente mirando al techo. Me senté a su lado.
-¿En serio? Compartió conmigo una tarta de chocolate.
Me miró extrañado y se encogió de hombros.
-Te dije que le gustabas.
Sonreí y él acompañó mi sonrisa.
-¿Qué haces aquí?
-Hablar.
Solté una carcajada.
-¿Sobre qué quieres hablar?
-Sobre aquello que angustia a todo hombre… la disyuntiva entre el bien y el mal.
-Deja de viciarte a ‘Piratas del Caribe’ y habla en serio- pedí con una carcajada, recordando una secuencia de la segunda película de la saga.
-Vale, vale. Dejo de hacer el memo- dijo sonriendo. Pero se serenó, borró la felicidad del rostro y se puso serio-. No he hablado con Bill desde esta mañana, pero lo vi ayer por la noche saliendo de nuestro hotel contigo.
Fruncí el ceño, dejando pasar el hecho de que se alojaban en un hotel, y me centré en lo importante.
-Así que ayer estuve en vuestro hotel…
Asintió en silencio con mirada grave.
-Y sabes lo que pasó.
Repitió el mismo gesto.
-¿Me lo vas a decir?
Se rascó la nuca, sabiendo que era lo que tenía que hacer, pero sin querer traicionar a su hermano.
-Yo… bueno, exactamente no sé lo que pasó. Yo estaba cansado y me acosté pronto. Mi habitación está al lado de la suya, y las paredes de los hoteles no suelen estar demasiado insonorizadas.
Apartó los ojos de mi rostro y se miró las manos. Yo apreté los labios y cerré los ojos, sintiendo las lágrimas a punto de brotar de mis ojos.
-No sé qué le está pasando por la cabeza. No me dice nada, pero créeme cuando te digo que este no es mi hermano. Ya lo ha hecho con otras chicas, aunque sin esta insistencia que tiene contigo. Me he enfadado con él una y otra vez, pero hacerlo es como empujar una pared que no se moverá nunca. Es terco y no puedo hacer que cambie de personalidad.
-Pero no entiendo- suspiré-. ¿Por qué me eligió a mí para esto? Podría haber escogido a cualquier otra chica de entre la fiesta, apuesto a que hay miles de jóvenes que quisieran ocupar mi puesto.
-Bill es… es muy exigente- luchó por encontrar las palabras adecuadas en un idioma que se notaba que no controlaba-. A lo mejor te escogió al azar, o…
-EL azar es una historia con final desconocido- me sonreí a mí misma al citar una frase de uno de mis libros favoritos.
Él se quedó callado unos instantes, tratando de comprender, pero después sacudió la cabeza y siguió hablando.
-Lo que quiero decir es que Bill no es lo que parece. Es muy dulce, y no pienses que es así de brusco y… bueno, no sé cómo es contigo, pero seguro que a veces se enfada, o se pone muy tenso.
-Sí. Bastantes veces. Si le pregunto algo a cerca de lo que sea que esconde, entonces se pone serio y me mira como si quisiera matarme. Pero después es tan tierno… no sé, empieza a hablarme y se me va la cabeza.
-Sí…- suspiró-. Tiene una voz muy bonita. Cuando éramos pequeños y no podía dormir, él me cantaba hasta que nos quedábamos los dos dormidos. Para él, cantar es lo más importante. Una vez me dijo que cantar era como colorear las notas.
Sonrió de lado, pero yo seguía seria, incapaz de seguir su sonrisa, así que él borró la alegría fingida de la cara. Meneó la cabeza y volvió a pelearse con el inglés para expresarse con claridad.
-En nuestro mundo es dificil encontrar a alguien con quien estar a gusto. Pero si encuentras a ese alguien de quien no te quieres despegar, entonces no puedes permitirte el lujo de dejarle escapar.
-Me conoce desde hace nada- le recordé.
-Bill es así. Sabe quién le conviene, cala a la gente muy rápido. Por eso sabe que la mayoría no soportarían su manera de ser por mucho tiempo, aunque crean lo contrario. Creen que Bill es de una forma, pero en realidad es muy distinto, ¿verdad?
Asentí en silencio.
-Ya sabes, él no es malo. Solo que se pone nervioso. Le cuesta ser él mismo a veces. Dale tiempo, ¿vale? sólo te pido eso. Dale tiempo a que te muestre cómo es en realidad. Una oportunidad.
Le miré ceñuda y me crucé de brazos.
-¿Después de lo que me hizo anoche? No estoy segura de que pueda perdonarlo, ni de querer volver a verlo.
-Por favor…
Me miró con esos preciosos y enormes ojos marrones bien abiertos, sacando levemente el labio inferior hacia fuera para hacer un puchero.
-No vale. No me mires así- le dije apartando la cabeza.
Me cogió por la barbilla y me obligó a mirarlo, esta vez sonriendo levemente.
-Arg, está bien- suspiré alzando los brazos y dejándolos caer.
Hizo un sonido agudo, como si hubiera pisado una rata o algo parecido, y me pegó un abrazo.
-Gracias- sonrió. Miró al techo con aire soñador y suspiró-. Bajo las piedras hay flores que todavía no han nacido.
Me quedé parada, completamente alucinada.
-¿Te has leído ‘Princesas’?- le pregunté con los ojos muy abiertos al reconocer la cita textual del libro de Philippe Lechermeier y Rébeca Dautremer.
Soltó una carcajada.
-Gustav se lo regaló a su hermana, y un día estábamos en su casa y le eché una ojeada. Es interesante- se encogió de hombros.
-Es un libro de chicas- le acusé-. ¿También lees la Cosmopolitan y ves ‘Sexo en nueva York’ mientras te tomas un Martini?
Estalló en una risa melodiosa y musical. Era muy suave, y no pude evitar sonreír al escucharlo de esa guisa.
-Será un libro de chicas, pero las ilustraciones son bonitas. Además, tiene su gracia. Y no, no leo la Cosmopolitan. Es más de Bill. Respecto a lo de Sexo en Nueva York… tengo todas las temporadas. Le gustaba a Bill, y me dijo que a mí me gustaría. Cuando estuvo enfermo en primavera, me hizo ver la serie entera, y me encantó. Aunque la película…- hizo un gesto amargo, y yo le secundé-. Ah, y no me gusta el Martini.
-Uau- sonreí-. No eres como pensaba.
-¿Cómo creías que era?
-Un chimpancé- me reí.
-¿Tengo pinta de mono?
-Ya me entiendes. Pensaba que eras un simio iletrado que sólo pensaba en el sexo.
-Bueno, eso habría que discutirlo- me dijo alzando una ceja y riéndose después-. No por haber leído un libro de chicas y ver Sexo en Nueva York no voy a ser un salido.
-Pero serías un salido que me cae bien.
Volvió a reírse de esa manera tan graciosa, y me contagió su buen humor.
- Creo que debería irme ya- confesó tras mirar el reloj-. He quedado con los chicos para ir a cenar.
-Oh, vale- contesté suspirando.
-Puedes venir, si quieres- me ofreció sabiendo que no quería que se fuera.
-Uhm…
-No estará Bill- me aseguró.
-¿Por qué?
-No le apetecía salir. Creo que no está de humor- se encogió de hombros.
-En ese caso, me apunto.
Nos sonreímos y le hice esperar a que me cambiara y me preparara para una cena con el grupo. Quizás podía llamar a Noemi...
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MensajeTema: Re: El eco de tu voz   El eco de tu voz Icon_minitimeVie Mar 26, 2010 9:46 pm

esta genial!!!! no podia parar de leerlo, esta realmente bueno!!!!
xfa seguilo pronto!!!!!
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MensajeTema: Re: El eco de tu voz   El eco de tu voz Icon_minitimeLun Mar 29, 2010 10:21 pm

no quiero parecer molesta pero....me estoy muriendo de la intriga y de la angustia....
XFA SUBI UN NUEVO CAPITULO!!!!!!!!!!
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MensajeTema: Re: El eco de tu voz   El eco de tu voz Icon_minitimeLun Mar 29, 2010 11:17 pm

jajajaja!!! no t preocupes Mari yo estoy igual!
sii porfi subi otro capitulo!!!
esta demas el fic!!
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Raquelín

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MensajeTema: Re: El eco de tu voz   El eco de tu voz Icon_minitimeMar Mar 30, 2010 6:06 pm

Aquí tenéis *.*
gracias por leer y comentar :DD

CAPÍTULO 7

Salimos sonriendo de mi habitación, divertidos por algo.
Al final del pasillo que se extendía a nuestra izquierda pudimos ver un hombre con traje de chaqueta y corbata, acompañado de una mujer de aspecto imponente. Llevaba una mini falda increíblemente corta, botas altas y una camiseta que dejaba muy poco espacio a la imaginación. Entraron en su habitación y después vi cómo la puerta se cerraba con un cartel de ‘No molesten’ colgado en el picaporte.
Tom me miró con una ancha sonrisa y me cogió de la mano. Se me puso la carne de gallina al notar su suave tacto cálido, pero no me dio tiempo a reaccionar, porque él tiró de mí hacia la izquierda, corriendo por el enmoquetado pasillo. Nos paramos en frente de la puerta por donde habían entrado el hombre y la mujer, y me miró de forma pícara. Alargó la mano y temí que fuera a llamar a la puerta, pero lo que hizo fue quitar el cartel y engancharlo de otra puerta.
Subió ambas cejas, y volvimos a toda prisa hacia la salida, cambiando carteles de sitio. Cuando las puertas del ascensor se cerraron, no pudimos evitar estallar en sonoras carcajadas.
Me sequé las lágrimas cuando salimos del hotel, mientras todavía nos daban ataques esporádicos de risa a mitad conversación. Era agradable poder reírse así. Sentaba muy bien, como si fuéramos amigos de toda la vida.
Habíamos quedado con Georg y Gustav en una pizzería bastante escondida. Nos costó media hora de llegar andando. Me di cuenta de que había olvidado avisar a mi prima, pero cuando la llamé me dijo que no vendría, que había quedado con amigas que había hecho en la fiesta. Tendría que hablar con ella a cerca de sus prioridades como fanática de un grupo.
La cena transcurrió tranquila. Con risas y bromas cada dos por tres, todas en inglés para que yo no me sintiera excluida del grupo.
-¿Os acordáis de cuando Bill fue al supermercado en Estados Unidos?- recordó Georg.
Todos se rieron, yo incluida, aunque sin saber por qué exactamente.
-Sí, fue buenísimo. Algún día iré yo también. Hace mil años que no me paso por un súper a comprar una barra de pan.
-Seguro que alucinan si te ven.
-¡Sí! Pensarán ‘¿qué hace un hobbit en un supermercado?’- le pinchó Tom.
-Si te vieran a ti te colgarían del estante de las escobas, pelo-fregona.
Las bromas y los insultos se sucedieron a lo largo de la cena.
Me parecieron lo más humano del mundo. Todos con pequeñas inquietudes, todos con su vida a parte del grupo. Gustav rezaba por conocer algún día a los componentes de Metallica, especialmente a su batería. Georg deseaba poder volver a mantener una conversación con Pete Wentz, de Fall Out Boy, a quien había conocido en una entrega de premios. Y bueno, Tom… él sólo hablaba de ir a la mansión Playboy.
Siempre me reía con las ocurrencias de éste último. Estaba peor de lo que pensaba, totalmente majara. Lo que más agradecí es que ninguno de ellos nombraba a Bill demasiado. Pero de lo que me di cuenta fue que él era una especie de confesor.
Cuando tenían un problema, acudían a Bill de forma inmediata. Era un chico sensible, con los pies más en el suelo de lo que pensaba. Y Tom lo adoraba, lo idolatraba. Casi podía ver cómo le brillaban los ojos a Tom cada vez que se hablaba de su hermano, e incluso se le hinchaba el pecho, orgulloso por algo que había hecho.
Dignas de mención eran también las batallas de palabras que se disputaban Tom y Georg, cada cual más bruto que el otro. Empezaban por reñir, discutiendo a cerca de temas triviales, hasta terminar por competir a cerca de con cuántas chicas se habían acostado.
Todo parecía agradable, y la cena se me hizo cortísima.
Mi móvil empezó a sonar en el bolso cuando estábamos discutiendo a cerca de quién pagaría la cena. Vi el nombre de Bill en la pantalla y me mordí el labio. Miré hacia la salida y fingí no escuchar lo que me decía “una amiga de España”. Me protegí contra la pared del restaurante del frío, y descolgué tras respirar hondo.
-Hola, Bill- saludé tranquila.
-Hola- él tenía otra vez esa voz débil que no me había agradado el día anterior.
Pero esta vez me pareció diferente. Me dieron ganas de dejar lo que estaba haciendo, correr hasta su lado y abrazarlo con fuerza. Besarle el pelo. Estrecharlo entre mis brazos y olvidarlo todo, simplemente empezar desde cero.
-¿Dónde estás?- casi susurró.
-Estaba cenando ahora. Me iré enseguida hacia el hotel, porque necesito dormir.
-Oh…- se mantuvo en silencio unos segundos-. ¿Te apetecería venir conmigo? Necesito… verte- su voz me parecía tan sumamente débil que pensé que de un momento a otro se rompería. Parecía incluso enfermo.
-No sé, Bill. No sé dónde estás- dije tratando de no parecer facilona.
-Puedes coger un taxi. Por favor…
-Vale, de acuerdo- terminé cediendo al cabo de unos segundos-. ¿En qué hotel estás?
-En el Side. Seguro que el taxista sabe dónde estás. Habitación 508.
-De acuerdo. Eh… tengo que pagar la cena, y después encontrar un taxi, así que a lo mejor tardo un poco. Pero estaré allí en cuanto pueda.
-No pasa nada. Te espero.
No me dejó terminar. Me recorrió un escalofrío, incluso me sentí mal por haber dudado de ir o no ir. Tampoco sabía muy bien qué me esperaba en la habitación 508 del hotel Side, pero esperaba que algo bueno, y no nada parecido a lo acontecido la noche anterior.
Cuando entré en la pizzería con los chicos, éstos ya habían pagado por mí. Eso me molestó en parte, y ellos me prometieron que ya invitaría yo si, por alguna casualidad, ellos visitaban mi ciudad. Me pareció una idea tan resúmamente remota que casi me hizo reír.
Al salir del restaurante, ellos me anunciaron que iban a ir a una coctelería de los alrededores, y me invitaron a ir con ellos. Evidentemente, no acepté, y parecieron desilusionados. Me agradó comprobar que entre ellos y yo había buena química.
Antes de despedirnos pedí hablar un segundo con Tom a solas. Él accedió de buena gana mientras sus amigos se adelantaban hacia el pub.
-He hablado con Bill- le dije cuchicheando.
-¿Y…?
-Y me ha dicho que vaya a verlo a vuestro hotel. He aceptado.
-Eso está bien- comentó él frunciendo el ceño-. ¿Cuándo?
-Ahora.
-¿Ya?- pareció disgustado, pero no quise darle importancia.
Asentí.
-Tengo que llamar a un taxi o algo…
-No hace falta, está aquí al lado. Está entre la plaza Gänsemarkt y la Ópera. Estamos en la Valentinskamp y nuestro hotel está en Drehbahn, que es la calle paralela a esta. El edificio lo verás enseguida. Es de cristal y piedra, muy bonito.
-Uhm… espero no perderme- mustié.
-No lo harás- me sonrió de lado, pero no era una sonrisa de las que me hacían sonreír de vuelta. Una sonrisa algo más triste-. No te preocupes, todo va a ir como la seda- prometió.
-¿Nos veremos pronto?- pregunté de repente.
-¿Te apetecería ir a desayunar mañana?- sugirió.
-Me parece genial.
-Te esperaré en la puerta de tu hotel a las nueve y media.
-Ahí estaré- le sonreí.
-No me falles, ¿eh?- me pegó un golpecito en el hombro.
Nos despedimos con un fuerte abrazo y sentí su mirada clavada en mi nuca hasta que doblé la esquina, pese a que me obligué a no girarme para comprobarlo.
Efectivamente, el hotel Side estaba donde él me había dicho. Era un edificio de doce plantas, difícil de describir. Extremadamente moderno, pero no desentonaba en la clásica ciudad.
Me asaltó la duda de si iban a dejarme entrar o no. Miré mis zapatos de tacón, acostumbrada a llevar deportivas. No parecía una sintecho como de normal, así que cuadré los hombros, me abroché bien el abrigo hasta arriba para darme un aire más adulto y caminé decidida hacia el imponente edificio.
Nadie reparó en mí ni en mis sonoros tacones golpeando el suelo blanco inmaculado, peor yo escruté ese lujoso hotel con fingida indiferencia.
El hall se elevaba hasta el octavo piso, y estaba decorado por un conjunto de luces impresionante. Sonreí y me dirigí hacia los ascensores como quien se pasea por su propia casa. Había carteles que indicaban dónde estaba cada grupo de habitaciones, así que pulsé el botón de la última planta y me recosté en una de las paredes, observando el carísimo abrigo de la mujer que había entrado después de mí.
Si me había quedado alucinada con mi hotel, ese parecía superarlo, pese a que ambos eran de cinco estrellas. Debería convencer a mi tía de que la próxima vez nos consiguiera una habitación en ese. Ya que no pagaba yo…
Tardé bastante en llegar hasta mi piso, ya que el ascensor iba parando cada pocas plantas. Pero al fin llegué a la número doce. Al final del pasillo se apreciaba una increíble vista de la ciudad. Esperaba que la habitación de Bill tuviera una ventana así.
Oh… Bill.
Me asaltó un nerviosismo extremo que no supe dominar. Miles de mariposas, quizás epilépticas, se apelotonaron en mi estómago. Me paré justo delante de su puerta y me mordí el labio mientras tocaba insegura a la puerta.
El chico que me había utilizado, que se había acostado conmigo la noche pasada sin mi consentimiento, estaba al otro lado de la puerta. Y yo había ido con él. Había acudido a sus brazos ciegamente, como quien acude a ver al amor de su vida.
Él sólo era uno más. Alguien que no se merecía que yo dejara lo que estaba haciendo por ir con él. Y ambos lo sabíamos. Que Bill era uno más del montón era un secreto a voces. Todos trataban pintarlo como un príncipe salvador, pero sólo era un patán. Un producto creado por una imaginación demasiado disparada.
No quería estar con él en ese momento. Me hubiera gustado ir con Tom, Georg y Gustav a la coctelería. Seguir riéndome con sus ocurrencias.
Pero no. Había accedido a ver a Bill.
Al menos en cuestión de horas volvería a estar con Tom, y seguro que lo pasaría bien de nuevo, pasara lo que pasase esa noche.
Escuché sus pasos ahogados caminar por la moqueta, y traté de sonreír.
Cerré los ojos con fuerza, tratando de aplacar el nerviosismo que hacía que me temblaran las piernas de forma casi embarazosa.
Respiré hondo y los pasos se detuvieron.
Una simple puerta blanca me separaba de Bill. Una simple puerta.
Yo, a este lado, temblando, no sabía si de miedo o de nervios. Él, el muchacho a quien no sabía si quería u odiaba, al otro lado.
Oí cómo el picaporte se movía y abrí los ojos, cerrando mis manos en un fuerte puño y endureciendo la mandíbula.
Vaya… ¿cómo podía ser tan perfecto?
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MensajeTema: Re: El eco de tu voz   El eco de tu voz Icon_minitimeMar Mar 30, 2010 7:27 pm

OMG!! esta geniaaal!!!
me encanta definitivamente!!! Very Happy
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MensajeTema: Re: El eco de tu voz   El eco de tu voz Icon_minitimeMar Mar 30, 2010 11:46 pm

ayy me encantoo!!!
subi otro capi pronto xfa
q me muero de la intriga
ya kiero saber q paso Smile
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MensajeTema: Re: El eco de tu voz   El eco de tu voz Icon_minitime

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